Martín Martines, cantante de Ojos Locos y sobreviviente de la masacre de Cromañón, reconstruye en diálogo con El Destape, la noche del 30 de diciembre de 2004 con dolor, reflexión y una mirada crítica hacia el contexto de la época. “Veníamos de una década, principalmente de los 90, donde había este fenómeno que quizás arrancó con Los Redondos, de la independencia y de un circuito por fuera de lo que ofrecían los sellos discográficos y los medios mainstream”, explica. En ese contexto social y cultural, las bengalas y la pirotecnia habían ganado un lugar central en los recitales. Nadie, o probablemente unos pocos, imaginaba lo que podría ocurrir.
La invitación para tocar en Cromañón llegó como un sueño cumplido. “Era el lugar donde estaban tocando las bandas más importantes de la escena. De todos los shows de Ojos Locos, fue el único en el que les dije a mis viejos: ‘Acá tienen que venir todos’. Cerrábamos el año de la mejor manera. Cromañón era el lugar donde cualquier banda quería tocar”, cuenta Martines. Compartir escenario con Callejeros, la banda del momento, era una consagración.
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¿Cómo llegaron a tocar en Cromañón?
- Nosotros empezamos siendo público en los 90 y tuvimos nuestras banditas también. La historia de cualquier pibe que hace música. Una de esas conexiones era Juancho (Juan Carbone) quien era saxofonista de Viejas Locas y amigo de Luis, el batero de Ojos Locos. Cuando formamos la banda estábamos buscando un saxo que nos quede bien en algunas canciones y no sabíamos en qué andaba Juancho. Viejas Locas ya se había separado, lo contactamos y ahí nos contó que estaba tocando con Callejeros. Nosotros ya habíamos escuchado hablar de ellos. Entonces un día nos invitó a un show y luego ellos nos vinieron a ver a nosotros. Además, más allá de los shows, siempre nos frecuentábamos en lugares nocturnos. Ellos nos vienen a ver a Club Malcolm y Juancho nos cuenta que Callejeros va a cerrar el año en Excursionistas y que después va a sumar tres fechas en Cromañón y que querían invitar a tres bandas que les gustaban.
"Cromañón era el lugar donde cualquier banda quería tocar": el relato de una noche de terror
El último show de la trilogía de conciertos de Callejeros en el local de Omar Chabán comenzó como una celebración, pero se convirtió rápidamente en una pesadilla que se llevó la vida de 194 personas y dejó un saldo de más de 1400 heridos. A veinte años de la masacre, la memoria sigue siendo el motor de lucha de toda una generación.
¿Qué recuerdos tenés del show de Ojos Locos?
- Recuerdos del momento del show no tengo… Si tengo los debo tener en algún lado que no puedo recuperar. Me acuerdo algo de la prueba de sonido y de estar en el camarín. Los únicos flashes que tengo son de cómo eran los shows nuestros en ese momento y en cualquier recital de rock con gente agitando, bengalas, banderas…
¿Dónde te ubicás cuando termina el show?
- Nosotros nos fuimos al camarín y ahí salimos a una puerta que había al costado del escenario, fuimos para el lado del público porque quisimos salir a saludar a todos los que nos fueron a ver. La banda completa se fue para el lado de la puerta, porque habíamos quedado en encontrarnos ahí ya que al camarín no podía ingresar nadie. Hasta ese momento era como un acto de diploma de colegio donde te dan una medalla. Como yo sabía que mi familia estaba arriba, subí. Cuando subí, los busqué y no los encontré, y en eso arranca el show de Callejeros. Yo justo había visto al hijo y la mujer de Juancho, y cuando comienza a prenderse fuego el techo les dije que se vayan. No sé por qué yo me quedé un rato más buscando a mi familia… Fue ahí cuando se cortó la luz y chau.
¿Qué pasó después?
- Cuando se corta la luz realmente no se veía nada. Estaba completamente a oscuras. No había celulares, no había ninguna forma de iluminar. En esa oscuridad total la gente se desesperó y fue un caos. No podías avanzar porque no sabías dónde estaba la escalera, si tenías alguien enfrente o debajo… Perdías la noción absoluta. Yo solo atiné a moverme a una puerta que sabía que estaba a mi izquierda y que daba a unas oficinas, porque había visto luz en el cerrojo. Intenté abrirla y no se podía. En un momento la puerta empezó a quemarme las manos. Me tiré e intenté respirar por la cerradura hasta que en un momento no pude más y me desvanecí.
¿Cómo saliste de Cromañón?
- Hicieron un boquete al lado de la puerta, un agujero en la pared, y cuando abrieron yo ya estaba ahí, entonces me sacaron primero. Pero totalmente inconsciente.
