Inoki tuvo muchos nombres. Primero fue Kanji Inoki, por decisión de sus padres cuando nació el 20 de febrero de 1943 en Yokohama, Japón. Luego, cuando se hizo luchador profesional se hizo llamar Antonio Inoki en honor al argentino Antonino Rocca. Por último, ya en su faceta como político, se bautizó como Muhammad Hussain Inoki por su conversión al islam. Fue uno de los luchadores más taquilleros de la historia, peleó contra Muhammad Alí, fundó la revolucionaria New Japan Pro Wrestling, negoció rehenes con Sadam Hussain y protagonizó uno de los eventos deportivos más bizarros en Corea del Norte.
Su carrera como luchador profesional comenzó a los 17 años cuando fue descubierto por Rikidozan, la mayor estrella del pancracio en la historia de Japón. Él era la cara de la Japan Pro Wrestling Alliance (JWA) y necesitaba pupilos para ungir como sus sucesores. Los más destacados de los elegidos por Rikidozan fueron Inoki y Shohei “Giant” Baba, quien más tarde sería su acérrimo rival tanto a nivel deportivo como empresarial.


Inoki, que era un artista marcial talentoso, rápidamente encandiló a una legión de fanáticos que enloquecían por su estilo recio en el ring. Era alto, con una mandíbula marcada y muy aguerrido a la hora de lanzar sus mortíferos golpes. Sin embargo, se podría decir que él mismo sufrió un golpe mortal cuando su mentor Rikidozan fue asesinado por la mafia en 1963, lo que dejó huérfana a la JWA. La empresa, que comenzaba a tambalear, erigió como sus estrellas principales a Inoki y a Baba. Pero la relación se resquebrajó más y más hasta que en 1972 Baba fundó All Japan Pro Wrestling e Inoki hizo lo mismo con New Japan Pro Wrestling.
“Inoki se convirtió en el sucesor de Rikidozan y eventualmente en el ícono que necesitaba Japón para que su estilo de lucha se volviera uno de los más importantes del mundo. Después de la segunda guerra mundial, Japón ha estado necesitada de héroes nacionales, y fue Inoki quien encajó a la perfección en ese molde”, señaló Ernesto Ocampo, historiador y director de la revista mexicana Súper Luchas.
La popularidad de Inoki era arrolladora y se construía a sí mismo como una figura legítima de la lucha libre. Tan importante era que, en 1975, Muhammad Ali lanzó un reto a todos los boxeadores japoneses y un representante de Inoki le contestó que el luchador era capaz de derrotarlo. Pensando que se trataba de una exhibición, el legendario pugilista aceptó el reto. No obstante, cuando vio el aguerrido entrenamiento del nipón, Ali y su equipo decidieron redactar un reglamento que sirvió para proteger la integridad física del estadounidense.
Muhammad Alí y Antonio Inoki protagonizaron en 1976 el prototipo de lo que serían años más adelante las artes marciales mixtas. La pelea fue larga y aburrida, pero sirvió para que Inoki fortaleciera su personaje y, a la vez, se ganara la amistad de Alí. Ambos llenaron el estadio Nippon Budokan y generaron ganancias de un millón de dólares en venta de entradas, pero la contienda no fue popular en Estados Unidos.
La personalidad de Inoki siempre fue extravagante e hizo lo que quiso más allá de lo que sintiera la opinión pública, que tenía mucha debilidad por el ídolo deportivo. Por ejemplo, según reportó Dave Meltzer del Wrestling Observer Newsletter, Inoki fue el primer empresario en contratar atletas soviéticos. Fue tan fuerte el impulso que el japonés le dio a los deportistas comunistas que perdió su campeonato mundial de artista marcial tras 13 años de invicto ante Shota Chochyshvili, que era medalla de oro olímpico en lucha.
En 1989 Inoki se candidateó a la legislatura japonesa por parte de su propio partido político, el Sport and Peace Party, y logró obtener una banca. Ese mismo año, mientras daba un discurso, el luchador japonés sufrió un intento de asesinato. Mientras la geopolítica estaba tensionada en 1990 por la Guerra del Golfo, Inoki logró negociar exitosamente la libertad de 36 rehenes japoneses en Iraq. Se presentó ante el régimen de Hussein como embajador del pueblo japonés, y al cabo de semanas de arduas negociaciones, Inoki logró que liberaran a sus compatriotas. Sin embargo, las andanzas de Inoki no terminaron allí, sino que también viajó hacia Iraq dos veces más, experiencia que le valió para quedar encandilado con la religión musulman y adoptar el nombre de Muhammad Hussein Inoki.
Durante el primer lustro de los años 90, Inoki enfrentó múltiples denuncias por corrupción en las que también estuvieron involucrados su gerente de negocios y su secretaria personal. En 1995, Inoki necesitaba un salvavidas para recomponer su imagen ante los japoneses y decidió llevar adelante un evento masivo en Corea del Norte, tierra natal de su maestro Rikidozan. Japón y Norcorea mantenían un pésimo vínculo, pero Inoki convenció a los locales de albergar el Festival Cultural por el Deporte y la Paz de Pyongyang, que acaeció el 28 y 29 de abril en el estadio May Day. La atracción principal fue un combate entre Inoki y Ric Flair, uno de los luchadores más famosos de la historia. El primer show albergó 165 mil personas, mientras que el segundo fue visto en vivo por 190 mil norcoreanos. Hasta el día de la fecha, ese récord no se rompió.
“Inoki se volvió una figura icónica, un semidiós, y en base a ello le perdona todo. No es el único personaje de la lucha que entró en la política a pesar de cosas cuestionables en su pasado: Great Sasuke llegó al congreso en 2003 y en los 90 protagonizó un video pornográfico con la compañía de películas para adultos del también luchador Chocoball Mukai. Otro detalle que se les perdona a los luchadores es que gran parte de las compañías de lucha, desde la JWA de Rikidozan, han tenido respaldo de la Yakuza. Mientras no hagan algo que transgreda el honor de la lucha en sí, no pasa nada”, explicó Ocampo.
Ya entrada la década de los 2000, y con su carrera como luchador dejada atrás, Inoki se dedicó a trabajar con empresas de artes marciales mixtas. En ese entonces, Pride FC era la reina de las MMA, ampliamente superior a UFC. Inoki hizo varios negocios con dicha empresa y la promotora K-1, en la que varios luchadores de New Japan Pro Wrestling compitieron. La leyenda japonesa organizó en varias ediciones del Inoki Bom-Ba-Ye en año nuevo, un evento que aunaba a figuras de las MMA con luchadores. Quizás la pelea más descabellada fue en 2003 entre Fedor Emelianenko, en ese momento el mejor peleador de peso completo de la historia, contra el inexperto Yuji Nagata, quien fue destrozado.
En 2005, Inoki dejó de ser el accionista mayoritario de New Japan Pro Wrestling, dejando de ser el líder de la empresa tras 43 años al mando. En 2019 Inoki adoptó un perfil bajo porque su salud comenzó a deteriorarse. En 2022, a los 79 años, Kanji Antonio Muhammad Hussain Inoki falleció.