Los tiempos cambian, pero el impacto de algunos programas perdura. Tal es el caso de VideoMatch, mítico programa conducido por Marcelo Tinelli que marcó la carrera de una troupe de humoristas argentinos entre los que se encontraba Sergio Gonal. Oriundo de Mar del Plata Gonal brilló con personajes como Sergio, el diariero o "El Lobizón del Oeste", pero tras el fin del ciclo su carrera viró hacia el teatro y la televisión, donde hizo personajes de reparto en series y telenovelas.
En enero Gonal vuelve a Villa Carlos Paz con un espectáculo de cuadros humorísticos que lo tendrá compartiendo escenario junto a Gladys Florimonte, Florigonal. En un mano a mano con El Destape, el actor repasa su carrera, mejores momentos, frustraciones y cambios en la forma de hacer reír de cara al inicio de la temporada de verano.
¿Cómo descubriste que eras gracioso?
- Todos tenemos en la familia un amigo o un pariente que nos hace reír mucho, y a mí me pasó que vengo de una familia divertida: mi viejo era el primero en abrir las pistas de baile y mis abuelos, sobre todo los maternos, eran de terminar reuniones multitudinarias con una guitarreada o contando chistes. Crecí con eso y para mí era algo normal, por lo que empecé a trasladar ese humor a todos lados, pero en el colegio los compañeros me miraban raro… ahí me empecé a dar cuenta que quizás lo que vivía en casa no era tan normal.
¿Y cuándo viste en el humor la posibilidad de un trabajo?
- Cuando fui papá a los 18 años, justo después de terminar el colegio. Estaba enfocado en que debía trabajar y me fui al taller de mi papá, que pintaba carteles y letras para los teatros. Tengo el recuerdo de haberlo acompañado de chiquito a la carpa de Carlitos Balá en Luro y Corrientes, y ver su espectáculo todas las tardes. Siempre que Carlitos pedía un nene, yo subía al escenario. Creo que compartir ese ritual con mi viejo fue lo que me disparó la chispa artística. Y empecé a estudiar teatro como algo vocacional.
Mientras trabajaba con mi viejo en el taller hacía algunas presentaciones gratuitas como humorista, en peñas y en cualquier otro lugar donde hubiera un espacio, y también actuaba en obras de texto con mis compañeros de teatro, pero todo muy cooperativo. Esa fue mi vida hasta el auge de las licencias de las FM. Notaba que había programas de política, de deporte, de pesca, pero no de humor, y aprovechando ese hueco le ofrecí un programa al dueño de una radio importante de Mar del Plata y aceptó. Me dio los miércoles de 17 a 18 horas y a los dos meses ya estaba haciendo toda la franja horaria, de lunes a viernes. Ahí me di cuenta que lo mío era eso y dejé de trabajar en el taller. La radio se fue transformando en un programa de cable, en participaciones para los canales de aire y las radios más importantes, hasta que llegó VideoMatch y fue una bisagra en mi carrera.
¿Preferís la radio a la televisión?
- Ambos espacios tienen su encanto, pero la radio es creatividad pura. Por lo menos en los ‘80, donde no te podían ver la cara. Hoy el streaming está rompiendo eso.
En mi programa de radio tenía una locutora, Cristina, que tenía una voz muy sensual y era una señora grande. Como ninguno de los oyentes se imaginaba que una voz tan linda podía venir de una mujer mayor, jugaba con eso y le preguntaba cosas para alimentar la imaginación de la gente, que se prendía fuego. Había muchos hombres que querían conocerla por la fantasía que se armaba al aire (se ríe).
¿Con cuántos años dejaste Mar del Plata para irte a Buenos Aires y tratar de entrar a VideoMatch?
- Año 1995, tenía 27 años. Yo era un admirador de VideoMatch y me gustaba mucho el programa, cuando viró hacia el humor. Cuando Marcelo empezó a pedir humoristas decidí probar suerte y presentarme en un casting, en 1993, del que salí rebotado. De esa convocatoria salió Toti Ciliberto. Al año siguiente Marcelo volvió a hacer un casting de humoristas y para no tropezar de vuelta con la misma piedra, le mandé a su productora un video en VHS con cosas que hacía en mi programa radial. Dejé el material en Florida 686 y tuve tanta mala suerte que en uno de mis llamados para saber si Marcelo había podido verlo me confirmaron que la productora se había mudado y que esa película estaba perdida. Me desesperé y tuve que editar nuevamente un video para llevarlo hasta el canal.
El día que caí en la oficina de Marcelo me agarró una lluvia tremenda. Siempre recuerdo esa lluvia, porque fue como una bendición, me empapé y llegué hecho un estropajo. Cuando me vio “El Chato” Prada nos pusimos a charlar sobre Mar del Plata y conectamos desde ese lado. Les dejé el VHS y rogué que les gustara. Gracias a Dios así fue y fui uno de los humoristas que entró en el ‘95.
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Qué piensa de las acusaciones contra Tinelli por falta de pagos y el día que dijo adiós a VideoMatch
¿Cuál fue tu primera impresión de Marcelo Tinelli?
- Las primeras palabras que intercambiamos fueron sobre Mar del Plata y tienen origen en una anécdota tremenda durante la hiperinflación de Alfonsín: corría 1989 y estaba haciendo un programa de radio en el que había muchos sorteos. Todos los auspiciantes ponían algo y yo estaba cebado, quería siempre un poco más así que empecé a regalar televisores color, algo muy costoso en esa época. Los auspiciantes me apoyaron y empecé a comprar televisores para regalar haciendo que el programa creciese mucho. La gente quería ganar… hasta que me agarró la híper inflación y los televisores pasaron a costar el doble, con lo que contraje una deuda. Pedí plata prestada y hasta tuve que cubrir un regalo con mi propio televisor color nuevo, que le había prometido a mi ex mujer y a los chicos… un desastre (se ríe).
