Un equipo de investigadores anunció el descubrimiento de un mamut bebé de aproximadamente 50.000 años en Siberia, sorprendentemente conservado gracias a las bajas temperaturas de la región. Este hallazgo, considerado uno de los más relevantes de los últimos años en paleontología, ofrece una ventana única para entender mejor a esta especie extinta.
El ejemplar, encontrado por un grupo de científicos en una zona remota del permafrost, conserva casi intactos su piel, tejido blando, e incluso restos de pelo. Según los científicos, este nivel de preservación es extremadamente raro y permitirá realizar estudios avanzados de ADN para analizar aspectos de su biología, dieta y las condiciones climáticas en las que vivió.
Según detallaron es muy extraño este tipo de descubrimientos, ya que los animales carroñeros suelen comerse los restos de animales que empiezan a descongelarse pero, en este caso, la cabeza y la trompa están perfectamente conservadas, lo que es muy poco habitual en este tipo de especies. Los análisis iniciales sugieren que vivió durante el último periodo glaciar, cuando estas criaturas dominaban las vastas llanuras del norte junto a otros animales extintos.
Los restos de la mamut hembra llamada Yana pesan 180 kilos y miden 120 centímetros de alto por 200 de largo. Según los investigadores, Yana tenía aproximadamente un año o un poco más al momento de su muerte, pero análisis más detallados permitirán confirmar esta estimación con mayor precisión.
El hallazgo no solo tiene implicancias científicas, sino que también reaviva el debate ético sobre la posibilidad de clonar mamuts a partir de su ADN. Si bien muchos ven en esta tecnología una oportunidad para "revivir" a la especie, otros advierten sobre los riesgos y dilemas que esto podría plantear para los ecosistemas actuales.
Los nuevos hallazgos sobre el rol que cumplían los fósiles para los pueblos originarios
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)- En lo profundo de una cueva olvidada por el tiempo, un grupo de almas curiosas se aventura entre las rocas y el polvo ancestral. Ahí, bajo el manto de la tierra, yacían testigos de un pasado milenario fósiles de criaturas y de ancestros desconocidos. Para esos primeros pobladores, cada hueso y , cada vestigio del pasado era un enigma sin resolver: ¿qué extrañas bestias habían deambulado por esas tierras? ¿Cómo habían llegado hasta ahí? ¿Tendrían acaso sus restos dones mágicos?
Tejiendo historias a base de huesos e imaginación, los pobladores originarios de América Latina buscaron dar respuesta a estos interrogantes y crearon relatos para llenar el vacío de lo desconocido. Así, nacieron mitos y leyendas, explicaciones que, aunque adornadas con el brillo de lo fantástico, eran faros de comprensión en un mar de misterio.
“Los hallazgos paleontológicos permiten una comprensión más profunda de las relaciones entre los antiguos habitantes de América del Sur y los restos fósiles que se encontraban en la región. Muchos son los relatos y creencias que se fundaron en estas asociaciones. Desde remedios mágicos a la existencia de criaturas mitológicas o relatos como el del diluvio universal pueden tener orígen en el descubrimiento de fósiles por parte de estos pobladores. Sin embargo, pocas son las investigaciones que analizan su origen y alcance”, explica Federico Agnolín, investigador del CONICET y de la y primer autor de un estudio que, precisamente, recopila cómo se vinculaban los pueblos originarios con los fósiles.
Así, por ejemplo, el equipo de investigación señala que, en la Patagonia y las Pampas argentinas, los pueblos originarios utilizaban los fósiles, por ejemplo, con fines medicinales. “Varios investigadores, hasta bien entrado el siglo XX, indican que los huesos de algunas bestias eran raspados y mezclados con agua para que lo beban los niños y estén sanos y fuertes. Incluso se creía que servían para sacarles el miedo, lo cual constituye un paralelismo muy interesante a lo que ocurre en Europa y Asia con los restos de ‘dragones’ que eran usados de la misma manera”, asegura Agnolín, integrante del Laboratorio de Anatomía Comparada del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia y de la Fundación Azara.