En el último tiempo hubo una vuelta a la filosofía estoica. Librerías dedican secciones enteras a estas producciones y proliferan cuentas en redes sociales que difunden preceptos estoicos de los filósofos más célebres como Séneca, Cicerón y Marco Aurelio. El fallecido periodista y pionero en medios digitales, Mario Tascón, anunció que el libro Meditaciones de Marco Aurelio fue el más leído en pandemia en España y hoy está entre los cinco más leídos de ese país. Acá, el propio Javier Milei atribuyó una cita apócrifa a Cicerón al presentar el Presupuesto 2024 en el Congreso.
El filósofo y uno de los autores del libro Estoicismo. Diccionario esencial, Álvaro Márquez entiende el renovado interés por esta corriente filosófica que nació en el silgo III a.C en Grecia como un intento por agarrar todas las herramientas posibles para enfrentarse a la época de mayor incertidumbre desde la Segunda Guerra Mundial. Como lo fue en sus orígenes, cuando en la Grecia antigua las polis (ciudad-Estado) cayeron en decadencia y fueron absorbidas por el reino Macedonio. Con ello aparecieron corrientes como el estoicismo o epicureísmo que pensaron formas de comunidades no políticas y con una fuerte ética de la acción en las que se apoyan hoy las lecturas en tono de autoayuda que se expanden sobre esta escuela filosófica.
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El peligro sobre el que alertan los autores de Estoicismo. Diccionario esencial editado por Filosofía&Co es que lo que circula no es estoicismo sino un "compendio de reglas y estrategias" para ordenar y ser eficiente en la vida cotidiana. En los 23 siglos que pasaron desde su surgimiento hasta hoy se perdieron los aspectos físicos y metafísicos que junto al ético constituyen al estoicismo como una filosofía. Parece una apropiación pragmática para tener éxito en mundo sin garantías. "No está leyéndose a Marco Aurelio por aprender acerca de su pensamiento, sino por pretender parecerse a un emperador romano", analizó ante El Destape el filósofo de la Universidad Complutense de Madrid.
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¿A qué atribuís esta moda de preceptos estoicos en libros de autoayuda?
Es importante tener en cuenta que eso que se encuentra en libros de autoayuda no es estoicismo. De hecho, ni tan siquiera lo que podemos encontrar en libros que deberían ser escritos por filósofos mientras estén dirigidos a servirnos de guía para convertirnos en estoicos. La Stoa es una escuela filosófica que tuvo sus propias condiciones históricas y en un debate filosófico muy determinado que hoy día no podría darse, o no del mismo modo; ante todo, porque fue una respuesta directa a Aristóteles en su propia época. Aclarado eso, añadir la etiqueta de «estoicismo» en el ámbito de los libros de autoayuda puede explicarse por la búsqueda generalizada de respuestas prácticas frente a la incertidumbre que caracteriza el mundo actual. En un contexto de crisis global, tanto económicas como sociales, como la recesión de 2008 o la pandemia de 2020, las personas tendemos a buscar herramientas (mayormente filosóficas, pues nos conectan con nuestro pensamiento y nos hace revitalizar aquello que durante siglos se ha denominado «lo humano»). Herramientas que les permitan recuperar una sensación de control sobre sus vidas. El estoicismo, con su énfasis en la disciplina personal, el autocontrol emocional y la aceptación serena de las circunstancias, se presenta ante el público actual como un sistema de pensamiento que ofrece estrategias aplicables a los desafíos cotidianos, sin embargo uno de los grandes peligros es desconectar ciertos pensamientos del estoicismo con la llamada falacia de la evidencia incompleta o, más conocido en inglés, cherry picking.
¿Se puede leer y descontextualizar la parte ética práctica del estoicismo, de su aspecto físico y metafísico?
No es solo que sea posible, sino que es lo que se está haciendo. Sin embargo, eso ya dejaría de ser estoicismo para ser únicamente extirpar un compendio de reglas, proclamas y estrategias para militarizar nuestras prácticas cotidianas. En su versión completa, el estoicismo se basa en una concepción integral del ser humano que incluye la ética, pero también el aspecto físico (cuerpo) y metafísico (relación con el cosmos). Al aislar la parte ética, se corre el riesgo de simplificar excesivamente los preceptos, convirtiéndolos en fórmulas vacías y desvinculadas de la reflexión más profunda sobre la naturaleza del ser y el universo. Nada nuevo, pues es el mismo proceder que ciertos, llamémosles, movimientos escépticos neoliberales como son el negacionismo.
¿Qué efectos tiene esta simplificación de la filosofía estoica?
La simplificación del estoicismo tiene varios efectos. Por un lado, facilita su popularización y lo vuelve más accesible, pero a costa de reducir su complejidad y, por tanto, su conexión con un pensamiento amplio y abierto. Se pierde la dimensión filosófica más profunda y la capacidad crítica de la escuela, que incluía una reflexión sobre la condición humana en su totalidad. Además, al descontextualizarla, puede derivar en interpretaciones tóxicas donde se glorifica el autocontrol extremo o la represión emocional en lugar de un equilibrio racional entre emociones y razón. Michel Foucault lo supo explicar de manera espléndida en su Hermenéutica del sujeto o la Historia de la sexualidad (sobre todo el segundo volumen).