El tema es que fui hasta el banco para hablar con el jefe de cuentas corrientes, un hombre llamado Gustavo Salazar, para que me diga cómo poder saldar esa deuda y cerrar mi cuenta. Y pasó el tiempo, yo entré a trabajar a VideoMatch y con uno de mis primeros sueldos pagué todo. Hasta que un día Marcelo me llamó en un corte del programa y mirándome serio me dijo: “No me gusta tener gente que tenga deudas acá”. En ese momento yo temblaba: le expliqué que había pagado la deuda que tenía, pero me estuvo jodiendo todo el programa con que yo debía plata en un banco de Mar del Plata. No sabía donde meterme de los nervios. Cuando terminó y salimos del aire me dijo: “Sergio, el otro día hice un asado con mis primos y uno de ellos se llama Gustavo Salazar, es el jefe de cuentas corrientes de un banco de Mar del Plata. Mi primo te ama por la actitud que tuviste”. Increíble (se ríe).
¿Qué opinión te merecen las acusaciones contra Tinelli y la falta de pagos a trabajadores de ShowMatch?
- Mirá, a modo personal debo decir que conmigo fue un tipazo muy cumplidor y haber trabajado con él me cambió la vida. Yo agradezco eso.
Lo que me pasa hoy cuando veo todos esos comentarios y acusaciones contra Marcelo es que no puedo creer que estén hablando de la misma persona que conocí yo. No lo puedo creer.
¿Seguís teniendo contacto con él?
- No, desde que renuncié a VideoMatch en el 2000. Pasaron 20 años, es mucho tiempo…
¿Por qué te fuiste de VideoMatch?
Porque sentía que ya había hecho mucho en el programa: sketches, personajes, dos discos, cámaras ocultas, participaciones en el vivo del show del chiste. Por otro lado, los 2000 fueron un año con muchos recortes de presupuesto en VideoMatch y echaban a compañeros. Yo no me quería ir mal de ahí y entonces decidí renunciar en el mejor momento y con la mejor imagen de ese programa. Ese año estuve todas las noches en VideoMatch con el personaje de Sergio, el diariero.
Desde entonces que no me quedó una relación con Marcelo, no somos amigos. Ni siquiera tengo su teléfono.
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"Sergio 'El Lobizón del Oeste' vendió más discos que Luis Miguel"
¿En algún momento de tus años en VideoMatch te pesó la fama?
- Sí, cuando hacía a Sergio “El Lobizón del Oeste” porque no me sentía tan cómodo con el personaje, ya que la música no era mi palo. La verdad es que lo concebí como un sketch humorístico que evidenciaba las falsedades que hay en el medio, pero nunca pensé que se iba a generar algo tan grande. Y Marcelo vio un disco y ese disco, Marta, vendió 240.000 copias. Si buscás los rankings de ventas del año ‘96 no lo podés creer, “El Lobizón” le ganaba a Luis Miguel. Una locura. De alguna manera el personaje me iba fagocitando y la gente se creía que yo, Sergio Gonal, era “El Lobizón del Oeste”. Y eso fue terrible. Me acuerdo que una vez me contactaron unos directores de cine que estaban haciendo un documental sobre la cumbia en Perú y querían mi testimonio. “Vos sos un referente”, me dijeron al tiempo que me pedían una nota. Yo me quería matar.
Después grabamos La arañita de Martita, que vendió 60.000 discos. Ya venía en baja, pero vendió mucho. Luego quisieron sacar un tercero y ahí fue donde dije no, porque no disfrutaba lo que estaba haciendo. Le dije a Marcelo que necesitaba darle un descanso a “El Lobizón” y aunque él buscó persuadirme me mantuve en esa posición.
¿Lograste hacer las paces con ese personaje?
- Sí. Hoy, con la experiencia de los años, creo que debería haberlo seguido haciendo. Quizás buscando la manera de perfeccionarlo o de aprender un poco más, quizás aprendiendo a tocar algún instrumento musical. Pero bueno, está esa gran frase de Ringo Bonavena que dice que “la experiencia es un peine que te dan cuando te quedas pelado” y en mi caso fue real.
¿Cuánto cambió tu forma de hacer humor desde los ‘90 hasta ahora?
- Ya no hago humor que dañe u ofenda a las personas. Para mí la regla del humor es que tiene que divertir, que es fundamental, y no ser dañino. He sacado muchos cuentos de mi repertorio porque ya quedaron viejos. Es conciencia individual.
Aún así hay gente que se ríe de todo y me parece bien. Miralo a Ricky Gervais, por ejemplo, que se ríe de cosas tremendas. Creo que no debemos perder esa libertad de pensamiento en torno a qué humor sí y qué humor no; sino ya pasa a ser censura.
¿Con qué temas decidís no hacer humor?
- Con algunas discapacidades. Lo digo con la conciencia de quien no resiste ningún archivo, pero ese tema lo dejé afuera. Tampoco podría hacer humor que cosifique a las mujeres y eso antes era común, y ninguno de los que lo hacíamos éramos conscientes de que estaba mal. Igual jamás haría una crítica al humorista que sigue haciendo humor de ese tipo. Es más, capaz lo voy a ver. Uno admira lo que no puede hacer.