¿Cuándo te reencontraste con tu familia y tus compañeros de banda?
- A mí me encuentran en el Hospital Ramos Mejía. El papá de Juan, el guitarrista, y una amiga eran médicos entonces los dejaban entrar… Porque nadie sabía dónde estaba. Cuando me encuentran tengo un flash de verlo entrar a mi viejo y no me acuerdo mucho más. Yo le decía “sacame de acá”, porque la situación era horrible, el hospital estaba desbordado y era todo un caos. Esto imagino que fue a la madrugada o mañana del 31 de diciembre. Entonces mi viejo, dentro de su desconocimiento, me sacó del hospital, me lleva a casa y estaba mi mamá esperándome en el pasillo. Luego comencé a vomitar negro y decidieron llamar a la ambulancia otra vez, y me mandaron nuevamente al hospital. Me internaron en el Sanatorio Méndez.
Qué pasó después de la masacre
¿Cómo fue el post? ¿Te quedaron secuelas?
- La neumóloga que me atendió me decía que “el veneno” que tragamos de lo que se desprendía de la media sombra no tenía antecedentes, por lo que no sabíamos qué podía generarnos a corto o largo plazo. Ya sea neurológicamente o neumonalmente. Yo fui haciendo distintos tratamientos para rehabilitar mis pulmones durante varios meses. Luego, cuando volví a mi casa empecé con fonoaudiología para recuperar las cuerdas vocales que se me habían quemado. Este invierno pasado me agarró una bronquitis grosa y cuando escupía flema salían todavía los filamentos negros de lo que inhalamos. Veinte años después. Yo nunca fumé y me hago estudios todos los años, y a pesar de eso tengo pulmones que tienen un trajín. Hoy tengo esto y no sé que va a pasar cuando tenga 70 años.
¿Qué pensás de la condena a Callejeros?
- Nuestra postura siempre fue clara. Nosotros no defendimos a Callejeros ni por amistad ni por fanatismo. Fue porque sabíamos lo que había pasado. Nosotros estuvimos ahí y sabíamos de dónde venía la costumbre de la pirotecnia. Desde un principio no dudamos de la inocencia de los músicos ni de la nuestra. Pensá que nosotros entre familiares y amigos, perdimos a 16 personas. No es que nosotros estábamos mirando la historia de ellos de costado. Fue todo muy difícil porque durante el primer tiempo hubo una desinformación muy grande, a lo que le siguió una información sesgada que iba contra el público y los artistas. Cuando empezamos a ver el tratamiento que se le estaba dando al caso mediáticamente nos dimos cuenta que el hilo se iba a cortar por lo más fino. Y así fue. El proceso judicial tuvo muchas irregularidades. Lo vivimos con mucho dolor. Además de todo lo que vivimos, sentimos que nos volvieron a pisotear la herida. Fue terrible. Las pérdidas ya estaban hechas, el duelo estaba en pleno proceso… pero la parte judicial fue realmente dolorosa.
¿Qué podés contar de Omar Chabán?
- Yo con Chabán estuve una o dos veces. Nosotros íbamos a Cemento a ver bandas todo el tiempo y siempre nos lo cruzábamos. Era un personaje histriónico. Todas las referencias que tuve de él siempre fueron por terceros, o por cosas que leía. Chabán antes de Cromañón fue una persona y después de Cromañón fue otra. Yo entiendo que ayudó a muchos artistas y que hizo mucho por la música argentina, pero hay cosas que son indefendibles. Que él te haya dado una mano con tu banda en los 80 no significa que tengas que salir a defenderlo. Los planos originales de cuando se construye Cromañón estaban adulterados. Está en la causa. Desde el arranque, Cromañón nunca tendría que haber abierto. Luego se fueron sumando capas de irregularidades, como tapar los extractores del techo con las canchas de fútbol, cerrar las puertas de emergencia con candado… Yo no opino de Chabán, yo me guío por lo que pasó y por lo que lo vi hacer. Yo creo que él se fue de este plano con una gran deuda. Tendría que haber dicho: “Yo me equivoqué con esto”. Él sabía que las bandas que iban llevaban pirotecnia. Yo quiero creer que él no quería que pase lo que pasó… Pero salir a decir “esto se puede prender fuego” es muy premonitorio. Si sabés que se puede prender fuego, entonces hagamos algo. No dejes todo en mano de unos pibes de 20 años que no entienden de peligro o creen que es un chiste lo que estás diciendo.
Después, es raro que él nunca haya contado a quién coimeaba de la policía o del gobierno. Todos sabemos que ese lugar funcionaba así. Me parece que él se tendría que haber hecho cargo de lo que le correspondía. Yo creo que por alguna razón calló u omitió muchas cosas que pudo haber dicho. Podría haber trazado la historia de otra manera y sin embargo quedó todo como una guerrilla entre él y Callejeros, quién había puesto la seguridad y quién no… Cuando los hilos se estaban moviendo de arriba.
