Era la hora en la que el sol se posa en la mitad del cielo y sus rayos se reflejan en el blanco de las baldosas de la Plaza de Mayo. En ese momento, salieron al emblemático balcón de la Casa Rosada el presidente, Javier Milei; y a quien acaba de reconocer como presidente electo de Venezuela, Edmundo González Urrutia. Alzaron sus manos entrelazadas ante unos cientos de migrantes venezolanos y venezolanas que estallaron en un grito y encendieron bengalas para celebrar. Llevaban banderas de su país y algunos carteles en apoyo al dirigente opositor, que este 10 de enero planea regresar a su país para asumir el mandato que reclama tras unas elecciones que dice ganadas ante Nicolás Maduro.
En el encuentro el diálogo giró en torno al, justamente, el apoyo “moral” del Gobierno argentino a González Urrutia, a la situación del gendarme Nahuel Gallo detenido por las autoridades venezolanas; y a “promover la estabilidad regional” y en una agenda de “colaboración que permita a los países prosperar en libertad y equidad”.
En la Plaza, la emoción se mezcla con la incertidumbre: no se sabe qué es lo que va a suceder en seis días, cuando se presume será el traspaso de mando presidencial. Es que, Maduro planea tomar posesión y González Urrutia, también, pese a que sobre él pesa una orden de captura –con una recompensa para quien aporte datos de 100 mil dólares- y una denuncia por usurpación de funciones, forjamiento de documento público, instigación a la desobediencia de las leyes, conspiración, sabotaje de sistemas y delitos de asociación.
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La información que se conoce hasta ahora es poca y la estrategia de la oposición no es clara. En conferencia de prensa, el candidato opositor aclaró que no daría especificaciones más que el hecho de que su “intención es ir a Venezuela y tomar posesión” y que espera que Maduro “contribuya a una transición pacífica” en lo que asumió será el punto culmine de una larga campaña. Lo que sí parece es que habrá movimiento en las calles: “Estamos atentos a las señales de María Corina Machado y Edmundo González”, dijo en entrevista con El Destape la secretaria de la ONG Alianza por Venezuela, Lisett Luque, que llevaba una bandera de su país colgada en la espalda.
Además de ella, en la concentración estuvieron otros referentes como Elisa Trotta, ex embajadora -nombrada por el autoproclamado presidente encargado Juan Guaidó- y secretaria general del Foro Argentino para la Defensa de la Democracia; y Charbel Najm, coordinador del partido Primero Justicia en Sudamérica.
Para Luque “hay un rol clave de la ciudadanía, hay un rol clave de los actores políticos dentro y fuera del país y de los gobiernos legítimos como el de Argentina”. Ella vive hace ocho años en el país, trabaja en marketing y comunicación, apoya al partido Primero Justicia (de Henrique Capriles) y hace parte de la diáspora venezolana en Argentina, que se calcula en 250 mil personas aquí, pero que consiste en unas 8 millones de personas alrededor del mundo, empujados por una crisis económica, política y social que se profundizó luego de la muerte del expresidente Hugo Chávez con severas sanciones por parte de Estados Unidos.
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“La metodología, la forma, la decisión de cómo va a hacer esa toma de posesión está en manos de quienes han ganado las elecciones. El mundo democrático va a seguir las instrucciones que Edmundo y su equipo planteen”, dijo la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en el Palacio San Martín ante la consulta de si la gestión mileísta aportará algún recurso a nivel logístico para la entrada de González Urrutia a Venezuela.
Las elecciones del 28 de julio en Venezuela se dieron en medio de un clima particular: hacía diez años la oposición practicaba el abstencionismo por considerar que no existían garantías para que se presentaran. En ese contexto, a lo largo de los años, se llevaron a cabo diversas mesas de diálogo entre oficialismo y oposición con mediadores internacionales como Noruega, y con garantes como Brasil, Colombia y México, hasta que se selló el Acuerdo de Barbados. La oposición volvió a presentarse a las urnas, pero con su máxima dirigenta antichavista de Vente Venezuela María Corina Machado inhabilitada para ejercer cargos públicos por 15 años por denuncias por corrupción. La académica veterana Corina Yoris había sido la segunda elegida para reemplazar a Machado, pero tampoco pudieron inscribirla.
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El tercero en la lista fue González Urrutia, un veterano diplomático, que fue embajador en Argentina en los primeros años de Chávez –que son conocidos como “la transición”-, afiliado a la democracia cristiana del partido Copei y uno de los principales cuadros técnicos dentro de la Mesa de la Unidad Democrática-Plataforma de la Unidad Democrática, la primera alianza unitaria contra el chavismo (como se contó en esta nota, la negociación no fue para nada sencilla, porque los quiebres dentro de la oposición existen y las disputas internas fueron las que las llevaron a tantos años de desencuentros).
Con el sostén de Machado, González Urrutia emprendió su campaña. La oposición se organizó en "comandos" a lo largo de todo el país y también en las afueras. La principal tarea que emprendieron para las elecciones fue recolectar los datos del escrutinio que hoy usan como documento para reclamar la presidencia, pero que las autoridades electorales venezolanas desconocen y que las judiciales consideraron como “usurpación de funciones”.
