“Mis hijos pensaban que iba a tener un bebé mío para regalárselo a Lore y Lolo. Cuando entendieron de qué se trataba, me acompañaban a las ecografías y hoy tienen una conexión con Santino casi como de hermanos. Es algo maravilloso”. La historia de Analía Paniagua, que compartió con El Destape, no solo generó confusión en sus hijos adolescentes, sino que refleja las múltiples inquietudes que despierta la subrogación de vientres en Argentina, cuyo vacío legal allana el terreno para que su realidad no sea la de muchas.
Recientemente, las redes sociales y medios de comunicación se escandalizaron con el caso del bebé que nació prematuro en la provincia de Córdoba, cuya mujer que lo parió aseguró: “Yo no soy su madre”. Ella era su gestante, y la verdadera progenitora era una mujer francesa que, a través de una agencia porteña, la había contratado para llevar adelante una gestación por sustitución aportando su propio óvulo. Finalmente, el bebé nacido en Córdoba quedó en la clínica y la pareja que impulsó el proceso no regresó al país por miedo a enfrentar consecuencias legales, por lo que el recién nacido quedó en situación de adoptabilidad.
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Esta situación expuso, una vez más, la inseguridad jurídica que rodea la gestación por sustitución en Argentina y el vacío legal que impacta tanto en los adultos involucrados como en los niños nacidos mediante esta práctica.
En agosto del año pasado, la Justicia Federal inició una investigación por un posible caso de trata de personas relacionado con la gestación por sustitución forzada. Nueve personas fueron imputadas, acusadas de captar a mujeres en situación de vulnerabilidad para que “cedieran” sus vientres. Entre los implicados se encuentran los responsables de dos clínicas de fertilización asistida que ofrecían este servicio a padres “intencionales”, así como abogados encargados de encubrir la situación de las víctimas y gestionar el aspecto económico de los acuerdos ante la Justicia. También hay psicólogos imputados por avalar la idoneidad de las mujeres involucradas en el proceso.
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“Siempre es mejor regular para controlar, para visibilizar y para enfrentar. La falta de regulación siempre le abre el juego al mercado ilegal. Y nosotros lo avisamos”, expuso a este medio Marisa Herrera, abogada y especialista en Derecho de Familia, profesora de la UBA, investigadora del Conicet e integrante del equipo redactor del Código Civil y Comercial de 2014.
A diez años de la sanción de ese código, que no incluyó la regulación de la gestación por sustitución, el vacío legal persiste y la problemática se agrava, según fuentes judiciales del Ministerio Público Fiscal: “La mayoría de los casos de trata y explotación por subrogación los encontramos en los últimos dos años, producto de que las agencias se instalaron en nuestro país. La guerra de Ucrania, donde se llevaban a cabo estas prácticas mayormente, provocó que empiecen a elegir nuevos destinos, como Argentina. La situación de crisis acá ayuda a que haya más personas vulnerables y el mercado crezca, facilitado por el vacío legal”.
Turismo reproductivo
En los últimos años, Argentina se ha convertido en un destino cada vez más elegido para el llamado “turismo reproductivo”. Personas extranjeras, tanto solas como en pareja—incluyendo parejas del mismo sexo—, llegan principalmente desde países como Francia y España para acceder a la gestación por sustitución. La razón principal es económica: los costos en Argentina son significativamente más bajos que en otros países donde esta práctica está regulada.
Mientras que en países como Estados Unidos o Canadá el proceso puede superar los 100.000 dólares, en Argentina los valores oscilan entre 20.000 y 40.000 dólares. Estos montos incluyen honorarios para la persona gestante, gastos médicos y legales, aunque varían según los acuerdos específicos entre las partes. Sin embargo, la falta de regulación también implica riesgos, tanto para las gestantes como para los futuros padres, ya que los acuerdos pueden quedar en un limbo jurídico.
Al respecto, Marisa Herrera advirtió que, en ausencia de un marco legal claro, la gestación por sustitución en Argentina se ha transformado en un negocio lucrativo para intermediarios, dejando en un segundo plano la autonomía y los derechos de las personas gestantes. Sin embargo, apuntó a que, dado el contexto a nivel país “tan complejo” en relación a los derechos humanos, “no es aconsejable llevar este debate al Congreso en este momento”.
