“Queremos crear un futuro en el que los presxs puedan integrarse plenamente en la sociedad y ser considerados como ciudadanxs”, cuenta Xavier Aguirreal, fundador del proyecto Liberté. Se trata de un emprendimiento 100% autogestionado por presos en la cárcel de máxima seguridad de Batán, Mar del Plata. Desde 2021 son formalmente una cooperativa. Sus actividades se nuclean en marroquinería, carpintería, herrería, almacén de ramos generales, artesanías, apicultura, huerta orgánica, biblioteca, aula de capacitación y servicio de tareas restaurativas para los protocolizados. El proyecto comenzó con dos personas, luego al mes eran 8, a los tres meses 40 y hoy son más de 200 que prestan su fuerza de trabajo para mantener viva la organización. El penal, por su parte, tiene aproximadamente 1800 internos.
Además, a principio de año construyeron un restaurante dentro del penal llamado “Punto de Paz”, es el único de estas características en un penal: lo atienden presos, cocinan presos y los mismos presos son quienes se sientan en la mesa. Actualmente está frenada la producción y en pocos días volverán al ruedo. “Nacimos en 2014 con el objeto de cubrir necesidades básicas como trabajo, estudio y capacitación, recreación, alimentación, entre otras cuestiones que en la cárcel escasean”, señala Xavier.
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Desde que nació en 2016, Liberté abrió una biblioteca, el restaurante, en 2018 crearon un un mural junto a Víctimas por la Paz, al que llamaron “el mural más lindo del mundo”. También organizaron una maratón a la que define orgulloso como “la primera dentro de la cárcel donde corrieron personas privadas de su libertad, víctimas, civiles, judiciales y penitenciarios”.
Estar activo para sobrevivir
Xavier Aguirreal está detenido en el penal de Batán, Mar del Plata, desde 2012. Cuando quedó detenido se dio cuenta de que iba a necesitar más que las visitas y el acompañamiento familiar para sobrevivir en el encierro. “La realidad carcelaria en la región es desoladora. Los presos cometieron un delito y la ley dictaminó que lo tiene que pagar, ser castigados en la cárcel. Pero eso no significa que no necesitemos nada, ya no tenés trabajo, no tenés nada, entrás con un par de zapatillas y si se te rompen, ¿qué te pones?”, reconoce Xavier. Según el coordinador de Liberté, algunas personas privadas de su libertad en Argentina se convierten en indigentes, otrxs viven de lo que les trae la familia, amigos, entidades de bien público u organizaciones de la sociedad civil.
“Cuando entré a la cárcel no tenía nada”, recuerda. Es por eso que empezó a pensar estrategias para conseguir cosas que necesitaba para lo cotidiano, como, por ejemplo, abrigo, zapatillas, comida. En ese entonces conoció a un compañero que hacía pulseritas de macramé para su hija, le pidió que le enseñara. Empezó a confeccionar pulseras, tobilleras y collares de macramé, las intercambiaba por insumos. “El trueque es moneda corriente, no se puede manejar efectivo y en ese entonces no existían las billeteras virtuales”, comenta.
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Dos años más tarde, junto con un compañero de celda, propuso al Servicio Penitenciario que lo autorizaran a realizar un emprendimiento autogestionado para trabajar y poder comprarse calzado, un shampoo, ropa, arroz o insumos para mejorar la comida “del infierno”, palabra que usa repetidamente para referirse a la cárcel. En ese momento las autorizaciones tardaron solo un mes, sin embargo, no fue fácil acordar y lidiar con una cultura que entiende que, si el preso trabaja, es para hacer donaciones, no para ganar dinero. “Muchas personas creen que solo por estar en la cárcel no tenemos más derechos, esto no es así”, considera. Entre sus roles, negoció el porcentaje de ganancias que iría para los internos. En la mayoría de las cárceles los emprendimientos productivos deben ceder el 50% de la ganancia para el Servicio Penitenciario. Sin embargo, Xavier, gracias al respaldo del juez Mario Juliano, y el jefe provincial en ese entonces, consiguió constituir la organización bajo la figura de emprendimiento autogestivo. Ese hito permitió que el 90% de las ganancias fueran para las personas que trabajaban en el proyecto y el resto al Servicio Penitenciario. “Me encargué de todo, buscar materia prima, alguien que la entre, alguien que saque el producto terminado y un montón de cosas que debíamos prever”, enumera.
