A solo horas de la Asamblea, ayer lunes arribó parte del dinero y del cuerpo técnico, el miércoles llegará el DT Leandro Somoza y el jueves y viernes se completará el plantel: será el Rampla Juniors uruguayo de Foster Gillett, el empresario estadounidense que también celebra en nuestro fútbol al Estudiantes puntero.
En primera plana está la foto de ayer: presidentes de Rampla saliente (Roberto Fernández) y entrante (Gabriel “Peca” Kouyoumdjian) posando con Guillermo Tofoni, representante de Foster Gillett, nuevo desembarco en un fútbol uruguayo que tiene más de una veintena de Clubes SAD en sus tres principales categorías. “El acuerdo es pagar las deudas que tienen, pagar el nuevo plantel, invertir en infraestructura, mejorar las juveniles”, dice Tofoni, que llegó el lunes a Montevideo junto con parte del cuerpo técnico, a la espera de un plantel que tendrá cinco argentinos y unos veinte días de preparación antes de su debut en el campeonato uruguayo de Segunda división.
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Rampla, en rigor, es un histórico del fútbol uruguayo, pero en crisis, con una deuda estimada de 7,5 millones de dólares, casi un diez por ciento de la cual, la más urgente, comenzó a ser pagada por Foster recién en las últimas horas, una demora que Tofoni atribuyó a que recién el viernes pasado llegó la documentación requerida. Autorizadas, y parte del paisaje natural en el fútbol uruguayo, las SAD tenían un difícil precedente argentino en Uruguay, el fiasco del Grupo Fassi (Andrés Fassi, el presidente de Talleres de Córdoba, y su hijo Juan Pablo) con el club Atenas de San Carlos, un acuerdo de veinticinco años que duró solo dos, cuatro técnicos, decenas jugadores e inferiores desmanteladas. Hay otras SAD que, en cambio, mejoraron rendimiento e infraestructura en algunos clubes.
El campeonato de Primera comenzó el último fin de semana con un resultado inesperado pero símbolo de los nuevos tiempos: Montevideo Torque City (parte del City Football Group que lidera Manchester City, capitales de Abu Dabi) venció 1-0 al poderoso Nacional de Martín Lasarte, que recibirá en la segunda fecha a Peñarol, el otro grande. La irrupción de las SAD, dicen algunos, terminará como bloque enfrentando al poder tradicional de Nacional y Peñarol. En un fútbol uruguayo que, a su vez, tiene su interna propia.
Por un lado, el poder oficial de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) que lidera Ignacio Alonso, de buena relación con Gianni Infantino, presidente de la FIFA. La AUF saluda el crecimiento de las SAD, clubes que así dejan de depender del histórico poder paralelo que sigue en manos del empresario Paco Casal. Alonso, hombre de Rampla, alentó el arribo de Foster. Y la cara local visible de la nueva SAD es Gastón Tealdi, ex dirigente de la AUF, siempre muy cercano a su presidente. En crisis tras años de fuerte incompetencia dirigencial, los clubes uruguayos reciben como oro los dineros de Casal o del grupo SAD que les toque. El presupuesto de Rampla en 2024 era de unos setenta mil dólares mensuales, dinero sencillo para los nuevos mecenas. El dinero prometido por Foster para Estudiantes sube en cambio a los 150 millones de dólares, que sin embargo pierden fuerza si se advierte que la cifra comprende un acuerdo de treinta años.
Estudiantes ya fue campeón local, de Libertadores y de la Intercontinental como Asociación Civil. Pero Juan Sebastián “La Brujita” Verón quiere más. Foster Gillett, apellido maldito tras un paso oscuro en el inglés Liverpool, es el socio elegido para una cruzada que, todavía, debe ser aprobada por los socios del club