Javier Milei postula un alineamiento con subordinación total a Estados Unidos no sólo como definición de política exterior, sino como identidad ideológica. En esta narrativa, Washington es el aliado estratégico y Pekín, el adversario. La paradoja es que, cuando se miran los datos duros del comercio exterior desde el inicio del experimento liberal-libertario (diciembre de 2023) hasta los primeros diez meses de 2025, el gran ganador en este frente no es Estados Unidos, sino China.
El último informe de comercio exterior del INDEC destaca que entre enero y octubre de 2025 China se consolidó como el principal foco de desequilibrio del intercambio comercial. Es el saldo negativo de mayor magnitud: un déficit de 7.266 millones de dólares. Las ventas argentinas a ese destino subieron 42,8% interanual, mientras que las importaciones de origen chino treparon hasta 14.953 millones, un salto del 61,3% frente a igual período de 2024.
China es, de todos los socios comerciales de la Argentina, el que concentra el mayor déficit bilateral, por encima del Mercosur o de la Unión Europea.
La subordinación geopolítica no suma divisas al país ni reordena el patrón comercial: lo que manda sobre el intercambio comercial es el modelo económico. Y el modelo de Milei es el atraso cambiario, desregulación y apertura.
Qué le interesa a Washington y qué entrega Milei.
La administración Trump no mira el vínculo con China con la lógica del libre comercio clásico. Su prioridad no es que circulen más o menos contenedores asiáticos con remeras, celulares o juguetes. Lo que les preocupa es que China gane posiciones dominantes en áreas estratégicas como Energía, Infraestructura, Telecomunicaciones, Minería crítica y Defensa.
Estados Unidos no quiere que participen empresas chinas en represas hidroeléctricas, centrales nucleares, redes 5G, puertos estratégicos o yacimientos de litio. Este es el corazón de la disputa hegemónica.
Milei acepta disciplinadamente este pedido: revisa proyectos de infraestructura pactados con China, congela o relativiza acuerdos energéticos y se exhibe con sumisión a la geopolítica estadounidense. Al mismo tiempo, abre de par en par las puertas del mercado interno para las manufacturas y las plataformas digitales chinas.
Washington busca contener la expansión china en sectores estratégicos; Milei sacrifica soberanía regulatoria y base productiva doméstica para que Pekín venda más ropa, calzado, electrodomésticos, motos, juguetes por courier.
En última instancia, se va conformando una Argentina sin industria, un deseo histórico que ha tenido Estados Unidos desde mediados del siglo XX. Milei lo está cumpliendo.
China, Rocca y la contradicción Milei
En el seminario ProPymes del 11 de diciembre pasado, el titular de Techint, Paolo Rocca, volvió a advertir acerca del aluvión de importaciones desde China. Indicó que el gigante asiático produce “el 50% del acero del mundo” y que, con menor consumo interno, sale a “conquistar mercados” con comercio desleal y dumping; por eso, remató: “la industria tiene mucha angustia”.
Rocca no habla como un opositor al programa Milei-Caputo, sino como uno de sus socios principales: apoya la reforma laboral y reclama una “apertura inteligente” que “dé tiempo” para que las cadenas productivas se adapten, inviertan y no queden barridas por precios “insostenibles”. Incluso pidió abrir un diálogo con el Gobierno para explicarle que China actúa con lógica “predatoria” y de “conquista hegemónica”.
Aquí aparece la contradicción de Paolo Rocca: el grupo gana con la economía energética (Vaca Muerta y obras de infraestructura asociadas) y pierde con la industria.
La pata siderúrgica (Ternium) del grupo tiene un diagnóstico sombrío: el consumo aparente de acero cayó 25% respecto de noviembre del 2023, mientras las importaciones de acero se duplicaron respecto de 2017-2019 (de 56.000 a más de 101.000 toneladas por mes), con mayor presencia china (de 18% a 32%), filtrándose en galpones, silos, estanterías y hasta electrodomésticos.