Un llamado a la memoria
En febrero de 2024 un chico prendió una bengala en un show en Niceto ¿Qué te pasó por la cabeza?
- Yo creo que el gran aprendizaje de Cromañón lo hicieron muchos músicos del rock y el público. Hubo una toma de conducta por parte de los fans de todas las generaciones. Pero a la vez pienso que si un pibe prende una bengala seguramente es por desinformación. Hay generaciones de pibes que ni habían nacido, o tenían 5 años. Ahí es cuando saltan ciertos fusibles que muestran que todavía hay una gran parte de la sociedad que no aprendió nada con Cromañón. Un chico puede decir “¿qué problema hay si prendo una bengala en Niceto?” y capaz el máximo problema es quemarle la oreja al de al lado, porque el lugar está recontra preparado para que pase algo así. Pero tiene más que ver con una cuestión de respeto a la memoria. A la vez, pensar en la bengala es hacer un reduccionismo, pero en realidad es mucho más amplio. Eso es la punta del iceberg. Hay que espantarse de algo más que de un pibe prendiendo una bengala. A Cromañón siempre hay que pensarlo en un contexto: social y cultural.
¿Existe un subsidio para los sobrevivientes por parte del Estado? ¿Continúa vigente?
- Hay un subsidio y ciertos planes de asistencia a la víctima por parte del Gobierno, como por ejemplo consultas psicológicas en hospitales. Pero sinceramente no funciona como debería. El subsidio económico es para un padrón de sobrevivientes y cada cierta cantidad de años se trata nuevamente en la Legislatura. Este año todas las agrupaciones consiguieron que se amplíe la línea de asistencia a las víctimas, se revea el padrón y se haga de forma vitalicia. Más que nada porque uno no sabe en qué momentos puede presentar secuelas. De hecho, hubo muchos pibes que se suicidaron varios años después; madres y padres que tuvieron enfermedades terminales. Pero yo siempre puse el foco más allá de una reparación económica o asistencia médica. Creo que la gran deuda la tiene la sociedad consigo misma.
Ojos Locos nunca fue llamado a declarar en la causa.
- No. Otra cosa muy particular. A nosotros nos habían quedado todos los equipos de música, el backline, adentro de Cromañón y no sabíamos en qué estado estaban, pero los queríamos recuperar. Y tuvimos que presentarnos al juzgado con abogados porque no nos creían que nosotros habíamos estado ahí. Tuvimos que presentar una pila de pruebas que certifiquen que éramos los músicos que habían tocado ahí, yo llevé hasta mi historia clínica. A los dos años nos dejaron sacar nuestras cosas, fuimos con gente de la fiscalía y la policía. Nosotros desde el momento cero nos presentamos a la justicia. Pero realmente nunca nos llamaron.
¿Qué sentiste cuando te enteraste que en el predio sacaron todos los objetos de los chicos y pintaron las paredes?
- Eso pinta de cuerpo entero al dueño del lugar. ¿Por qué pasó Cromañón? Por ambición empresarial, por un desprecio total por la vida… Y el tipo lo volvió a demostrar. Entiendo que la justicia le tenía que devolver la propiedad por cuestiones legales, pero tendría que ser expropiado como se hizo hace algún tiempo atrás. Pero eso te demuestra cómo es el tipo ese al que nadie le conoce la cara, pero es uno de los mayores responsables. Él sabía bien lo que estaba pasando ahí. Él era dueño de varias propiedades en esa manzana, más allá de Cromañón y del hotel (Central Park). Pero se ve que tenía buenos lazos con el poder. Lo que hizo es aberrante. Se cagó en la historia, en el recuerdo, en los sentimientos de la familia. Cuando yo entré el lugar estaba tal cual esa noche: había zapatillas, remeras, banderas, estaban las manos de los chicos marcadas en las paredes… Fue una falta de respeto total tirar todo a la basura. Eso no se recupera nunca más.
¿En qué te gustaría que se convierta Cromañón?
- Para mí tiene que ser un espacio para la memoria, pero un espacio activo. A mí me gustaría que pibes de la nueva generación conozcan el lugar, sepan lo que pasó y que puedan también disfrutar de actividades artísticas. Me parece que es la mejor manera de rendir un recuerdo. Que sepan que los pibes y pibas que se fueron a divertir a ese lugar eran igual a ellos. Tenían los mismos sueños, la misma inconsciencia… Capaz con otros gustos, otros looks, pero eran iguales. Que ese lugar, que fue el último donde estuvieron, genere un espacio para la música y el arte.