Más adelante encontraron junto al INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social) el camino para dar legalidad y Liberté fue autorizada como cooperativa de trabajo, la primera integrada por personas privadas de la libertad. “La autogestión nos posibilitó organizarnos, en lo económico y en la recuperación de derechos y de dignidad”, expresó Xavier, que considera que para poder salir en libertad y ser un vecino más es necesario que el tiempo que estén en la cárcel sea con derechos y que se respeten los Derechos Humanos.
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Organizarse para defender derechos
En Liberté trabajan a la par con Víctimas por la Paz, una ONG integrada por personas víctimas de delitos, con una mirada no punitivista. En lugar de pedir más castigo, trabajan en las cárceles con talleres, apoyando emprendimientos para que cuando la persona salga en libertad pueda continuar con su vida, tenga una salida laboral y conviva socialmente. Sin embargo, nada es tan fácil dentro de las cárceles, cada mes tienen que renovar acuerdos, organizarse con las autoridades, generar espacios de diálogo. Como ejemplo, Xavier expone que en 2018 se jubila el jefe penitenciario Miguel Magdalena, que los apoyó en el emprendimiento, y asume una persona que desconoce el emprendimiento.
En los 90s Xavier era militante universitario, asistía a ollas populares y participaba activamente dentro del centro estudiantes de la facultad de Ciencias Exactas, cuando estudiaba informática. Para él ese recorrido le dio muchas herramientas a la hora de proponerse construir una cooperativa y un emprendimiento dentro de la cárcel.“Todo es posible”, según sus palabras, con la autogestión.
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Recuperar la esperanza en el infierno
Para Xavier, la autogestión y el trabajo colectivo son los pilares para poder construir proyectos dentro de la cárcel. También es una forma de sopesar el tiempo que lleva detenido. “Lo primero que se pierde acá dentro es la esperanza, no sabés qué va a pasar mañana, entonces tener trabajo, educarse, permite recuperar derechos. A mí Liberté me devolvió la esperanza, las ganas de vivir, de progresar, de cambiar”, reconoce. A todas esas motivaciones, suma la fuerza que le da su hijo, que hoy ya tiene 22 años, para sobrellevar el encierro, las ganas de salir y encontrarse con él.
“Con los recursos que genera acá trabajando un preso consigue un excedente para comprarle un regalo a su hijo, pasarle dinero a su familia, algo que ayuda mucho en los vínculos”, comenta, sobre el proyecto que fue creciendo a lo largo del tiempo. La posibilidad de un ingreso económico y de contar con recursos, ayuda a mejorar la calidad de vida de cada interno. Xavier insiste en que hay presos a los que la familia le traen las cosas, pero para traerle un paquete de arroz tal vez se trata de una comida menos para su casa, ya que hay familias de muy bajos recursos. Sobre los discursos punitivistas que piden más castigo y más cárcel para las personas que cometen delitos, Xavier comenta: “La fórmula que cancela derechos es la realidad carcelaria hoy, esos discursos no funcionan, por lo tanto, yo creo que ya es momento de cambiar la fórmula del punitivismo”.
Para Xavier son infinitas las posibilidades trabajando a la par de organizaciones, personas dentro del Servicio Penitenciario y los mismos presos. El próximo proyecto es la conformación de una mutual, para prestar servicios de salud y convenios con hoteles en las ciudades en las que hay cárceles, para que cuando los familiares visiten a los detenidos, puedan alojarse a precios accesibles.