Hace más de 1.000 años, cientos de geoglifos gigantes tallados en el norteño desierto chileno eran un escenario animado, marcando fuentes de agua en el árido paisaje y sirviendo de punto de encuentro para que los nativos intercambiaran pieles, animales y pescado.
Ahora los grabados están marcados con cientos de huellas de neumáticos de motocicletas y vehículos todoterreno que rasgan las piezas de arte milenarias, desfigurándolas permanentemente.
"Está prácticamente ya destruido por motos, jeeperos", dijo José Barraza, director general del Servicio Nacional del Patrimonio, al señalar que diferentes actores trabajan para preservar el lugar.
MÁS INFO
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
"Va a poder mostrarle a las generaciones lo que no hay que hacer con nuestro patrimonio", agregó.
Angelo Araya, un residente local, dice que la comunidad ha estado trabajando con un museo local y las autoridades para intentar "terminar con la destrucción".
El objetivo, dice Araya, es evitar que las motocicletas y los vehículos todoterreno sigan dañando el lugar y "concienciar a todos de que este es un patrimonio no tan solo nuestro, sino que de todos".
El lugar ha pasado por muchas fases, desde un lugar de trueque hasta un sitio abandonado y una zona donde la gente buscaba oro. Finalmente, la Corporación Nacional Forestal (CONAF), convirtió el área en parte de la Reserva Nacional Pampa del Tamarugal.
Franco Díaz, un instructor local de sandboard, dice que se necesita más protección y que el gobierno debería cerrar físicamente el lugar, y agrega que los geoglifos son difíciles de notar.
"Si un jeepero va por detrás del cerro, no se va a fijar si hay un geoglifo, de ahí parte la responsabilidad del Gobierno, que son ellos los que debiesen cerrar perimetralmente y proteger a estos sitios que tienen más de 1.000 años", afirmó.
Con información de Reuters