María Emilia Bravo acaba de almorzar y en minutos tiene que entrar en dos reuniones sucesivas. Responde la llamada casi sin aliento, producto de una actividad vertiginosa y mil cosas que decidir: “Así es mi vida desde que embarcamos, no te preocupes”, comenta, transmitiendo de todos modos un entusiasmo incontenible.
Bravo lidera una nueva expedición de científicos argentinos en busca de las más extrañas formas de vida del planeta, que se desarrollan en los abismos submarinos. Desde que este último domingo a las ocho de la mañana zarparon desde el puerto de Buenos Aires a bordo del Falkor (too), que ya hizo las delicias de cientos de miles de personas en su primera incursión de este año en el Mar Argentino, el barco recorrió 400 km de los 3000 que incluirá la campaña con fecha prevista de finalización el 10 de enero. En el momento de esta conversación están aproximadamente a la altura de Mar del Plata, navegando a una velocidad de unos diez nudos y con tiempo óptimo.
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“Hoy, alrededor de las diez de la noche, estaremos llegando al primer punto de exploración, a la altura de Necochea (donde nos quedamos una semana); allí vamos a estar haciendo muestreo del agua y mapas del fondo donde, si todo sale bien, haremos la primera inmersión a primera hora de la mañana del martes 16”, detalla la científica.
La campaña “Vida en los Extremos” recorrerá de Norte a Sur la región del mar profundo que sigue el borde de la plataforma submarina argentina hasta llegar al extremo de Tierra del Fuego. Se detendrán en tres áreas en las que el submarino robótico ROV SuBastian podrá inspeccionar desde los 500 hasta los 4000 metros de profundidad: la mencionada de Necochea, Puerto Madryn y Tierra del Fuego. Este año, las festividades de Navidad y Año Nuevo sorprenderán a la tripulación (25 científicos y dos “observadores” de la Subsecretaría de Ambiente de la Nación y de la Comisión para la Definición del Límite de la Plataforma, de Cancillería) embarcada y trabajando por turnos durante las 24 horas.
Entre los investigadores, la mayoría (11) son de la Facultad de Ciencias Exactas, de la UBA. También integran el grupo colegas de la Universidad Nacional del Sur, del Instituto Argentino de Oceanografía, de Bahía Blanca, y del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN), incluyendo al que fue el jefe científico de la campaña en el Cañón Mar del Plata, Daniel Lauretta. Viajan con ellos colaboradores científicos internacionales del Scripps Institute of Oceanography, de las universidades de Temple y Lehigh, de los Estados Unidos, y de la República, de Uruguay.
“El objetivo científico de esta misión es el estudio exhaustivo, de forma multidisciplinaria e integral, de ecosistemas quimiosintéticos [comunidades biológicas marinas que se alimentan de energía a partir de reacciones químicas inorgánicas en ambientes extremos, sin luz solar y, por lo tanto, sin posibilidad de fotosíntesis, que encuentran su sustento en las filtraciones de metano del fondo oceánico] –cuenta Bravo–. Nos vamos a centrar en el estudio de ecosistemas del fondo marino, en la biodiversidad de la fauna, para entender cómo funciona. Necesitamos saber cómo son las características de estos ambientes extremos, porque tienen una carga muy alta de gases (metano, sulfuro e hidrógeno) que se escapan desde el fondo en forma de burbujas y alimentan formas de vida muy diferentes de las convencionales. En la Argentina, las descubrimos hace poco, gracias a campañas oceanográficas a bordo del buque del Conicet “Austral” y, si tenemos suerte, ahora las vamos a poder ver por primera vez”.
Se cree que los gases pueden provenir de depósitos de materia orgánica muy antiguos, que fueron calentados y sometidos a altísima presión, quedaron atrapados en bolsones a gran profundidad y después, por sistemas de fallas, terminan escapando o formando “chimeneas” por las que acceden al fondo marino.
“Este sería el origen conocido como ‘termogénico’, un evento de miles de años de antigüedad –detalla Bravo–. Otro proceso que puede darles lugar es la degradación microbiana de materia orgánica. Eventualmente quedan atrapados, salen con mucha presión y pueden generar cráteres enormes, de hasta 500 metros de diámetro. Nosotros vamos a iestudiar algunos que se formaron por la expulsión masiva de gas que removió el sedimento, y ahí adentro vamos a ver cómo son las formas de vida [que los habitan] de las que todavía sabemos muy poco”.