“El órgano electoral no ha podido demostrar que Maduro ganó las elecciones a diferencia de del Comando con Venezuela que ya logró la documentación del 83% de las actas que arrojan la victoria del presidente 68% de los votos”, aseveró Luque ante este medio, cuando las y los venezolanos todavía cantaban algunas canciones en la Plaza y se sacaban fotos. Luque, que trabaja también en el acompañamiento de sus coterráneos en el país celebró el espaldarazo de la Argentina –de Milei, específicamente-, pero también rescató –al contrario que el Presidente- que se llevan “pueblo argentino mucho que aprender del legado de memoria, verdad y justicia”, una consigna hecha bandera por los organismos de derechos humanos que logró reconocimiento internacional tras conseguir el juzgamiento de militares perpetradores de la última dictadura cívico militar.
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“No acompaño completamente”, dijo sobre el desguace de las políticas de derechos humanos en el país en lo que consideró una “agenda personal” de Milei, que “reconoció el derecho de la libertad de expresarse de los venezolanos”.
El escenario de una posible doble presidencia rememora a la situación que se dio con Juan Guaidó. El dirigente de Voluntad Popular había sido electo diputado y, luego, presidente de la Asamblea Nacional. Era 2019 y la oposición había decido no presentarse a las elecciones de ese entonces, aún así consideraron que existía un vacío de poder y Guaidó se declaró “presidente encargado”, que fue reconocido por unos 50 países, en una estrategia que la misma oposición criticó y descartó hace un año. A pesar de que el escenario es similar, Luque planteó ante este medio que en ese punto está la diferencia: “Nosotros elegimos como nuestro candidato a Edmundo González Urrutia pese a las persecuciones, a la inhabilitación, al secuestro de las tarjetas de los partidos políticos y la intimidación”, enumeró.
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Así, el ultraderechista Milei se convirtió en el primer mandatario en recibir a González Urrutia en el marco de una gira que incluirá los siguientes países en orden: Uruguay, Estados Unidos, República Dominicana y Panamá. Allí, se reunirá con los mandatarios Luis Lacalle Pou, Joe Biden, Luis Abinader y José Raúl Mulino, respectivamente. No está confirmado, pero el candidato opositor dijo que se buscará reunirse con líderes del Congreso de Estados Unidos y no se descartó un encuentro con el electo presidente de Estados Unidos Donald Trump, que durante su primera presidencia abrió la puerta a una intervención militar y que amenazó ya con reforzar el bloqueo económico.
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La tensión pareciera que se asoma a cada día y cada hora que se acerca al 10 de enero. Y las dudas giran en torno a una salida que podría ser un poco más violenta, sobre todo porque Machado, dirigenta aliada a Washington es una activa participante de todos los intentos desestabilizadores desde 2002 y hasta se animó a llamar a la intervención militar en 2019 al considerar que la "única forma de que cedan (desde el oficialismo) es con el uso de la fuerza internacional". “Es una política que no comparto. La soberanía del pueblo reside en el pueblo y somos los venezolanos los que ya legítimamente elegimos al presidente Urrutia. Así que ahora el poder reside en nosotros, en las Fuerzas Armadas que hicieron un juramento al pueblo de Venezuela para que sean fieles y leales a la defensa de la patria”, opinó Luque ante ese panorama.
En tanto, ante las consultas de este medio sobre las posiciones de aliados más cercanos a Maduro que a la oposición como México, Colombia y Brasil, la respuesta fue que hay diálogo con ellos también, aunque por el momento lo que se escucha es sólo el silencio por parte de ellos. Sobre todo, luego de que la relación con Brasil se haya tensado al punto de que el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva decidiera vetar el ingreso de Venezuela a los BRICS y eso implicara la acusación de "mensajero del imperialismo norteamericano" contra Celso Amorim, el asesor en política exterior del gobierno brasileño, una espuma que lograron bajar: la estabilidad en Venezuela, punto vórtice de la geopolítica mundial en donde todo pareciera definirse, es clave Brasil como para Colombia -por ende para Sudamérica- en un contexto de fuerte polarización social e internacional.
Otros históricos aliados de la oposición, como la Unión Europea, sólo hicieron declaraciones de ocasión -mientras lidian con sus propias incertidumbres-, mientras que España se encargó de darle asilo a González Urrutia desde septiembre pasado.
Del otro lado, nuevamente, la movilización en la calle –que hasta ahora casi siempre se tornó violenta- parece será la clave para la oposición: “Nosotros no estamos dispuestos a negociar nuestra libertad. Los venezolanos le dimos un mandato claro a Edmundo y a María Corina y esperamos que sea cumplido. Más allá de lo que sucede en esas mesas de negociación o en esos acuerdos. Ellos han reivindicado siempre su palabra, el compromiso es la libertad de nuestro país, la defensa de nuestra soberanía y la recuperación de un país que hoy es totalmente diferente a cualquier otro. Hoy no hay dos Venezuela, hoy hay un país unido que quiere el reencuentro con la familia. Hay un país que quiere progresar”, sentenció Luque.
Del lado oficialista, Maduro intentó estabilizar al país desde lo económico y hacer pie en la histórica militancia chavista como en el reimpulso del proceso comunal —el legado de Chávez de una democracia participativa y protagónica—, al tiempo que se generaron interpretaciones diversas sobre sus palabras tras los comicios al convocar a “una nueva revolución con otras características”.