La frase del papa Francisco acerca de que el gobierno argentino "en vez de pagar la justicia social pagó el gas pimienta" no sólo cayó como bomba en la Casa Rosada a la que se le abrió un nuevo frente en un momento crítico, sino que también sonó a advertencia para una oposición que por momentos parece extraviarse en sus rencillas internas, sin capacidad para capitalizar el enojo que comienza a ganar a buena parte de la sociedad. "La mejor política fiscal es el equilibrio social", atinó a responder el presidente Javier Milei luego de constatar que sus medidas lo habían llevado a perder a alguien que creía un amigo. El Papa pasó a enrolarse, según él, en la lista de los "degenerados fiscales". Estimulados por la intervención papal, el sindicalismo combativo y las organizaciones sociales planeaban la continuidad de un plan de lucha contra el modelo de ajuste libertario.
Había una coincidencia entre los dirigentes del peronismo que mantienen un contacto fluido con el Vaticano en mostrar sorpresa por lo explícito de las críticas papales, que no dejaron lugar a interpretaciones o dobles lecturas. "Nunca en estos años ví tanta precisión en una condena de Francisco", sostenía un hombre del PJ con vínculos con la Iglesia católica. Un dato que destacaba era que, la semana pasada, el Papa recibió a la CGT y hubo una foto que testimonió esa extensa charla. "Nos exhortó a defender la justicia social", comentó Héctor Daer, co secretario general de una CGT demasiado cautelosa. Horas después, cuando conversó a solas con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, no hubo imagen. Era un indicio de lo que se vendría, pero nadie imaginó el volumen que tendría esa aparición.
La justicia social, calificada como "aberración" por Milei, fue el eje de las expresiones papales. “Defender la justicia social como instrumento de equilibrio de las sociedades modernas", aleccionó a la cúpula cegetista que atraviesa una época donde reaparecieron las diferencias históricas entre la línea dialoguista de "gordos" e "independientes" contra los sectores combativos que se referencian en Pablo Moyano y Sergio Palazzo. Esta semana hubo una resonancia de esas diferencias con la mesa nacional del transporte que armó el secretario de Camioneros junto a los otros gremios transportistas para acompañar a los aeronauticos, ubicados en la mira de la Casa Rosada. Adelantaron de convocar a un paro general del transporte si el Gobierno mantiene la intransigencia. Mientras, los dialoguistas sacan comunicados y apuestan a que sus contactos con el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, derive en una reforma laboral más benigna. Tal vez las frases que escucharon de Francisco los lleve a unificar acciones.
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En principio, las organizaciones sociales junto a las dos CTA -que van camino a la unidad- acelerarán las medidas contra el hambre que tenían previstas para más cerca de fin de año. Volverán a instalarse ollas populares para poner en escena las urgencias que atraviesan los sectores populares. Como cierre, planean una gran marcha federal que confluya en la Plaza de Mayo. Una de las cuestiones que más contribuyó al enojo vaticano con el Gobierno fue el gesto cruel -revelado por El Destape- de no repartir alimentos destinados a la asistencia social que se pudrían en depósitos públicos. Justamente, uno de los dirigentes que denunció y más empujó el tema fue Juan Grabois, presente esta semana junto al Papa en su actividad por los diez años de vínculo con los movimientos sociales.
Milei bajó la orden de no confrontar con el Papa. Quien no la recibió fue el jefe de gobierno porteño, Jorge Macri, que se tiró arriba de la granada y se le ocurrió marcarle al Pontífice que debía estar en el país para entender la situación y criticar. Francisco no sólo vivió casi toda su vida en Argentina, sino que se mantiene permanentemente informado a través de la cúpula de la Iglesia católica -que hoy le responde en su totalidad- y los sacerdotes en opción por los pobres y curas villeros con los tiene desde hace años un vínculo estrecho. Ellos justamente fueron quienes lo alertaron sobre la situación social y el fin de la ayuda estatal a los comedores y merenderos.
Además, tanto Grabois como el diputado y ex embajador en el Vaticano Eduardo Valdés le enviaron a Francisco un detalle de cuánto costaban los cartuchos de gas pimienta y demás parafernalia utilizada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, para reprimir. "Diez cartuchos de gas equivalen a una jubilación mínima", le escribieron en un mensaje de texto. Por eso, cuando el Papa subrayó que habían preferido pagar el gas pimienta a la justicia social sabía bien de qué hablaba. Jorge Macri, en cambio, no suele caracterizarse por la justeza de sus declaraciones.
Dos encuestas aparecidas esta semana -una de Trespuntozero y la otra de Poliarquía- terminaron de confirmar la caída en la aceptación de la gestión de Milei en las últimas semanas ya estacionada más cerca de los 40 puntos que de los 50 que había sido la marca que dinstinguía al Gobierno. El sondeo de Trespuntozero-Alaska vino a advertir, además, que con las últimas subidas de tarifas de servicio y transporte la preocupación por la inflación repuntó y se sumó a las principales preocupaciones de los argentinos junto a la pobreza. El trabajo de Poliarquía mostró una caída de apoyos de siete puntos sólo en el último mes.
El dato puso en alerta a la Casa Rosada, lo mismo que aquel apagón de rating que generó la presentación del proyecto de presupuesto en el Congreso y el traspié del asado de festejo en Olivos con los "héroes" que avalaron el veto a los jubilados. Milei buscará mostrar que mantiene intacta su popularidad el fin de semana que viene cuando lance La Libertad Avanza como partido nacional en el Parque Lezama. En el peronismo porteño marcaban que si bien el lugar de convocatoria tenía el sentido de ser el primer sitio donde Milei realizó un acto político, también le venía bien para disimular una posible escasa concurrencia. "Tres meses atrás hubiera hecho un acto en River", indicaban.
Sin embargo, la oposición todavía no logra capitalizar esta caída del oficialismo. En buena medida, por su dificultad para hilvanar un mensaje común que canalice el malestar general y la bronca contra las políticas oficiales. Las rencillas internas ayudan mucho a que eso suceda. Una muestra fue el acto del diputado y presidente del PJ Bonaernse, Máximo Kirchner, el viernes en el club Atenas de La Plata. Un cantito ensayado de las tribunas y la bandera "Sin Cristina nada" vinieron a poner en claro que lo que se buscaba era marcarle la cancha al gobernador Axel Kicillof más que apuntarle al gobierno de Milei, al que la hinchada no le dedicó ninguna estrofa. La confusión terminó de redondearse con un extraño párrafo de Máximo que destacó la legalidad del veto a la movilidad jubilatoria, celebrado en las redes por el vocero Manuel Adorni. Fin.
"La respuesta no es desde los círculos políticos establecidos sino afuera, a la intemperie, en contacto con aquellos que no están organizados. El 17 de octubre no se hizo con militantes esclarecidos", subrayó el ministro de Infraestructura bonaerense, Gabriel Katopodis, hoy cercano a Kicillof pero de buen vínculo con todos los sectores del peronismo, en El Destape Radio. Planteó algo que no se dijo en el encuentro en La Plata, pese a que se hizo en el un club a apenas 13 cuadras de la gobernación: cómo el gobierno de Kicillof muestra un modelo diferente al modelo nacional que hoy la gente empieza a rechazar. "Se convirtió en un lugar estratégico porque sirve para imaginar el país que necesitan los argentinos en los próximos diez años. Se puede imaginar ahí ese futuro que Milei no está haciendo", subrayó Katopodis. El Papa mostró un rumbo y ahora le toca a la oposición actuar en consecuencia.