Ferro como ritual: la segunda noche de Los Fabulosos Cadillacs fue una ceremonia

En una segunda noche intensa y expansiva en Ferro, Los Fabulosos Cadillacs ofrecieron más de dos horas de ritual rockero, repasando su repertorio de culto y celebrando su historia con invitados.

15 de diciembre, 2025 | 19.00

La segunda noche de Los Fabulosos Cadillacs en Ferro no fue una repetición, fue una profundización. Si el primer show había sido demoledor, el del día siguiente fue directamente una ceremonia. Dos horas (y un poco más) en las que la banda se permitió recorrer su historia como quien abre un álbum de fotos gastado, pero todavía vibrante, con canciones que no envejecen y un público que las sabe de memoria.

Desde el arranque quedó claro que no había apuro. El set se estiró con naturalidad, dando lugar a temas de culto que no siempre aparecen en los repertorios más “hiteros”, pero que son el corazón real de los Cadillacs. Cada canción funcionó como un capítulo, hubo ska, rock, cumbia, reggae y esa mezcla inclasificable que construyeron a lo largo de casi cuatro décadas. Ferro, colmado otra vez, respondió con un pogo que no distinguía edades ni nostalgias.

Los invitados de la Fabulosa noche en Ferro 

En el centro de la noche apareció Valeria Bertuccelli, retomando su intervención recitada en “Saco azul”, pero esta vez con un clima todavía más íntimo. Su presencia cortó la marea sonora para generar un silencio cargado, casi teatral, que mostró otra faceta del universo cadillac con la palabra como golpe, como imagen, como pausa necesaria antes de volver a explotar.

El show también fue una celebración de la historia interna de la banda. El Tirri, ex miembro y parte del ADN cadillac, subió al escenario y fue recibido como familia. No hubo discurso grandilocuente, pero sí abrazos, sonrisas y esa sensación de que el pasado no pesa, sino que empuja. Más tarde, Santi Motorizado se sumó como invitado, llevando su impronta grave y emocional a una noche que ya estaba cargada de épica colectiva.

A lo largo de más de dos horas, Los Fabulosos Cadillacs demostraron algo que pocas bandas logran sostener. El equilibrio entre la potencia física del vivo y una obra que sigue creciendo en significado. No fue solo un repaso de clásicos ni una excusa para la nostalgia. Fue una reafirmación. De que siguen ahí. De que todavía pueden convertir un estadio en barrio, en ritual, en fiesta popular.