Uno de los grandes aliados corporativos de Milei pide “apertura” y “reformas” para bajar costos, pero cuando la apertura pega en la línea de flotación de la siderurgia local, exige protección selectiva.
Récord de importaciones de bienes de consumo
El informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) pone números a la tierra arrasada que está dejando la apertura comercial y la avalancha importadora de China. Entre enero y septiembre de 2025, las importaciones de bienes de consumo alcanzaron los 8.376 millones de dólares, el valor más alto desde que hay registros (2004).
Los bienes de consumo pasaron a representar el 14,6% del total de importaciones de bienes, 4,1 puntos porcentuales por encima del mismo período de 2023. No se trata solo de más dólares gastados en productos terminados. También hay un cambio en la composición. Los rubros que lideran el salto importador son, precisamente, los más intensivos en mano de obra local:
- Electrodomésticos, baterías y lámparas, con un incremento del 248,9% respecto de 2024.
- Motos, bicicletas y otros equipos de transporte, que aumentan 124,6% interanual.
- Prendas de vestir, con subas del 61,8% vs 2024 y 99,2% vs 2023.
- Alimentos, que crecen 77,4% interanual.
- Marroquinería, con un alza del 44,7% frente a 2024.
Estos cinco sectores concentran casi la mitad (48,8%) de todas las importaciones de bienes de consumo. La apertura se concentra en rubros que podrían producirse en el país, con proveedores y empleos locales, pero que pasan a ser abastecidos desde China y otras plazas asiáticas.
Sustitución de fábricas nacionales por importadores
El CEPA revela otro dato que ayuda a entender la profundidad de este desastre socioproductivo: entre enero y septiembre de 2025, la cantidad de empresas que importan bienes de consumo creció 70% respecto de 2023. Se sumaron 9.325 nuevos CUITs al universo importador, con saltos particularmente fuertes en:
- Productos de caucho y plástico (+53%).
- Marroquinería (+70%).
- Prendas de vestir (+152%).
- Electrodomésticos, baterías y lámparas (+106%).
En algunos rubros se multiplican por diez, veinte o cincuenta los niveles de importaciones de las firmas que ya operaban en 2023. En otros aparecen actores que no tenían antecedentes como importadores y hoy figuran entre los líderes de compras externas: supermercados que importan fideos, panificados o conservas del exterior (Cencosud, Coto, Carrefour); grandes empresas de alimentos que complementan su negocio industrial con líneas enteras importadas (Quickfood, Swift, Arcor); marcas globales de indumentaria y calzado deportivo que dejan de ensamblar localmente para vender productos terminados (Adidas, Puma).
Lo que se abre no es un mundo de oportunidades competitivas, sino un canal de sustitución de fábricas con alta densidad de empleo por estructuras ligeras de importación y logística, con muy pocos trabajadores.
El fenómeno Shein y Temu
El salto no es solo por precios: es por escala, logística aérea y desregulación. El resultado es una importación directa al consumidor que saltea intermediarios y controles. La Fundación ProTejer sintetiza el fenómeno con un título contundente: “China invade el placard de los argentinos”. El documento señala que, empujadas por el mayor uso de plataformas digitales, la desregulación comercial y la simplificación del courier, las importaciones textiles de origen chino ya representan siete de cada diez prendas que ingresan al país.
Entre enero y octubre de 2024 y el mismo período de 2025, las importaciones textiles de origen chino crecieron 109%, por encima del ya elevado promedio general (+89%). En categorías específicas la concentración es todavía mayor:
- El 94% del total de tejidos de punto importados en 2025 es de origen chino.
- El 71% de la indumentaria.
- El 68% de las confecciones terminadas.
El avance chino se explica, en primer lugar, por el desmantelamiento de instrumentos de regulación comercial (controles, valores criterio, exigencias de etiquetado y trazabilidad, y un antidumping más laxo).
