"El mundo está fuera de quicio". Con esta cita a Hamlet, el doctor en Antropología Alejandro Grimson y un nutrido equipo de analistas ofrecen una foto del estado de cosas en Argentina y se hacen preguntas para tratar de entender cómo se llegó hasta acá. “Estamos viviendo un período similar al de entreguerras -aclara Grimson de entrada-: en algunos casos surgen fuerzas nuevas y en otros se radicalizan los partidos de derecha existentes”. La demanda por la crueldad, la "inexistencia" de una oposición, la imposibilidad de argumentar son algunos de los tópicos que aparecen con frecuencia en los diez capítulos de "Desquiciados, los vertiginosos cambios que impulsa la extrema derecha", editado recientemente por Siglo XXI, y en el que intervienen Pablo Semán, Tomás Borovinsky, Marina Franco y Gabriel Vommaro, entre otros.
"No hay momento para la reflexión. Este mundo es el más incierto en muchísimo tiempo y eso produce el desquicio", sentenció Grimson en diálogo con El Destape. Los analistas concluyen que una sociedad mileicéntrica es el triunfo y sostienen que la batalla cultural no puede darse separada del proyecto económico.
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Creo que es un proceso que inexorablemente va a continuar, porque lo que decimos en el libro, es que se abrió una nueva época, una nueva etapa histórica. Es una etapa que no podemos pronosticar como va a ser porque las ciencias sociales no se ocupan de los pronósticos del futuro. Además hay muchas cosas que no se entienden. Por eso este es un libro que tiene una mirada particular: escrito desde Argentina, con un énfasis en el fenómeno de La Libertad Avanza pero al mismo tiempo tiene una mirada muy global y muy comparativa con otros fenómenos, como los primeros de Trump y Bolsonaro. Es un libro que trata de mirar el fenómeno argentino en términos comparativos. Y creo que es un libro que muestra una serie de elementos, por ejemplo el papel especialmente grave de la economía, el papel de la polarización política, el papel de la falta de respeto por la institucionalidad en términos, por ejemplo, de lo que significó el INDEC. La relevancia de la doble desilusión, que es algo que es la primera vez que se plantea: la desilusión con Mauricio Macri y la desilusión con Alberto Fernández.
Y cuando editaron el libro no se conocía aun la denuncia por violencia de género que presentó la ex pareja de Fernández
Sí, lo de Fernández yo no la llamaría desilusión solamente, sino desolación, porque destrozó el contrato electoral. Pero digamos, el fracaso en términos de inflación, tipo de cambio y pobreza es muy similar en Macri y en Alberto Fernández. Y eso explica el caso argentino particularmente. No explica el caso estadounidense, no explica el caso brasileño porque ahí no había inflación y sin embargo lo que muestran esos casos es que sin haber un fracaso económico tan estrepitoso como el que hubo en Argentina, hay un cambio más profundo en la sociedad. Un cambio en las formas de producción, en las formas de trabajo, en las formas de empleo, en la incertidumbre laboral, en la incertidumbre de la pandemia, en la postpandemia del cambio climático, de la sequía. Y toda esa incertidumbre se encuentra con unas fuerzas del cielo que le prometen certidumbre. La certidumbre de la motosierra, de una dolarización que no va a existir, de un ajuste contra la casta que nunca existió: el ajuste fue contra la gente. Frente a la incertidumbre de todas las dimensiones de la vida, la ultraderecha en todos lados promete certidumbre, y las fuerzas democráticas por la justicia social dicen que "todo es muy complejo" y no tienen alternativas económicas reales. No hubo un solo líder importante de las fuerzas populares argentinas que dijera cómo se hace para terminar con la inflación.
¿Qué lugar ocupa el fracaso económico en el advenimiento de Javier Milei, y cómo se relaciona con la idea de una reacción a la cultura progresista?
No se pueden pensar por separado. El fracaso económico del peronismo está íntimamente asociado al fracaso político del peronismo. Ha crecido no solo el anti peronismo sino el anti políticos (y lo digo a propósito porque no es anti política) es cambiar la política. Quieren otra política donde no haya Insaurralde, donde la gente no se vaya de vacaciones a las islas del Caribe, donde no haya fiesta de Olivos, donde no se use el sillón de Rivadavia para jugar con amigos o con amigas. Dicen que es un voto irracional. Ahora, a mí me parece razonable que la gente no quiera inflación y no quiera fotos de Olivos. Milei sí me parece lo menos razonable del planeta, porque es una persona que al que piensa distinto lo insulta. Pero hago una distinción entre Milei y la gente que lo votó. Entonces pensarlo todo junto quiere decir entender que la destrucción del trabajo asalariado protegido es muy profunda en la Argentina. Cuando terminó el gobierno de Alberto Fernández había los mismos trabajadores registrados que 50 años antes y otro tanto de trabajo no registrado. Está comprobado internacionalmente -y nosotros somos los primeros en trabajarlo en el libro- que eso tiene un peso en la dinámica política hacia la derecha extrema.
