Las generaciones que crecieron durante las décadas de 1960 y 1970 desarrollaron una serie de fortalezas mentales que parecen estar desapareciendo en la actualidad, según expertos en psicología. Mientras la generación Alfa y la generación Z crecen rodeadas de tecnología e Inteligencia Artificial, sus habilidades para interactuar y manejar situaciones cotidianas muestran importantes diferencias con sus antecesores.
La investigación publicada en el periódico francés Ouest-France señala que el estilo de vida más sencillo, pero exigente de esas décadas, sin la presencia constante de pantallas y con responsabilidades asumidas desde temprana edad, contribuyó a formar características esenciales como la paciencia, la autonomía y la tolerancia a la frustración.
Las habilidades que contribuyeron al desarrollo de fortalezas mentales
La paciencia fue una virtud clave para quienes vivieron en esa época. El aburrimiento no se consideraba una crisis, sino una oportunidad para salir, leer o inventar juegos. La circulación lenta de la información enseñó a esperar, lo que favoreció una mejor toma de decisiones y mayor tranquilidad mental.
La tolerancia a la frustración también se fortaleció al comprender que la vida no siempre es justa. “Los padres no edulcoraban las cosas y los maestros no repartían trofeos por participar”, explican. Esto les permitió ver el fracaso como parte del camino y no como un obstáculo insalvable.
Otra habilidad destacada fue la capacidad para regular las emociones. Muchas emociones quedaban en segundo plano, pero ese autocontrol en la infancia se relaciona con un mayor bienestar y menor estrés en etapas posteriores de la vida.
Además, crecieron con una satisfacción por lo que tenían, sin las expectativas poco realistas que hoy genera el consumo constante. Esta forma de crianza promovió una mirada más realista sobre la vida y sus desafíos.
La tolerancia a la incomodidad también fue fundamental. La espera y la exposición a situaciones molestas fomentaron la flexibilidad emocional y la resiliencia, cualidades que hoy parecen escasas ante la inmediatez tecnológica.
La mayor capacidad de concentración fue otra ventaja. Leer durante horas, escribir cartas o escuchar discos completos entrenaba la atención, algo muy diferente al consumo rápido y fragmentado de contenidos que prevalece en las redes sociales y aplicaciones actuales.
Por último, la gestión directa de conflictos a través del diálogo cara a cara ayudó a interpretar el lenguaje corporal, practicar la escucha activa y expresar mejor las ideas, habilidades que se están perdiendo con la comunicación digital.
Sin embargo, es importante no idealizar esas décadas. Fueron tiempos con muchas injusticias y dificultades reales. En España, por ejemplo, muchos jóvenes debían trabajar desde los 14 años para ayudar a sus familias en condiciones duras. “Solo hay que escuchar a las personas que las vivieron para entenderlo”, recuerdan.
