Sian Proctor: “Las mujeres tenemos varias ventajas para ir al espacio”

Geocientífica y artista, se convirtió en astronauta e integró la primera misión orbital totalmente civil.

17 de diciembre, 2024 | 00.05

La pandemia de Covid produjo profundos cambios económicos, laborales, conductuales y sociales en gran parte de la humanidad. Pero la doctora Sian Proctor, profesora de geociencias y artista, puede decir sin exagerar que a ella le cambió la vida: durante los meses de aislamiento se divorció y fue convocada para ir al espacio, su sueño. Educadora, enviada científica del Departamento de Estado de los EE.UU. y astronauta comercial en la misión SpaceX Inspiration4, primera misión orbital totalmente civil, Proctor integra el Grupo Asesor de Usuarios del Consejo Nacional del Espacio y forma parte del Club de los Exploradores 50, cuyo lema es Space2inspire y que promueve la participación de todos aquellos interesados en el creciente ecosistema espacial. 

De paso por Buenos Aires antes de sumarse a la expedición Quark, que visitará durante tres semanas la Antártida, está radiante por este nuevo viaje de exploración: “Soy madrina de uno de sus barcos, el Ultramarine. Subiremos por la península y cruzaremos el círculo antártico. Este será el tercer año que voy. Cuando estoy a bordo, doy conferencias y expreso mi faceta artística. Estoy muy emocionada”, comenta. 

Sian Proctor durante su visita a Salta

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–Doctora Proctor, ¿como hizo para convertirse en astronauta?

–“Perseguí” el espacio toda mi vida. Siempre quise ser piloto de combate y astronauta. En 2009, casi me incorporé a la NASA. Atravesé todo el proceso de selección hasta la llamada telefónica de ‘sí’ o ‘no’, y fue ‘no’. Pero al final salió bien, porque 12 años después, durante el Covid, me convertí pintora y poeta. Y luego, en 2021, cuando anunciaron la primera misión totalmente civil a la órbita terrestre, ofrecieron dos asientos y obtuve el puesto. Soy la primera artista que viajó al espacio. 

–¿Debe haber habido muchísimos postulantes? ¿Qué cree que los atrajo de su presentación?

–Cuando nos enfrentamos a la incertidumbre, recurrimos a nuestra creatividad. Hubo muchas personas que durante la pandemia incursionaron en la cocina, o aprendieron a tocar un instrumento musical… Yo empecé a pintar y hacer collage, y luego escribía un poema para acompañar [esas obras]. Combiné ambas cosas. Y cuando apareció la oportunidad de participar de la misión Inspiration4, como tenía que enviar un video de dos minutos para justificar porqué tenían que llevarme al espacio, pensé que en lugar de simplemente decirles que soy artista, poeta y científica, lo iba a mostrar. ¡Y fui seleccionada! Había estado persiguiendo el espacio toda mi vida, así que estaba lista. Muy feliz y llena de gratitud por tener esta oportunidad.  Volé al espacio a los 51 años. Finalmente logré mi sueño.

Durante el Covid, desaté mi creatividad y mi auténtica voz. Permití que se expresara una parte de mí que siempre estuvo allí. Y me ayudó a ver las cosas de otra manera. Me ayudó a estar abierta a la belleza del mundo. Que está todo el tiempo ahí, pero a veces tenemos puestas anteojeras, porque estamos demasiado absortos en el día a día. Y luego, ir al espacio y ver el planeta desde órbita y descubrir la vida en la Tierra por mí misma… ¿Alguna vez oíste hablar del término ‘luz terrestre’ (earthlight, en inglés)? No, nadie lo conoce. Soy geocientífica y no sabía nada sobre la luz terrestre hasta que fui al espacio y literalmente me bañé en ella. Es increíblemente hermosa. Se advierte en algunas de mis fotos favoritas desde el espacio.

–¿Qué hay que tener para convertirse en astronauta?

–Creo que lo más importante es amar la exploración, sentir curiosidad por lo que nos rodea. Explorar no se trata de descubrir algo nuevo para la humanidad, sino de descubrir algo nuevo para uno mismo. Todos los días podemos elegir ser exploradores. Cuando tienes esa mentalidad de querer entender cómo funciona el universo, te involucras más. 

–¿Y desde el punto de vista físico?

–Por supuesto, estar en la mejor forma posible ayuda, pero no tienes que ser perfecto. En el pasado enfatizábamos que había que ser prácticamente un atleta, pero ahora, con los vuelos comerciales, todo eso cambió. Si lo piensas, en los últimos tres años volaron el individuo más joven, a los 18 años, y la persona de más edad, a los 90, Ed Dwight. Y en cuanto a su salud, algunas personas están en muy buena forma, otros no tanto. Estamos aprendiendo que no es necesario ser perfecto para ir al espacio. Y a medida que lo hacemos más accesible, creamos un espacio justo, equitativo, diverso e inclusivo.

–Más allá de satisfacer nuestra sed de exploración, mucha gente objeta que se inviertan fondos cuantiosos en la actividad espacial. ¿Qué les diría?

