Una noche de octubre de 2006, a unos 200 kilómetros de Santa Fe, se dio un trágico suceso que sacudió a miles de familias. Un micro de larga distancia volvía de Chaco a la Ciudad de Buenos Aires con un contingente de alumnos. Iba por la ruta 11 cuando se topó con un camión Fiat Iveco. “La realidad es que se cometieron mil imprudencias. El hombre al volante estaba alcoholizado, en un camión de carga que tiene prohibido circular en ese horario, en contramano y haciendo zig zag”. Como resultado de la colisión falleció una docente y nueve estudiantes; entre ellos Federico Ecker, el mejor amigo de Victoria Ricco. Desde entonces, canaliza su dolor brindando charlas sobre seguridad vial para evitar que otros pasen por su misma situación y brinda asesoramiento a través de su cuenta en Instagram.
El vínculo entre Victoria y Federico se da gracias a sus respectivos padres, quienes expatriados en Alemania se encontraron y formaron una linda amistad. Las dos familias tuvieron hijos, quienes con el tiempo se volvieron muy unidos. Fueron un gran sostén en un país donde el idioma y la cultura eran ajenas. “Fede fue mi primer contacto con un par, mi primer amigo”, comenzó contando Victoria Ricco con mucha emoción.
Cuando Victoria cumplió tres años, su familia decidió volver a Argentina. Y al tiempo, la familia de Federico tomó la misma decisión. Unos se mudaron a Banfield, provincia de Buenos Aires, y otros a Capital Federal pero siempre mantuvieron la costumbre de reunirse. “Fueron pasando los años y nosotros elegíamos vernos, ya sea para jugar como para contarnos cosas”, recordó.
Aquel fatídico día la joven estaba en su casa de Banfield con sus padres. “Amaría no acordarme de cada detalle pero no es el caso”, confesó Ricco quien empezó detallando que sus tíos -padres de Federico- llamaron a su papá para contarles la noticia del choque en el que Federico, junto con otros ocho estudiantes y una docente, perdieron la vida. “Ellos amagaron con ir hacia Santa Fe pero al final mis tíos dijeron que no era necesario”. Pasaron las horas y la información sobre el siniestro se magnificó. Todo el país estaba en vilo. Victoria se encontraba junto a sus parientes frente al televisor. “Fue algo tan importante que los noticieros iban marcando a los sobrevivientes y detallaban a que hospital los estaban dirigiendo”. En esa línea, ella recordó que había leído el nombre de su prima pero no el de su mejor amigo. “Seguían pasando los minutos, y yo no comprendía por qué el nombre de él no aparecía”, relató con desesperación.
En un momento del día la llamaron a su madre por teléfono. Silencio total en toda la casa. Fueron segundos donde se paralizaron todos los corazones. Victoria solo vio cómo su mamá se desvanecía, casi tocando el piso. Al segundo, la joven de 16 años en aquel entonces, decidió salir corriendo hacia su habitación. “Me acuerdo que estaba atónita; no podía creer que fuese real. Estaba en la cama como adolescente frustrada y me tironeaba del pelo ¡mirá lo que recuerdo! Me tironeaba del pelo como diciendo despertate, despertate”. Victoria hace memoria y confiesa que fue realmente tétrico ese momento.
En honor a las víctimas, cada 8 de octubre se conmemora el Día del Estudiante Solidario, y suele llevarse a cabo un recital, en el que participan varios artistas, para juntar alimentos y hacerlos llegar a El Impenetrable, tal como hacían los alumnos. “Transcurren los años y sus padres no dejan de ayudar, y yo siempre digo que cuando perdés a alguien que querés mucho podés quedarte llorando en la cama y arrancarte los pelos de la cabeza, o construir. Y ellos eligieron construir a partir del peor dolor que se puede atravesar”, manifestó.
