Milei y el reseteo capitalista

La economía muestra estabilidad transitoria gracias al blanqueo y el ajuste fiscal, pero enfrenta desafíos como una economía cara en dólares y limitaciones estructurales. El oficialismo capitaliza el cambio de expectativas, mientras la oposición sigue atada a viejas miradas.

08 de diciembre, 2024 | 00.05

Unos pocos datos a modo de introducción. Primero, la cuenta corriente del balance de pagos comenzó a ser deficitaria desde hace varios meses, pero el ingreso de capitales por el blanqueo todavía lo compensa. La “bala de plata negra” fue un éxito, pero representa un stock, no un flujo que continuará en el futuro. Segundo dato, la recaudación tributaria siguió recuperándose en noviembre. Si bien cuando se mira el detalle no crecen todos los impuestos vinculados a la actividad (no crece IVA, pero si seguridad social y exportaciones), no deja de ser un “proxi” de recuperación económica. 

El balance emergente de estos dos datos encierra las claves del momento económico actual: en un contexto recesivo gracias a la motosierra sobre el Gasto, el gobierno logró estabilizar la economía por la doble vía de aumentar la oferta de dólares con el blanqueo a la vez que reducía la demanda de divisas por el lado de la actividad. El resultado fue “la revaluación estabilizadora”, hasta el punto de que la brecha entre oficial y paralelos prácticamente desapareció. Luego, los dólares fueron a los bancos, bajó la tasa de interés, las empresas comenzaron a endeudarse en moneda dura y esto ayudó a la recuperación. En el camino se retroalimentó la oferta de divisas, porque los dólares que se toman prestados se cambian a pesos.

Lo que sucede con la recaudación es indicativo de la existencia de la recuperación motorizada por el gasto privado, aunque las consultoras destaquen el dato cierto, pero secundario, de que se está comparando contra los horribles últimos meses de 2023, lo que dicho sea de paso asegura indicadores interanuales positivos para los próximos meses. Y lo que sucede con el balance cambiario es indicativo de que la economía ya está carísima en dólares y, en consecuencia, adelanta los problemas que vendrán para la estructura productiva y para las exportaciones.

Aunque el futuro no es necesariamente promisorio, para el gobierno el presente es alentador y, para la población, un alivio luego de años de alta inflación. El gobierno le sacó de encima a las mayorías dos mochilas muy molestas que afectaban especialmente a los más pobres, la inflación y los piquetes, a los que no es lo mismo esquivarlos en auto con chofer que en transporte público.

El tema de la movilización social merece ser revisitado. Con el diario del lunes es más fácil comprender que la intermediación de los movimientos sociales en el reparto de la ayuda estatal funcionaba como un incentivo a la continuidad de la protesta. Dicho de otra manera, la protesta generaba resultados económicos concretos, desaparecido el incentivo, los reclamos sistémicos se desinflaron. La amenaza de represión física y judicial solo operó en el margen. El dato duro es que la pobreza aumentó, pero la movilización callejera disminuyó. La experiencia debería dejar alguna enseñanza política.

En el nuevo escenario, mientras la oposición balbucea sobre dimensiones tan poco políticas como “la crueldad”, el oficialismo lleva adelante un verdadero “reseteo capitalista”. Aunque no sea agradable escucharlo, el gobierno parece comprender mejor el capitalismo con libre movilidad de capitales y cadenas globales de valor que la oposición, que todavía mira la realidad con una estructura analítica que se corresponde más a las economías cerradas y mercadointernistas de la segunda posguerra. Y en particular, la actual oposición sigue sin revisar los errores que cometió siendo gobierno. La lucha de clases, el conflicto social, no desapareció ni desaparecerá, pero gobernar no es profundizar el conflicto, sino moderarlo. Gobernar es gestionar, no tensionar con “los monopolios”, con los “formadores de precios” y con los capitalistas en general. Y mucho menos desde un Estado periférico con nula capacidad para determinar las reglas del juego económico global. 

Lo expuesto no busca ser una apología de la aceptación de las reglas del poder del capital, sino una invitación a comprender su funcionamiento. Un elemento central que explica los buenos resultados macroeconómicos provisorios del oficialismo es el cambio de expectativas del capital. Más allá de cualquier resultado transitorio, el capital ama a LLA y odia al peronismo y, de nuevo, en economías abiertas, en el capitalismo del siglo XXI, vota con los pies. Los blanqueos de los gobiernos nacional populares tuvieron resultados paupérrimos, el de la LLA volcó a la economía alrededor de 25.000 millones de dólares, más que cualquier crédito externo imaginable en el actual contexto. 

Una enseñanza posible es que las fuerzas populares deberían eliminar definitivamente el discurso anticapitalista, hacer autocrítica y comprender que aumentar salarios por encima de la mejora de la productividad tiene como consecuencia la disminución de la tasa de ganancia media, es decir enfrenta la contradicción fundante de la economía política. Es un error confundir aumento de salarios con redistribución del ingreso. Y está claro que lo importante para los sectores populares es que los salarios aumenten sostenidamente, no las redistribuciones del ingreso que no pueden mantenerse en el tiempo porque la base material no acompaña. Y para ello no hay magia, la productividad del trabajo debe crecer junto con la economía y las exportaciones. Los discursos anticapitalistas interfieren en este proceso.

Quizá todavía no se vislumbre, pero probablemente el principal éxito de Milei sea haber avanzado en sentido contrario a lo que prometía durante la campaña electoral. En vez de dolarizar porque el peso era “un excremento”, lo fortaleció, es decir, está recreando la moneda propia, un proceso que sólo se consolidará si la estabilidad se mantiene en el largo plazo, por muchos años. Luego, no debe olvidarse que si bien el ajuste fiscal fue salvaje, fue la misma oposición la que abogó para que una parte no se materialice vía aumento de ingresos y no solo vía recorte de gastos. Fue, por ejemplo, cuando luego de la megadevaluación de partida, los gobernadores militaron contra retenciones y otros impuestos. Dicho de otra manera, no fue “la crueldad” de una persona la que hizo que el ajuste recaiga sobre los jubilados, fue la responsabilidad de un sistema que incluye también a varios de los gobernadores peronistas. De nuevo, Milei no es solo Milei, su reseteo capitalista de la economía, que resultaba parcialmente necesario, es el proyecto de una clase social y sus subalternas a lo largo y ancho del país. 

Antes que recaer en el conservadurismo extremo de seguir mirando la realidad con el prisma de mediados del siglo XX, antes que insistir con el discurso anti producción y de tensión permanente con el capital, la oposición podría revisar las limitaciones del actual modelo, detenerse, por ejemplo, en los problemas inevitables y conocidos que ya provoca un dólar cada vez más barato, en las limitaciones de una estructura productiva que desalienta el valor agregado y en proponer como aprovechar la renta que en los próximos años generarán los recursos naturales. Lo peor que podría pasarle a la economía es que el excedente que generará la explotación de los recursos naturales no se utilice para financiar el desarrollo y que se limite a transacciones entre multinacionales. Y lo peor que podría pasarle al oficialismo es enamorarse, como ya sucedió con casi todos los gobiernos precedentes, del instrumento de la revaluación estabilizadora. Si quiere que la economía funcione, antes o después deberá frenar la apreciación del peso, algo que podría suceder “naturalmente” si no se consigue el puente de dólares necesario para continuar sosteniéndola.-