En segundo término, es muy relevante el uso masivo del régimen de courier y la irrupción de plataformas digitales chinas —Shein, AliExpress, Temu— que operan directamente sobre el consumidor, sin intermediarios locales, ingresando por vía aérea miles de paquetes sin pagar aranceles, gracias a las flexibilizaciones del sistema puerta a puerta, y a la ausencia de controles de calidad. A eso se suman los subsidios estatales chinos a los envíos internacionales, como los programas ePacket y China Post, que reducen costos logísticos al punto de ofrecer prendas terminadas más baratas que las materias primas que usan los productores locales.
El resultado no es sólo ropa más barata: son fábricas que cierran, talleres que se apagan, comercios que pierden ventas y empleos que desaparecen. El informe recuerda que la cadena textil e indumentaria sostiene a más de 500.000 trabajadores en todo el país.
Mientras el mundo regula, Milei desregula
La expansión de la indumentaria a precio de ganga china no es un fenómeno local, sino global. Lo distintivo del caso argentino es la respuesta del Estado. Mientras Milei desmonta regulaciones, los países desarrollados avanzan en sentido contrario.
Francia aprobó en junio de 2025 una ley pionera al imponer un impuesto por este tipo de prendas. La Comisión Europea discute eliminar la exención de impuestos a los envíos de bajo valor, puerta de entrada de millones de paquetes desde China.
En Estados Unidos, el gobierno federal eliminó la exención que permitía el ingreso libre de aranceles de envíos menores de 800 dólares. Cada paquete de mayor monto debe pagar impuestos, cumplir un control aduanero formal y demostrar origen y composición. México siguió un camino similar, gravando con un 33,5% los envíos de plataformas digitales procedentes de países sin acuerdo comercial —como China— e imponiendo obligaciones fiscales y de registro local.
Mientras tanto, Milei desmonta los mecanismos que esos países consolidan: controles, trazabilidad, exigencias fiscales y regulatorias.
Importaciones récord con una economía real que se frena
El cuadro se vuelve todavía más dramático cuando se lo cruza con los indicadores de actividad. El informe de Qualy Consultora señala que el cierre de 2025 muestra un debilitamiento generalizado de los indicadores de actividad real, con un escenario de contracción transversal en industria, comercio y construcción.
Las importaciones de bienes de consumo alcanzan niveles récord justo cuando la economía real entra en una nueva fase recesiva. No es un boom de compras externas asociado a un ciclo de expansión del mercado interno, sino el reemplazo de producción local por productos importados en un contexto de caída del empleo y del ingreso.
El CEPA apunta a otra característica estructural del modelo: mientras se disparan las compras externas de bienes de consumo, retroceden las importaciones de insumos y partes esenciales para la industria. Entre los primeros nueve meses de 2023 y el mismo período de 2025:
- Las importaciones de bienes intermedios caen 18,3% y solo crecen 1,6% frente a 2024, que ya era un año de base baja.
- Las importaciones de piezas y accesorios para bienes de capital se redujeron 5,7% respecto de 2023 y 1,3% en relación con 2024.
- En contraste, las importaciones de bienes de consumo aumentan 45,7% interanual; las de vehículos automotores de pasajeros, 68,6%; y las de bienes de capital, 47,7%, rubro que incluye bienes de consumo durables.
La lógica que se consolida es la de una economía importadora de productos terminados, con menor densidad de valor agregado local, menor integración de cadenas productivas y menos empleo industrial.
El costo económico y político de la “paradoja china”
Mirado en conjunto, China se convierte en el principal origen del deterioro de la balanza comercial. La apertura se concentra en rubros capaces de generar empleo local, mientras caen las compras de insumos y partes industriales. Todo esto ocurre en medio de una economía real que se desacelera, con caída del salario real, del consumo, de la producción industrial y de la construcción.
El Gobierno intenta presentar esta dinámica como la consecuencia inevitable de la libertad de comercio frente al atraso populista. Sin embargo, la política deliberada de desregulación comercial, atraso cambiario y desprotección industrial tiene como saldo que Estados Unidos obtiene subordinación geopolítica con alineamiento incondicional, China se queda con el mercado local, y la Argentina se queda con menos industria, menos empleo, menos recaudación y más dependencia.