“Para tratar este tema, necesitamos un piso mínimo de debate que hoy no tenemos. Hoy está puesto en duda el principio de igualdad y de no discriminación. Si llevamos ahora un proyecto de ley, puede que se termine aprobando pero exceptuando esta práctica para parejas del mismo sexo o favoreciendo el libre mercado”, opinó la abogada. Y agregó: “Hoy están diciendo que la homosexualidad se asemeja a la pedofilia, no es momento para debatir nada de esto en el recinto”.
Perfil de las postulantes
El perfil de las personas que se ofrecen como gestantes para otros varía, pero en su mayoría provienen de contextos socioeconómicos vulnerables. Muchas no cuentan con información siquiera sobre las implicaciones legales, físicas y emocionales que acarrean estos procesos. Según testimonios de fuentes judiciales y ONGs, este desconocimiento las coloca en una posición de desventaja, en un terreno propenso para la explotación.
Analía Paniagua, quien vivió su experiencia de gestación por sustitución desde un acuerdo consensuado y legal, explicó: "En mi caso, todo fue claro desde el principio. Mi rol fue ser un canal para ayudar a mis amigos, Lore y Lolo, a formar la familia que tanto anhelaban. Lo viví desde un lugar de desapego emocional, sin que se involucrara un vínculo maternal hacia el bebé". Sin embargo, sabe que su caso no es el de todas: "Muchos de los casos no son iguales. Las mujeres que se ofrecen como gestantes muchas veces lo hacen por necesidad, sin tener toda la información que deberían. Observé que quienes se postulaban para gestar el bebé de Lore y Lolo eran personas de muy bajos recursos, y mostraban bajo compromiso”.
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Lore y Lolo acudieron a una clínica de fertilización donde alojaron ocho embriones a la espera de un vientre. Varias mujeres han intentado subrogar su vientre, sin éxito. “El último intento fue con una chica joven que ya tenía tres hijos, a quien ellos le pagaban la mantención de casa, alimentación y atención médica para que pueda dedicarse a gestar. Con ella, se intentaron gestar cuatro de sus embriones. Pero al momento de la última implantación de embrión, ella no asistió y a los días avisó que era porque estaba embarazada de su novio”.
Con sólo dos embriones disponibles, Analía volvió a ofrecerse como “casita” para quien sería Santino. Sus amigos del alma, esta vez aceptaron.
El caso de Analía demuestra que la subrogación de vientres no debe ser juzgada desde la moral personal, sino regularla para que todos los casos de gestación por sustitución sean como el de ella: por propia elección consciente y no por obligación.
La ausencia de regulación y sus consecuencias
Según explicó la abogada Marisa Herrera, en Argentina los niños y niñas nacidos mediante gestación por sustitución no siempre tienen un reconocimiento legal claro, lo que puede derivar en conflictos de filiación y complicaciones jurídicas, especialmente cuando los padres comitentes o las gestantes están en el extranjero o no cumplen con los acuerdos previos. “Si la gestación por sustitución se llevó a cabo sin un proceso judicial previo que deje constancia de los orígenes genéticos de la persona, esa información solo dependerá del relato de su familia, porque no queda registrada en ningún documento oficial”, advirtió.
La falta de regulación también impide un control efectivo sobre las clínicas de fertilización asistida y las agencias que gestionan estos procedimientos, lo que abre la puerta a situaciones de abuso y explotación. “Hoy, los centros médicos tienen el poder y son los principales beneficiados. La gestación por sustitución es un proceso de alta complejidad que solo puede realizarse en estas instituciones especializadas y, por lo tanto, son ellas las que permiten o no que estos abusos ocurran. Por supuesto, hay abogados y otros profesionales involucrados cuando hay casos de explotación, pero si no existieran estos centros médicos, el proceso simplemente no podría llevarse a cabo”, explicó Herrera.
El vacío legal también afecta la vida de los niños nacidos bajo estas circunstancias, generando situaciones complejas como la que enfrentó un niño de nueve años en 2021, en Córdoba. El niño, quien vivió toda su vida con una pareja de varones, fue ordenado por un juez a regresar con su progenitora biológica, quien nunca había formado un vínculo afectivo con él. La decisión fue tomada por la Justicia luego de que se presentara un recurso judicial para determinar la filiación. La mujer gestante, que nunca había tenido contacto con el niño, se encontraba en una situación de vulnerabilidad emocional, y el juez falló a favor de la “maternidad biológica” sin considerar el vínculo afectivo que el niño había desarrollado con la pareja con la que vivió desde su nacimiento.
