En los últimos años, las gambas al ajillo se instalaron con fuerza en las mesas argentinas, trascendiendo su origen español para convertirse en un aperitivo sofisticado y compartido en reuniones familiares y con amigos. Su encanto reside en la combinación de mariscos, ajo, aceite y un toque picante.
¿Qué son las "gambas" y cómo elegirlas?
Primero, clarifiquemos un punto clave: en Argentina, lo que comúnmente llamamos "gambas" suelen ser langostinos congelados, ya sea enteros o pelados. Los langostinos nacionales (Pleoticus muelleri) o los de importación son una excelente base para esta receta.
Consejos para la compra y preparación:
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Frescura (aunque sean congelados): aunque compres congelados, fijate que el paquete esté íntegro, sin escarcha gruesa en el interior (lo que indica que se descongeló y volvió a congelar). Marcas como Mar del Plata o productos de pescaderías de confianza son una buena opción.
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Tamaño: para este plato, los langostinos medianos a grandes (tamaño U-15 o U-20) son ideales. Son más vistosos y se cocinan en el punto justo sin pasar.
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Preparación: si son congelados, la descongelación correcta es crucial. Nunca los dejes a temperatura ambiente. Pasalos la noche anterior del freezer a la heladera, o sumergilos (en su bolsa cerrada) en agua fría, cambiándola cada 20 minutos.
Ingredientes clave: calidad por sobre la cantidad
La magia de este plato está en la pureza de sus componentes:
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Langostinos (gambas): 500 gramos, pelados y desvenados, pero con la cola puesta. La cola no solo es decorativa, sino que da un mejor agarre al comer.
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Ajo: 6 a 8 dientes frescos, cortados en láminas finas, no picados. Las láminas se fríen y se caramelizan, aportando sabor y textura.
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Aceite de oliva virgen extra: es la base de la salsa. Usá uno de calidad, pero no el más intenso (evitá los muy amargos o frutados extremos). Necesitás cantidad generosa, casi para semi-sumergir los langostinos.
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Guindilla seca (o chile seco): 1 o 2 unidades. Aporta un picante sutil y aroma. Podés usar el típico ají molido suave o un trocito de ají seco entero.
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Vino blanco seco: ½ vaso. Un Torrontés o un Sauvignon Blanc son ideales. Le da frescura y desglasa los jugos del fondo de la sartén.
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Perejil fresco: un puñado bien picado, para agregar al final. Es el toque de color y frescura que equilibra la untuosidad.
Añadí las gambas ya descongeladas y secas junto con una guindilla.
La técnica: el secreto está en el fuego y el tiempo
El error más común es cocinar de más los langostinos, dejándolos gomosos. Seguí este paso a paso:
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Infusionar el aceite: en una sartén o cazuela de barro (el material ideal que distribuye el calor parejo), calentá abundante aceite de oliva a fuego medio-bajo. Agregá las láminas de ajo y la guindilla. Cocinalos muy suavemente, moviendo, hasta que el ajo esté apenas dorado y perfumado. Asegurate de que no se queme porque el ajo amargo arruina todo el plato.
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Sellar los langostinos: subí el fuego a medio-alto. Secá muy bien los langostinos con papel de cocina (el agua hace salpicar) y agregalos a la sartén en una sola capa, sin amontonar. Salalos en este momento. Cocinalos aproximadamente 1 minuto por lado, solo hasta que cambien de color a un rosado opaco y se enrosquen ligeramente.
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Aromatizar con vino: con los langostinos ya sellados, verté el vino blanco. Raspar el fondo de la sartén con una cuchara de madera para soltar todos los sabores caramelizados (esto se llama desglasar). Dejá que el alcohol se evapore por 1 minuto.
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Finalizar y servir: apagá el fuego. Espolvoreá con el perejil fresco picado y revolvé suavemente.
MÁS INFO
Cómo servirlas como un experto
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Presentación: servilas inmediatamente en la misma cazuela de barro (si la tenés) o en una fuente con borde alto para contener el aceite.
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Acompañamiento: pan, pan y más pan. Un baguette crocante o rebanadas de pan de campo tostado son imprescindibles para "sopear" esa salsa divina de ajo y aceite.
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Para la picada: si las incluís en una picada, presentalas en un platito aparte con su salsa y su propio bowl de pan. Son el showstopper de la mesa.