Existe una famosa pregunta de qué hacemos con lo que nos pasa. Victoria buscó ayuda en un profesional: “Yo empecé a hacer terapia porque fue algo muy impactante para toda la familia. Pero sobre todo para mí, yo lo consideraba mi par”. Así y todo, la joven de Banfield sentía que no podía dar vuelta la página. “Pasaban las semanas y yo no quería volver al colegio. No podía salir de la cama”. Pero tanto los directivos como los profesores de la escuela Sagrado Corazón fueron una pieza clave para que Victoria pudiese avanzar, y sanar. “Me preguntaron si quería hablar del tema, y yo les respondí que sí porque no quería que a nadie más le pase esto mismo”. La escuela bonaerense ayudó a Victoria a construir un mensaje y a distribuirlo entre la gente. Y asimismo, en ese momento inició un camino complejo que involucraba informarse y rememorar permanentemente el hecho.
“Gracias a Dios yo supe transmutar ese dolor. Soy una persona muy resiliente. Para mí es muy difícil quedarme con una energía oscura adentro. Yo necesito canalizarla, trabajarla, gestionarla”. En el ínterin, los familiares y amigos de las víctimas crearon una asociación que se llama “Conduciendo a Conciencia” para contar sus historias, y para educar sobre seguridad vial. Los folletos que ellos repartían eran la fuente de información de Victoria, quien por su lado también se estaba capacitando para contar la tragedia.
“A la hora de dar las charlas en las aulas comenzaba diciendo que la historia era triste pero que podía tener un final feliz. Yo contaba lo que a mí me había pasado pero no para que todos nos quedemos llorando sino como punto de partida, para que hagamos de eso un final feliz. En otras palabras, para que a otro no le pase lo mismo”. Victoria disfrutaba mucho entrar a los colegios y hablar con sus pares. Se sentía con energía, con esperanza. “Que una persona de un grupo se ponga el cinturón a la hora de subirse a un vehículo me dejaba satisfecha. Porque es así como yo creía que estaba haciendo justicia por mi amigo. Pero no justicia violenta, por mano propia, sino justicia desde la educación”, enfatizó.
Con el tiempo, ese dolor mutó en educar para que no pasen accidentes como los que le quitó la vida a su amigo. Hoy la conocen en Instagram como “La Chica Vial” y en ese espacio responde dudas, asesora y comparte contenido, pero principalmente busca hacer eco de su historia. Para ella, el secreto es confiar en el poder educador de los niños y adolescentes: “El 'A mí no me va a pasar' es una frase que escuché muchísimo. En adultos sobretodo. Y a mí me costaba llegar a ellos. Había alguno que otro que no me prestaba atención porque no sabía manejar, porque no tenía la edad para hacerlo. Pero cuando escuchaba que el hijo le decía ponete el cinturón porque si vas suelto en el vehículo me podes lastimar… Que un hijo se lo diga a un padre es la mejor forma de educar que pude encontrar”.
Todavía recuerda uno de los momentos más difíciles de su vida: cuando decidió sacar el registro de conducir. “Lo hice por una cuestión personal, pero también porque estaba enseñando sobre educación vial. Tenía que ser una conductora responsable, una conductora en práctica”. Fue allí cuando Victoria tomó al vehículo como un proyectil. “Si vos manejas un auto tenes un arma. Podes quitarte o quitarle la vida a otro en un abrir y cerrar de ojos. Y era muy chocante asimilar que si yo hacía cualquier maniobra incorrecta podía dañar a alguien. Pero concretamente no me iba a poder perdonar nunca en la vida generar lo que a mí me habían generado”, sentenció.
Hoy, con 34 años, es la primera vez en su vida que se siente plenamente orgullosa de sí misma. Porque recién ahora puede dimensionar todo lo que logró, y sigue logrando. “Me da mucha ilusión saber que piensa él. Pero a la vez me basta con demostrarle que su vida no pasó de largo, que él no es uno más. Que él fue y es especial. Que va a estar presente en la memoria de todos siempre que lo recordemos y lo homenajeemos. Mi idea es que Fede esté orgulloso de la amistad que sembró conmigo”, concluyó.