Todo parece indicar que habrá un antes y un después de que Donald Trump asuma, el 20 de enero, su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos. Lo sabe Elon Musk, el hombre más rico del mundo y uno de los asesores más influyentes del nuevo gobierno. A partir del triunfo electoral del candidato republicano, al que contribuyó con sumas importantes de dinero pero también manipulando el algoritmo de X, Musk elevó su perfil de “kingmaker”: ahora apuesta abiertamente a instalar gobiernos de ultraderecha en los países más importantes de Europa. Cuenta con recursos casi infinitos para hacerlo.
Después de su coqueteo con los neonazis alemanes, las alarmas volvieron a encenderse en los últimos días de 2023, cuando Musk y Trump recibieron en Mar-a-Lago, la residencia del presidente electo en Florida, al líder del Partido Reformista de Gran Bretaña, Nigel Farage, principal figura de la ultraderecha en ese país. Días más tarde, el periódico londinense The Times reportó que en la charla se habló de un compromiso para financiar la próxima campaña con 100 millones de dólares. La cifra equivale al doble de lo que gastaron, en conjunto, todos los partidos políticos en la campaña para las elecciones del año pasado.
El problema es que, justamente, hubo elecciones el año pasado y el actual primer ministro, el laborista Keir Starmer, elegido con más del 60 por ciento de los votos, tiene cinco años de mandato por delante, excepto que pierda la confianza del parlamento. Sin paciencia para esperar tanto tiempo, Musk decidió iniciar una campaña de demolición contra el gobernante en su red X, utilizando las herramientas habituales: desinformación, viralización de noticias falsas y seteo de agenda para hostigar a su víctima de turno. Así como en Alemania la excusa fue un atentado terrorista reciente, en Inglaterra fue un caso policial de más de diez años.
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Difundiendo enlaces a páginas conocidas por diseminar fake news, Musk comenzó a fines de la semana pasada a acusar a Starmer de haber encubierto un escándalo nacional de abuso de niñas por parte de bandas conformadas por inmigrantes pakistaníes, a comienzos de la década pasada, cuando el actual primer ministro era el jefe de fiscales. Si bien hubo informes que dieron cuenta de fallas en las investigaciones, hay personas cumpliendo largas penas por esos hechos y no existe ningún indicio de que existiera un plan de impunidad propiciado por el actual primer ministro de la naturaleza del que denuncia el dueño de X en su plataforma.
Pero la verdad hace rato que pasó a un segundo plano. Musk usa y abusa de su poder para alcanzar objetivos políticos. Hace dos semanas hizo valer su influencia en redes sociales, inflada artificialmente por un algoritmo opaco que manipula a su antojo, para boicotear el presupuesto negociado durante meses por ambos partidos en el Capitolio. Ahora quiere levantar una tempestad que se lleve puesto el gobierno del principal aliado histórico de Washington. En 2019, después del derrocamiento de Evo Morales en Bolivia, donde tiene intereses en la explotación de litio, había tuiteado: “Daremos todos los golpes de Estado que haga falta. No jodan más”.
La seguidilla de ataques contra el primer ministro se intensificó en los primeros días del año, con varios posteos y reposteos diarios sobre el tema, con una virulencia cada vez más notable. Antes del fin de semana, Musk le pidió varias veces al rey Carlos III que disuelva el gobierno y llame a elecciones, una prerrogativa de la corona que no se invoca desde hace siglos. 48 horas más tarde dio un paso más: publicó una encuesta en su cuenta de X preguntando si “Estados Unidos debe liberar al pueblo de Gran Bretaña de su tiránico gobierno”. El 58 por ciento de los casi dos millones de participantes opinó que sí.
“En mis libros, cruzó una línea”, le respondió Starmer el lunes. “Aquellos que están difundiendo mentiras y desinformación tanto como les resulta posible no están interesados en las víctimas sino en ellos mismos”. No fue el único dirigente europeo que eligió a Musk como blanco. El francés Emmanuel Macron también eligió el mismo día para cuestionarlo: “Hace diez años ¿si nos hubieran dicho que el propietario de una de las mayores redes sociales del mundo apoyaría una nueva internacional reaccionaria e intervendría directamente en elecciones, incluida Alemania, quién se lo habría imaginado?”
Mientras tanto, Javier Milei estrecha su alianza con el supermillonario y esta semana le garantizó un nuevo negocio. Con un decreto, el presidente argentino eliminó el Fondo de Servicio Universal de Telecomunicaciones, un fideicomiso financiado con el 1 por ciento de las ganancias de las empresas que prestan servicios y que se usaba para fondear la instalación de infraestructura subsidiar a empresas cooperativas para que ofrezcan conectividad en zonas donde los privados no llegan por no encontrarlo rentable. Cuando el Estado se retire de esos lugares, la única conexión que existirá va a ser Starlink, el servicio de internet satelital de Musk.
Otra noticia sobresaliente en los primeros días de enero, mientras se acerca la asunción de Trump, prevista para el 20, la dio ayer Mark Zuckerberg, el dueño de Meta, la empresa dueña de Facebook, Instagram y Whatsapp. Esa empresa hasta ahora había mantenido una política de moderación de contenidos más estricta, pero Zuckerberg anunció que adoptará un sistema similar al que permitió la proliferación de contenido de ultraderecha en X para que “vuelva la libertad de expresión” a su plataforma. Además, mudará las oficinas de los equipos dedicados a esa tarea de la liberal California a la conservadora Texas.
Cambios en el directorio confirman no solo un giro a la derecha sino un alineamiento completo con el resto de Silicon Valley para marcarle al nuevo gobierno la línea de política exterior: “Vamos a trabajar con el presidente Trump para hacer retroceder a los gobiernos de todo el mundo que van contra empresas estadounidenses y promueven la censura. Europa tiene leyes fallidas que institucionalizan la censura y dificultan construir cosas innovadoras. En América Latina hay Cortes Secretas (sic, por Cortes Supremas) que pueden pedirle a las empresas que den de baja contenido. En China directamente nos censuran”, dijo Zuckerberg.
Envalentonado con el apoyo de esta nueva élite global, más poderosas que sus predecesoras, Trump anticipa que el tono de su segundo mandato será distinto al del primero. En las últimas 48 horas hizo referencias a la anexión de Canadá y de la isla de Groenlandia y dejó abierta la posibilidad de una intervención militar en el canal de Panamá. Se trata de posiciones de altísimo valor geoestratégico. En el caso de Panamá porque es un cruce interoceánico que sirve para dominar el comercio mundial. En el caso de Canadá y de Groenlandia, por el acceso al Ártico y la explotación de minerales estratégicos abundantes en esos territorios.
El mundo que comienza con Trump será muy distinto. Los cambios que se precipitaron a partir de la pandemia y la invasión a Ucrania volverán a acelerarse. Los conflictos recrudecerán y el derecho perderá terreno ante la prepotencia de las armas y el dinero. Trump hizo explícito lo que todos ya saben: las regiones estratégicas están en la mira de las grandes potencias. En la otra punta del mundo, en un país con amplias extensiones de territorio, recursos naturales abundantes y acceso privilegiado a uno de los polos, la clase dirigente llega al banquete sin percatarse de que no fueron invitados, precisamente, en condición de comensales.