Roman Reigns, el heróico villano que le ganó al cáncer y revolucionó la lucha libre

WWE buscó por años al sucesor de John Cena y lo encontró en un luchador que, al principio, no fue aceptado por los fanáticos, pero que a partir de la pandemia y de vencer a la leucemia supo reinventarse y convertirse en uno de los más queridos atletas.

07 de junio, 2024 | 09.20

Roman Reigns ya tenía una carrera laureada como luchador. Fue cuatro veces campeón mundial en WWE y estelarizó WrestleMania, el Super Bowl del pancracio, en cuatro ocasiones. También era el atleta que WWE eligió para ser el abanderado en la próxima década. ¿El único problema con todo eso? La gente no lo quería ni un poco. Ante cada aparición suya, los abucheos se convertían en contaminación sonora. Cuando Reigns ganaba un campeonato mundial, las redes sociales se inundaban de quejas. Y como si fuera poco, en 2018 tuvo que retirarse temporalmente porque tenía leucemia. Era realmente una historia trágica: un luchador que estaba destinado a liderar la nueva era dorada de la lucha, pero que no sólo no era aceptado por los espectadores, sino que además podía morir. Sin embargo, el destino tenía algo más preparado para Reigns, una vuelta de rosca que lo convirtió en el campeón más dominante de las últimas décadas, y un personaje que tendrá un capítulo especial en la historia del deporte.

La energía vital de la lucha libre es el público. Los promotores saben a qué luchador impulsar basándose en la reacción que este despierta en los fanáticos. Pero Vince McMahon, ex dueño de WWE, ignoraba los constantes abucheos que bañaban a Reigns cada vez que salía al ring. El nivel de hastío fue tal que, en 2015, luego de ganar un combate que le aseguraba una plaza en WrestleMania, McMahon envió al primo de Reigns y uno de los luchadores más queridos de todos los tiempos, The Rock, a que apaciguara la tormenta. No hubo caso, ambos fueron abucheados.

En 2016, WWE contrató a AJ Styles, el equivalente a Lionel Messi en la lucha libre. Styles era increíblemente popular entre los aficionados. No vino solo, sino que trajo a otros dos aliados (también muy populares) y rápidamente dominaron la empresa. McMahon trató de contagiar a Reigns con la popularidad de Styles. Para eso, lo sumó a una facción con otros primos suyos, The Usos; hermanos gemelos que eran una muy buena dupla, pero que no tenían suficiente esencia como para ser diferenciado un hermano del otro. A este fallido trío se lo bautizó como The Bloodline (el linaje).

En octubre del 2018, Reigns se retiró de la lucha libre por tiempo indefinido porque fue diagnosticado con leucemia. No era la primera vez, en su juventud padeció la enfermedad y eso fue lo que terminó con su carrera en la NFL. Afortunadamente, en 2019 Reigns entró en remisión y volvió a competir. Pero cuando comenzó la pandemia unos meses más tarde su postura fue tajante: no iba a poner su salud en riesgo bajo ninguna manera. Sin Reigns, WWE encontró la fórmula para llevar adelante los eventos y fue con el ThunderDome. Los aficionados entraban con un link de zoom y aparecían en las pantallas que reemplazaron a las butacas. ¿El detalle de esta dinámica? No había registro sonoro de sus reacciones.

Pero en agosto del 2020 es cuando todo cambió. Sin que nadie lo supiera, Roman Reigns volvió a WWE y había algo distinto en su forma de caminar, en su forma de atacar a los rivales y en la energía que transmitía a través de la pantalla. El superhéroe que alguna vez intentó ser estaba muerto, y un nuevo personaje emergió de las cenizas. El 23 de agosto de ese mismo año, Reigns se convirtió en campeón mundial, y WWE se permitió apostar de nuevo por el luchador con una faceta teatral que poco a poco intrigó a los aficionados. Para Ernesto Ocampo, director de la revista mexicana Súper Luchas, “fue una de las apuestas más arriesgadas que pudo tomar WWE”, pero esta “terminó pagando dividendos". “Roman Reigns parecía condenado a nunca llegar al nivel de estrella que fue John Cena, pero gracias a su reciente reinado, lo sobrepasó en muchos niveles”, agregó.

