Aunque suene desagradable y hasta difícil de imaginar como recomendación saludable, un grupo de científicos plantea que un hábito poco popular podría tener un impacto inesperado en la prevención del Alzheimer. Según distintos estudios, la exposición al sulfuro de hidrógeno, el gas responsable del característico olor a “huevo podrido” de las flatulencias, podría disminuir hasta en un 37 % el riesgo de padecer esta enfermedad neurodegenerativa.
La hipótesis surge de investigaciones lideradas por la escuela de medicina Johns Hopkins Medicine, cuyos científicos vienen analizando el rol de este gas en el funcionamiento del cerebro. En pequeñas cantidades, el sulfuro de hidrógeno es producido de forma natural por el cuerpo humano y cumple funciones clave en la comunicación entre las células y el cerebro.
“Nuestros nuevos datos vinculan firmemente el envejecimiento, la neurodegeneración y la señalización celular mediante el sulfuro de hidrógeno”, explicó el doctor Bindu Paul, autor principal del estudio publicado en Proceedings of the National Academies of Science. Según los investigadores, este gas actúa a través de un proceso químico llamado sulfhidratación, que modifica proteínas esenciales para la salud neuronal.
El problema es que, con el paso del tiempo, los niveles de sulfhidratación en el cerebro disminuyen, una caída que resulta aún más marcada en pacientes con Alzheimer. “Confirmamos una reducción significativa de este proceso en cerebros con Alzheimer”, señaló Milos Filipovic, uno de los colaboradores del trabajo.
Cómo fue la investigación sobre el sulfuro de hidrógeno
Para comprobar el impacto concreto del sulfuro de hidrógeno, el equipo realizó pruebas en ratones modificados genéticamente para imitar la enfermedad de Alzheimer. Durante 12 semanas, los animales recibieron un compuesto llamado NaGYY, capaz de liberar lentamente sulfuro de hidrógeno en el organismo. Los resultados fueron contundentes, ya que los ratones tratados mostraron mejoras del 50 % en funciones cognitivas y motoras en comparación con aquellos que no recibieron el compuesto.
Además de recordar mejor la ubicación de objetos y plataformas, los ratones tratados se mostraron más activos físicamente. A nivel molecular, los científicos detectaron cambios en una enzima clave, la glucógeno sintasa β (GSK3β). En condiciones normales, esta enzima cumple funciones de señalización, pero cuando faltan niveles adecuados de sulfuro de hidrógeno, tiende a interactuar en exceso con la proteína Tau, generando los cúmulos que bloquean la comunicación entre neuronas y conducen a su muerte.
“Comprender esta cascada de acontecimientos es fundamental para diseñar terapias que bloqueen esta interacción”, explicó Daniel Giovinazzo, primer autor del estudio. En esa línea, los investigadores destacan que restaurar niveles saludables de sulfuro de hidrógeno podría revertir algunos de los mecanismos asociados al Alzheimer.