¿El trabajo informal?
Claro, el trabajo se consideraba históricamente en la sociología consideraba como informalidad laboral, que Macri lo renombró como emprendedurismo, que otros lo llaman los nuevos empresarios latinoamericanos, genera una narrativa que va a terminar en una tercera desilusión. No hay ninguna duda. Lo que pasa es que esa tercera desilusión, a diferencia de lo que creen algunos líderes del peronismo, no va a llevar agua al molino peronista. ¿Por qué? Porque va a haber que crear nuevas canciones, nuevas ideas, nuevos lenguajes, fortalecer liderazgos provinciales para que sean nacionales, crear nuevos líderes. Esto va a ser un proceso largo y va a ser un parto. De esto va a surgir algo nuevo, algo distinto y bueno. El fracaso de lo anterior es lo que le abrió la puerta a Milei.
En el libro mencionan que no hay ningún proyecto del progresismo de las izquierdas a nivel mundial que aparezca como alternativa
Sí, hay una ausencia de proyecto económico de las fuerzas por la justicia social en el mundo.
¿Por qué?
El gran debate de la segunda posguerra fue entre la centroizquierda, que proponía aumentar impuestos a los más pudientes, y la centroderecha que proponía bajar impuestos a los ricos con el invento de promover la inversión. Ese fue el gran debate y hubo alternancias y se construyó durante 30 años un Estado de bienestar en Europa y en algunos otros países, parcialmente, por ejemplo en Argentina. ¿Pero qué pasa hoy? Los capitalistas hacen lo que hizo Galperín. Si el Estado sube los impuestos se van a vivir a paraísos fiscales. Pero eso es masivo en Europa y eso desfinancia a los Estados. Entonces, las fuerzas que buscan la justicia distributiva tienen que inventar nuevas formas de hacer lo que Milei llama "un robo", pero que no es un robo, es el acto de justicia primordial. Hay que buscar regulaciones globales. Eso existe. Se están empezando a crear, por ejemplo, impuestos a las grandes transacciones financieras internacionales. Pero son insuficientes. Entonces le cuesta a las fuerzas más progresistas encontrar soluciones económicas estructurales a muchos de estos dilemas. Por el otro lado, en los modelos de producción de principios del siglo 20 (fabricar autos, fabricar heladeras, fabricar lavarropas), requería una cantidad gigantesca de personas que tenían que ir a la escuela para poder ser capaces. Y obviamente, hoy todos los procesos económicos requieren menos personas con más alta calificación, porque tienen que manejar cuestiones informáticas muchas veces, pero son muchas menos personas. Entonces el capitalismo necesita que todos consuman, pero quiere pagarle salarios a muy pocos. Entonces, hay procesos estructurales que hasta ahora la imaginación política de las fuerzas por la justicia social no ha logrado resolver. Y eso es parte de la frustración general, porque hay algunos casos en los que sectores socialdemócratas terminaron por adaptarse a modelos neoliberales. Tienen el mismo proyecto y simplemente genera confusión. Estamos en una época en la que hay orfandad de teorías económicas.
Otro de los conceptos que proponen es de liminaridad democrática para entender en qué tan resquebrajado está nuestro sistema político. ¿En qué momento estamos?
El primer elemento es que Milei ganó las elecciones legítimamente en las urnas. No hubo fraude, no hubo cuestionamientos. Tiene legitimidad de origen. El segundo elemento es que no puede haber una democracia plena ni con un DNU como el primero que se puso en vigencia el 29 de diciembre, porque es un acto legislativo masivo que está prohibido por la Constitución y que va a ser derogado por la Corte Suprema de Justicia cuando Milei esté a la baja. Puede ser dentro de cinco años o diez, no lo sé, pero un día lo van a declarar inconstitucional, porque si no todos los presidentes se van a poner a legislar por decreto y eso implicaría un cambio constitucional. Entonces, hay un daño grave, hay una lesión a la división de poderes. Hay otra lesión que tiene que ver con el epílogo del libro, que es la estrategia de Steve Bannon, que la están llevando a cabo meticulosamente, que es inundar la esfera pública de inmundicias e impedir la argumentación. O sea, no se puede argumentar. Los economistas ortodoxos que critican la política económica de Milei son insultados por Mileil. Ese es un proceso de destitución de la esfera pública. La democracia exige que haya argumentación a favor y en contra de cosas y que la gente pueda decidir con información. Hoy está dañada la información, está dañada la argumentación. Y el Presidente se encarga de dañarlo y sus asesores trabajan para dañarlo.
