La convicción del gobierno era que el presidente Alberto Fernández había quedado mejor parado que dos semanas atrás, luego del anterior DNU que estableció nuevas restricciones que ayer amplió y organizó. En la anterior ocasión, el jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta consiguió posicionarse en el centro de la escena encabezando la rebeldía con la bandera de la educación, una especulación electoral que buscaba tomar impulso en base a la angustia de los padres de los alumnos, el estilo barrabrava del macrismo ultra y los medios que le funcionan como parlante. Pero ante la inminencia de un drama sanitario, a Rodríguez Larreta no le quedó otra que admitir que las restricciones habían sido efectivas y armó su propio pack de medidas, incluyendo una secundaria "bimodal" que hizo enojar a Patricia Bullrich. Con su zigzagueo, enojó a propios y a extraños. El Presidente, en cambio, se afirmó en su lógica.
Fernández esta vez optó por retomar las rondas de consultas que fueron costumbre durante los peores meses del año pasado. Primero con los asesores sanitaristas, luego con los gobernadores. Es el estilo que mejor le sienta, porque el diálogo le resulta natural y a los gobernadores les sirve aparecer en la cocina de las decisiones, con lo que se anticipa a posibles críticas y resistencias. Pero los gobernadores son más dados a pedir auxilio que a tomar medidas fuertes. Vacunas, camas, médicos, recursos. El Presidente los escuchó pero les dijo que no se limitaran a una desganada veda nocturna de unas horas sino que adoptaran las restricciones que fueran necesarias y las hicieran cumplir. A excepción del caso de Axel Kicillof, su principal aliado a la hora de decidir medidas de cuidado, Fernández no se sintió acompañado por los gobernadores en el anterior DNU. Recién ante el desafío público de Larreta un grupo de ellos salió a respaldarlo.
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Los datos de contagios y fallecidos que no bajan, la persistente suba de ocupación de camas, los problemas en la provisión de oxígeno, entendían en Gobierno, terminó fortaleciendo la posición del Presidente. En los zoom tuvo un apoyo casi unánime de los gobernadores. Dos semanas antes la situación no aparecía tan evidente y el Presidente pagó un costo, según marcan las encuestas que manejan en la Casa Rosada. "Puede que Alberto no sea muy prolijo, pero no especula. Y eso a la gente le quedó claro. Pagó un costo pero el único objetivo era cuidar la salud de los argentinos. Rodríguez Larreta está claro que hizo exactamente lo contrario: buscó especular sin importarle nada la salud. Y muchos lo empezaron a notar ahora", comentaba un funcionario al término de un día muy movido.
Con todo, fue evidente que el Presidente buscó un equilibrio entre la poca inclinación de los gobernadores a decidir nuevas restricciones ya avanzado el año electoral en provincias con complicaciones económicas y el reclamo de una fase 1 de dos semanas que empujaban desde la provincia de Buenos Aires. En definitiva, se trata de un esquema similar al del anterior DNU, más completo y organizado, manteniendo la suspensión de clases en el AMBA. Si lo había decidido con el 60% de ocupación de camas, no tenía sentido echarse atrás ahora con la ocupación en el 80% y subiendo.
El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, debió trajinar los micrófonos durante todo el día explicando el alcance de las restricciones y el DNU recién salió publicado a última hora, lo que da cuenta de la complejidad del asunto. Para algunos volvió a ser mucho, otros se quejaron por lo poco. En Gobierno insistían con la idea de que el cierre total es algo que está en carpeta, pero que entienden que será más efectivo cuando lleguen los días fríos. Veían como un acierto el proyecto de ley que enviarán al Congreso para establecer criterios científicos claros para determinar los próximos cierres, siguiendo una recomendación del infectólogo Pedro Cahn, inspirado en lo hecho por la canciller alemana Angela Merkel. "Es la política quien debe tomar las decisiones y encontrar las respuestas al desafío que enfrentamos", avisó Fernández en una advertencia a la oposición. Desde Juntos por el Cambio salieron a hablar de supuestos "superpoderes", a los que se negarán. Habrá que esperar que llegue el momento de debatir en el recinto, donde las responsabilidades son mayores que en los sets televisivos. O deberían serlo.