Este caso, que fue ampliamente debatido en los medios de comunicación, expuso la falta de sensibilidad de un sistema judicial que, al no contar con un marco regulatorio claro sobre la gestación por sustitución, prioriza la filiación biológica por encima del bienestar emocional del niño. Marisa Herrera, al comentar este caso, destacó lo problemático que es que la ley no tenga en cuenta el derecho del niño a mantenerse en un entorno estable y afectivo, algo que, en este caso, fue ignorado en favor de una interpretación estricta de los lazos biológicos: “El bienestar del niño no puede ser ignorado solo por un fallo que responde a una falta de regulación específica sobre estas situaciones”.
Este caso resalta lo problemático que es un sistema sin una regulación clara y cómo, en ocasiones, los intereses de los adultos sobrepasan las necesidades de los menores involucrados, generando conflictos que no deberían existir en un contexto de respeto a los derechos humanos.
El camino hasta Santino
Después de muchas conversaciones y de aceptar el desafío, Analía Paniagua y sus amigos comenzaron el camino médico en la clínica especializada en tratamientos de Fertilización Asistida, Halitus. "En la primera entrevista me echaron a la mierda, así en criollo. Cuando la médica se enteró de que yo estaba en una situación de duelo rotundamente dijo que no, que no iba a aceptar mi caso. Ante la insistencia de ellos y mía, accedió solamente si pasaba el examen exhaustivo psicológico", recordó Analía.
El proceso de evaluación psicológica fue intenso: "Tuve dos días de exámenes exhaustivos. Pero para mí fue una tarea sanadora álmicamente", contó sobre ese momento que vivió poco después de la pérdida de su hija Sara. Con la aprobación médica y psicológica, comenzaron los estudios biológicos, todos con resultados favorables. Luego, se inició el tratamiento hormonal para preparar su cuerpo para la implantación del embrión.
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El primer intento, en enero de 2018, dio un resultado positivo, pero con una carga hormonal muy baja y no prosperó. La última oportunidad llegó en junio de 2019: "Nos quedaban solamente dos embriones, y uno no se había agarrado. En el segundo, Santino se agarró con toda la fuerza, y ahí emprendimos el camino", relata Analía.
Durante el embarazo, sus amigos la acompañaron en cada control médico. "Todo fue un embarazo maravilloso", recuerda. Cuando se acercaba la fecha del parto, decidieron trasladarse a Buenos Aires por cuestiones legales: "El 31 de enero nos fuimos para Buenos Aires, a la casa de ellos. Si yo tenía un parto prematuro en Gualeguaychú, había que apelar a otras estrategias como pruebas de ADN, y era todo mucho más engorroso".
En febrero de 2020, con 47 años, Analía ingresó a la clínica con molestias simuladas para que la obra social cubriera la internación. En el monitoreo, detectaron contracciones y la dejaron en observación. "No fui muy bien tratada, sufrí violencia obstétrica. Preguntaba todo el tiempo qué me estaban haciendo y no me respondían", señaló.
Esa misma noche, casi a la medianoche, nació Santino. "Me acompaña Lore, que era la que iba a estar conmigo en el parto de común acuerdo, y casi a la medianoche, nace Santino. Lo recibió su mamá con una emoción enorme, y mi emoción fue mayor, fue mi momento cúlmine de amor al ver en los brazos de Lore a su bebé".
El bebé tuvo ictericia por incompatibilidad de grupos sanguíneos y pasó un día en neonatología. Luego, ya en casa, Analía se quedó con la familia 20 días más, durante los cuales ayudó a Lore en la relactación: "En principio, yo le di el calostro en la clínica, lo amamantaba yo, y cuando llegamos a la casa, en parte le daba teta y en parte me sacaba para que ella fuera simulando la relactación".
Finalmente, el 24 de febrero Analía regresó a Gualeguaychú. "Después de eso tuve una visita más, justo previo a la pandemia. El día de la vuelta fue el día anterior a que cortaran todas las líneas de transporte. Desde entonces nos manejamos por videollamada".
A pesar de que el proceso fue complejo y tuvo costoso emocionales y económicos alítimos para los padres de Santino, lo lograron.
Esta familia refleja la historia de muchas otras en nuestro país, donde el deseo de ser madres y padres a través de la subrogación de vientres se ve aun más complejizada por el limbo legal de la gestación por sustitución en Argentina.