¿Y en cuanto al despliegue de las fuerzas de seguridad en la calle?
Por el motivo que sea, el Gobierno tomó una decisión correcta que espero que la mantenga siempre, que es no dar un salto cualitativo en el ejercicio de la violencia contra los manifestantes que protestan en las calles. Amenazaron con que iban a reprimir a los que bajaran a la vereda pero después de eso estuvo la marcha del 24 de marzo, la Marcha Universitaria y no dieron ese salto cualitativo. En la movilización contra la Ley Bases hicieron una represión insólita para los 40 años de democracia mucho mayor a la que se había hecho en otros momentos. Pero de todas maneras, en términos comparativos internacionales, que vuelvo a traer ese tema porque no es menor, sigue estando dentro de ciertos parámetros donde no le sacan los ojos a la gente, como en Chile, no matan a la gente al estilo Kosteki y Santillán, etcétera. Yo no sé cuánto va a durar eso, pero esa es una pregunta que tiene que ser un foco de observación, no solamente de los académicos sino del periodismo, de la oposición y de los organismos internacionales de derechos humanos. Es una pregunta decisiva para poder saber en qué zona de frontera de la democracia estamos. Cuáles son los límites que se autoimpone el Gobierno para el ejercicio de la violencia institucional.
¿Cómo se le pueden poner límites a un gobierno si está vedado el camino de la palabra; si no se puede argumentar, si la justicia tampoco hace lo suyo… ¿Lo único que queda es la calle?
Primero, estoy convencido que hay que decirle a la sociedad, y sobre todo a aquellos que adhieren a una visión de defensa de la democracia y la justicia social, que revertir esto va a llevar tiempo, no va a ser soplar y hacer botellas porque acá hay mucho para reconstituir y para repensar y para rediscutir colectivamente. Por un lado, hay que crear una oposición, no hay oposición. Hay legisladores muy honestos que votan en contra de lo que sea, que cumplen con su mandato electoral, fueron elegidos para oponerse y se oponen pero eso no quiere decir que exista una oposición con una estrategia que fije un límite, y mucho menos existe una alternativa política. Entonces todo eso está por ser creado y es fundamental para poder establecer límites. Y, por el otro lado, hay una disputa cultural del sentido común, donde estamos viviendo una etapa de crueldad extrema. Donde hay demanda por la crueldad. O sea, no solamente está en estos dirigentes que ofrecen crueldad, sino que evidentemente hay una porción de la sociedad, seguramente minoritaria, pero igual bastante relevante, que pide crueldad. Entonces, reivindicar valores como la solidaridad, como la comunidad, valores anti individualistas es fundamental, aunque hoy sean minoritarios, porque al final va a haber que reconstituir lo comunitario para poder salir de la crueldad y del individualismo contemporáneo. Y esa es una dimensión cultural en la que nunca dejaron de trabajar muchísimos grupos y muchísimos actores. Lo que sucede es que obviamente es un momento defensivo, es un momento difícil, es un momento de mucha crisis donde las expectativas de los votantes moderados de Milei están en que Milei resuelva los problemas. Hoy no están desilusionados.
¿Cómo definirías este momento desquiciante? Una primera medida que proponen es poner sobre la mesa información rigurosa, no exagerada…
Sí, por un lado, hay un fenómeno que no tiene que ver sólo con la información. Tiene que ver con no poder pensar: no hay momento para la reflexión. La reflexión estratégica. La reflexión a largo plazo. O sea, por un lado hay algo que en la pandemia se vio muy bien, pero que se extiende hasta hoy, que es la incertidumbre. O sea, la incertidumbre, la post pandemia; el covid; el dengue. No es solo en Argentina, es a nivel mundial; las guerras. Hoy hay más guerras en el mundo que cualquier otro año desde 1945. O sea, vivimos en el mundo más incierto en muchísimo tiempo. Eso produce desquicio, eso nos desquicia a todos. En Argentina, hay que sumarle a eso la inflación, que es desquiciante también. Entonces, hay un fenómeno social, cultural, económico, estructural de desquicio de esta época donde lo que no hay son estados que reduzcan la incertidumbre. O sea, acá hubo una epidemia de dengue y el Estado se borró con el gobierno de Milei. Entonces eso genera incertidumbre porque te podés morir de dengue. No es un chiste. Ahora, a eso hay que sumarle el plan de lo que Da Empoli llaman los ingenieros del caos, que son este comité de expertos que existe en casi todos los países donde está presente la extrema derecha y más todavía si gobierna, que pueden ser psicólogos, antropólogos, sociólogos comunicadores, lo que fuera. Ingenieros de redes que trabajan en producir desquicio.