¿Qué lugar tienen las emociones en la filosofía estoica? ¿Tiene que ver con cierta idea de «represión de las emociones» que profesan estos libros y cuentas de redes sociales de divulgación de esta filosofía?
En el estoicismo, las emociones son vistas como respuestas que pueden desviar a la persona del camino de la virtud si no son controladas. Sin embargo, los estoicos no niegan las emociones, sino que proponen una transformación racional de las mismas. La filosofía de esta escuela nos enseña, entre otras cosas —como bien nos han sabido mostrar Iván de los Ríos Gutiérrez en la entrada «Apátheia» o de algún modo yo mismo en «Razón»—, a no dejarse dominar por las pasiones destructivas, como el miedo o la ira, sino a cultivarlas de forma controlada para alcanzar la serenidad. La apatía que buscan no es una ausencia total de emociones, sino una regulación de estas en función de la razón; si se me permite, una conexión con las emociones del mundo. Es cierto que muchos de estos libros y perfiles en redes sociales promueven una lectura simplificada que se alinea con una especie de represión emocional. Al descontextualizar el estoicismo, se transforma en una filosofía de autoexigencia extrema y represión emocional, donde cualquier manifestación de vulnerabilidad se percibe como debilidad. Esto es problemático porque el estoicismo, al menos en un principio, no trata como tal de reprimir emociones, sino de comprenderlas y manejarlas desde la razón, lo cual es muy diferente a negarlas o anularlas.
¿Es inocente la selección de textos y exponentes del estoicismo? Porque hubo al menos tres momentos de esta corriente y con distintos centros geográficos
No, la selección de textos y exponentes del estoicismo no es en absoluto inocente. Esta selección responde a una construcción cultural e ideológica específica que se acomoda a las necesidades de la época y al propósito con el que se rescatan ciertos autores o doctrinas. El estoicismo abarca más de cinco siglos de historia, con importantes diferencias entre sus fases: el estoicismo antiguo fundado por Zenón en Atenas, su adaptación posterior en Roma con figuras como Séneca, Epicteto y Marco Aurelio, y la evolución final que este pensamiento tuvo antes de la irrupción del cristianismo. Cada uno de estos momentos estuvo influido por su contexto histórico, político y cultural.
La popularización contemporánea de autores como Marco Aurelio o Séneca, por ejemplo, se debe en parte a su resonancia con valores que son fácilmente adaptables a las narrativas modernas de autosuficiencia, resiliencia y autocontrol, tan presentes en los discursos motivacionales de la autoayuda o la escena político-económica de «constrúyete a ti mismo» con unas masculinidades más reafirmadas que nunca. Al centrarse en estos autores, se privilegia una visión del estoicismo que resalta las virtudes individuales por encima de las cuestiones colectivas o cosmológicas, ignorando otros aspectos importantes de la tradición estoica, como su relación con el fatalismo, la física estoica o la idea de un cosmos interconectado que no puede separarse de su ética, como bien pretendemos reconectar en este volumen de Estoicismo. Diccionario esencial.
Al seleccionar solo ciertos textos y autores, se distorsiona la visión integral de lo que fue realmente el estoicismo en sus múltiples vertientes. Esta selección deliberada privilegia una versión simplificada y utilitaria de la filosofía, que puede ser manipulada para justificar una ética individualista o neoliberal. De este modo, se pierden las complejidades de un pensamiento que, en su totalidad, abarcaba cuestiones metafísicas y físicas tanto como éticas, siempre en relación con un orden cósmico que no se puede comprender sin su totalidad.
¿Cuál es el concepto de felicidad en el estoicismo? ¿Es como la usan actualmente estos divulgadores?
Los conceptos más cotidianos suelen resultar muy complicados de trabajar, tanto que a muchos les lleva toda la vida, con suerte y esfuerzo, comprender. Como bien nos dice Myriam Rodríguez del Real, quien fue la encargada de preparar este término para el diccionario, para los estoicos la felicidad tiene que ver con la eudaimonía: el arte de vivir una vida buena. Es decir, la idea reside en vivir al componerse con la naturaleza mediante la razón. Esto significa no otra cosa más que aceptar las circunstancias externas con serenidad y enfocarse en lo que está bajo nuestro control: nuestras acciones y nuestras reacciones. La felicidad estoica es una cuestión de virtud y sabiduría, y nunca de éxito material o físico. En la divulgación moderna, sin embargo, esta idea se suele distorsionar, vinculándola al logro personal, al éxito económico o a la autosuficiencia física, desvirtuando así el sentido original filosófico del concepto. Como dije en la presentación del libro: pareciera que no está leyéndose a Marco Aurelio por aprender acerca de su pensamiento, sino por pretender parecerse a un emperador romano.