Al no haber público, Reigns empezó a explotar su lado actoral mientras luchaba para cautivar la atención del aficionado virtual. Su primera rivalidad como campeón fue contra uno de los Usos, y el personaje que mostraba Reigns era el de un villano, un maltratador que torturaba psicológicamente a su familia para ejercer el control sobre ella. Tanto Reigns, como The Usos y The Rock pertenecen a la cultura samoana, y en ella, la figura del jefe de la tribu es sagrada. WWE trasladó esa disputa cultural a los cuadriláteros, y el público quedó encandilado por el despliegue teatral que no sólo el ahora villano Reigns realizaba, sino también el resto de los integrantes de su familia.

Reigns logró “manipular” a The Usos. Pero esta vez, la profundidad de los personajes (rara para un espectáculo como la lucha libre) logró que los fanáticos no sólo se interesaran en la familia samoana, sino que la convirtieran en la principal atracción de la lucha libre a nivel global. ¿Y qué nombre adoptaron los luchadores? The Bloodline.

Pasaron los años, el público volvió y Reigns se mantuvo como campeón invicto. WWE por muchos años apostó por reinados cortos, pero cambió la dinámica con Reigns e incluso lo hizo también con The Usos, que eventualmente capturaron las preseas de equipos. Y no sólo su historia familiar adquiría complejidad y preservaba el interés, sino que sus rivales recibían también el impulso de popularidad. Todo lo que tocaba The Bloodline lo convertía en oro. “Roman Reigns fue pieza clave para revertir la tendencia negativa que llevaba WWE desde hace casi una década y que se fue acentuando con el nacimiento de AEW (empresa rival fundada en 2019). Sin la historia de The Bloodline, seguramente AEW estaría mucho mejor posicionada”, explicó Ocampo.

Si el tramo 2015 a 2019 fue terrible para Reigns, 2020 a 2024 fue todo lo contrario. Volvió a estelarizar WrestleMania, volvió a ganar campeonatos y, esta vez, era el favorito de los aficionados. Los ratings, las ventas y el clamor popular, que flaquearon años atrás, se fortalecieron gracias al luchador.  Pero con tantos años como monarca una pregunta comenzaba a asomarse tanto para fanáticos como para la misma WWE: ¿Quién iba a ser el que le quite el título mundial? Una decisión de ese tipo no se toma a la ligera, menos en una empresa valuada en miles de millones de dólares.

La respuesta vino de la empresa competidora AEW. Uno de sus fundadores, Cody Rhodes, era un ex WWE que nunca pudo triunfar en la compañía. Rhodes renunció en 2016 a WWE y empezó su periplo por el circuito independiente, en 2019 se alió con otros grandes luchadores y el empresario Tony Khan para fundar All Elite Wrestling. Pero en 2022, Rhodes hace lo impensado y da el salto otra vez a WWE en lo que fue una representación muy clara de la parábola del hijo pródigo. Y qué mejor manera de terminar su historia que derrotando al campeón más dominante de los últimos 15 años de la lucha profesional.

Tras una épica lucha en 2023 en la que Reigns triunfó ante Rhodes con trampa, Reigns le dio la revancha a su rival un año después, en WrestleMania XL. Todos estuvieron implicados, The Usos, La Roca, John Cena y otras grandes leyendas. Fue como la versión pancracio de los Avengers. Rhodes, tras una épica contienda que estuvo a la altura de las expectativas, derrotó a Reigns y terminó con su reinado después de 1316 días. Al día siguiente, en su celebración con el público, Rhodes se tomó unos minutos para agradecerle a Reigns por haber sido su rival. La reacción de los aficionados fue la que tanto buscó WWE, pero sobre todo el ex campeón, durante toda su carrera: un prolongado y efusivo “gracias Roman”.