Las bacterias quimiosintéticas pueden vivir libremente o formar agregaciones que se advierten a simple vista como manchas. También existen dentro o fuera de animales, y les dan alimento a través de una relación simbiótica. “La quimiosíntesis puede terminar alimentando ecosistemas enteros y aportando nutrientes para el mar profundo, incluso a distancias muy altas alrededor de los escapes de gases”, destaca la investigadora.
Aunque parece de otro planeta, este extraño mundo existe desde que se originó la vida en la Tierra, cuando era la forma dominante de alimentación. “Hay toda una rama de investigación que estudia las formas de vida fuera del planeta Tierra y justamente busca este tipo de organismos –desliza Bravo–. Para nosotros son muy raros, porque como humanidad los descubrimos hace aproximadamente 40 años, pero lo cierto es que hoy día ambas formas de alimentación coexisten, y todavía no entendemos muy bien cómo interactúan entre sí y cómo influye el aporte que hace el gas a la vida en el océano”.
Gracias al submarino robótico, los científicos recolectarán muestras de animales; en particular, invertebrados como gusanos marinos, almejas, cangrejos, estrellas de mar, corales y esponjas para analizar si dependen de la quimiosíntesis, si son más abundantes o no, y si son las mismas especies o distintas de las que viven en ambientes sin gases.
Fascinada por el estudio de estos seres desde que tuvo que elegir tema para su tesis de doctorado, Bravo es la argentina que más profundo llegó en sus inmersiones submarinas, siempre persiguiendo ecosistemas quimiosintéticos. “El año pasado, en Alaska, bajé a 4.900 metros de profundidad en un sumergible parecido, el Alvin, pero que en lugar de ser operado en forma remota desde el buque, desciende con humanos a bordo, el piloto y dos científicos –recuerda–. Va desconectado del barco y todo el muestreo depende de las tres personas que viajan a bordo. Y en 2023, lo hice a 1.200 metros de profundidad en el sur de California. También en una filtración de metano con matas bacterianas asociadas con estos gases. Pude estar en persona, colectando las muestras desde adentro del sumergible”.
Bravo confiesa que su interés por los ambientes quimiosintéticos surge “de la cantidad de preguntas todavía sin respuesta” que plantean. “Son súper complejos –explica–. Cada vez que uno entiende algo en gran escala, nota que cuando profundiza en otros niveles de detalle hay variaciones. La relación entre los animales y el ambiente en ese tipo de ecosistemas es muy íntima, casi no se puede distinguir entre uno y otro, me resulta atrapante tratar de entenderla”.
Dentro del equipo que integra la misión, hay diferentes grupos de trabajo. Uno de ellos se dedica a la taxonomía y trabajará en la descripción de especies nuevas. También viajan especialistas en Oceanografía Física, en Química Marina, en Geología Marina y en ADN Ambiental.
Para ganarse el derecho a utilizar las facilidades que brinda el Falkor (too) los científicos argentinos debieron competir entre múltiples proyectos en la misma convocatoria en la que se eligió la campaña al Cañón de Mar del Plata. “Nos enteramos en junio del año pasado que habíamos obtenido el tiempo de buque, y tuvimos que esperar un año y medio porque vamos a la Cuenca Malvinas, donde las condiciones meteorológicas no son buenas durante el invierno”, comenta Bravo mientras en el barco ya preparan la decoración del comedor para las fiestas de fin de año, que todos pasaran lejos de sus familias y sus colegas trabajan a ritmo febril para aprovechar al máximo los recursos que brinda el buque.
“Va a ser una experiencia diferente, pero esperamos poder hacer un buen trabajo y recolectar información para nutrir nuestras carreras de acá en adelante –concluye la científica–. Hay varios resultados cuya publicación demorará un año o dos. Otros estarán listos de forma inmediata, como mediciones de la columna de agua y de sensores. Una de las condiciones que pusimos es que toda la información que generemos se publicará con acceso abierto. Más allá de la campaña misma, es un trabajo exhaustivo que fue posible y requiere de las estructuras que proveen nuestras universidades, nuestros centros de investigación”.
Desde que zarparon, las condiciones meteorológicas fueron excelentes, con un mar muy calmo, esencial para poder desplegar el SuBastian, que solo puede descender si las olas no superan los dos metros. Desde este martes a las seis de la mañana se los puede seguir en vivo por el canal de YouTube del Schmidt Ocean Institute y por la cuenta de instagram @vidaenlosextremos, donde los científicos postean novedades, imágenes y explicaciones de lo que va sucediendo. Más información, en el sitio https://exactas.uba.ar/vidaenlosextremos/.