–En última instancia, los vuelos espaciales tripulados tienen que ver con resolver problemas de la Tierra. Vamos a la Luna y a Marte para hacer más sostenible nuestro planeta. Ya estuvimos antes en la Luna, pero esta vez nos quedaremos y tendremos que aprender cómo vivir, trabajar y jugar allí. Y a medida que descubramos cuál es el mejor sistema energético, el mejor refugio y la mejor manera de reciclar el agua y producir comida en la Luna, tendremos que alcanzar un nivel de eficiencia que nos hará más sustentables aquí. En definitiva, eso es lo que queremos: mejores sistemas energéticos, tratamiento de aguas residuales, reciclaje y producción de alimentos, energía, vivienda, gestión de recursos. Son problemas realmente complejos que estamos resolviendo sobre la marcha.

La misión Artemis (que llevará nuevamente astronautas a la Luna) ya sufrió varios retrasos. Está previsto que se construya la estación espacial Gateway (en órbita lunar) en 2028. ¿Es posible pensar en instalar una base para 2030?

Me gusta pensar que sí. Creo que existen grandes desafíos, pero que si combinamos misiones civiles y comerciales, como lo estamos haciendo con compañías como Space X y Blue Origin, tenemos la receta para enfrentarlos. Y eso me emociona. 

–Ya nadie discute que las mujeres se ganaron un lugar en la actividad espacial. ¿Aportan algo particular?

–Cuando tienes perspectivas diversas, obtienes nuevos conocimientos. El 50% de la población está compuesta por mujeres, proporcionamos nuevas formas de pensar sobre las cosas. Nuestra experiencia compartida como cuidadoras y madres nos brinda una perspectiva única en todo lo que hacemos. Pero hay algo más, muy interesante. Abandonar la Tierra tiene que ver con el peso y la masa. Las mujeres tendemos a ser más pequeñas y a comer menos. Ocupamos menos volumen. Consumimos menos energía. Por eso, algunas personas sugieren que una tripulación exclusivamente femenina podría ser la mejor opción para un viaje a Marte. Y además estamos descubriendo pequeñas características fisiológicas, como que tus globos oculares tienen algunos cambios que suceden cuando estás en microgravedad, que les suceden a los hombres y no a las mujeres. Queremos diversos géneros, diversidad de todo tipo. Porque cuando hay grandes desafíos, tus posibilidades de resolverlos aumentan exponencialmente si tienes diferentes puntos de vista. 

–¿Qué cambios sintió mientras estuvo en el espacio?

–Todo el mundo, cuando está en órbita, sufre una adaptación. En cuanto llegas a ese ambiente de gravedad cero, tus fluidos comienzan a distribuirse de forma diferente. Se te hincha la cara y puede que te duela la cabeza, tu columna se alarga, te vuelves más alta y podrías tener dolor de espalda. Eso varía entre individuos, pero le sucede a todos; algunos hasta se enferman por las náuseas. Pero hay medicinas, puedes tomar cosas que te hagan sentir mejor. ¿No te sientes bien? Tomas un medicamento y listo. 

–Ahora que volvió a su tarea como profesora de geociencias y artista, ¿le interesa inspirar a estudiantes para que sigan sus pasos?

–Sí, creo que hay un lugar para todos los que lo deseen en esta economía espacial, ya sea ayudando en el control de la misión, construyendo cohetes, siendo parte del equipo de tierra o siendo astronauta. Solo que a veces no lo ven. Se necesita de personas como yo, que compartan su historia para que consideren que es un camino a elegir. Estamos empezando a ver que las empresas podrán elaborar productos en el espacio. Si podemos ir a la Luna y descubrir cómo usar los recursos allí para construir nuestro hábitat, ése será un paso importante. Sin embargo, no es imprescindible ir al espacio [para participar de esta aventura]. Lo que necesitamos son países que estén empezando a construir “sitios analógicos”; es decir, lugares muy parecidos a la Luna o Marte, donde puedes ir y probar cosas como construir un hábitat o imprimir en 3D un paisaje lunar, o crear y probar rovers y hacer todas estas cosas. Porque hay que hacer ensayos aquí en la Tierra antes de llevarlos a la Luna. La Argentina es un gran lugar para un sitio analógico. Tienes un desierto a mucha altura, muy remoto, muy parecido a Marte o a la Luna. Se podrían construir hábitats analógicos allí donde puedan ir estudiantes, profesores e incluso personas de todo el mundo. Así es como vamos a resolver y descubrir cómo enfrentar los desafíos que plantean los viajes espaciales. 

–Tanto la Antártida, adonde se dirige ahora, como el espacio, son lugares preservados para la paz. ¿Pero… se cumple esta intención?

–Sí. La Estación Espacial Internacional (ISS, según sus siglas en inglés) es un excelente ejemplo. No se habría construido si no fuera por una coalición internacional de socios que se unieron para lograrlo. Y si nos fijamos en quién vive en la ISS, veremos que tuvo presencia continua de humanos en el espacio durante los últimos 20 años, un grupo diverso proveniente de diferentes países. Ese es un modelo que hay que llevar a la Luna. Por eso los “Acuerdos de Artemis” [un conjunto de principios que guían la exploración y uso del espacio establecidos en 2020 por los EE.UU. y más de 50 países que están basados en el Tratado del Espacio Exterior de 1967] son tan importantes. Es la primera conversación sobre esta idea: lo haremos cooperando y trabajando para el bien de la humanidad.