“Ser sobreviviente de Cromañón es parte de nuestra identidad“; “Ya no sos igual desde esa noche“; “La pregunta siempre es por qué yo sí sobreviví y ellos no”; "Las cenizas siguen ardiendo“. Estas son algunas de las frases que repiten los más de 1600 sobrevivientes que dejó la noche del 30 de diciembre de 2004, en la que murieron 194 jóvenes en el boliche de Cromañón cuando sonaba Callejeros. Estrés post traumático, culpa del superviviente, angustia, depresión se suman a las imposibilidades sociales y laborales que dejaron en pausa a cientos de jóvenes. Más de diecisiete de ellos se suicidaron y se apagaron en el camino aumentando la lista de las víctimas fatales de la masacre. A veinte años de aquella noche, los sobrevivientes y familiares siguen reclamando que las políticas de reparación y acompañamiento han sido parciales y muchos afectados no recibieron la ayuda que necesitaban.
Según registros periodísticos, el primer suicidio desde de la masacre de Cromañón ocurrió a 70 días de esa fatídica noche; un joven de 21 años se suicidó arrojándose al vacío desde un piso 27, en un edificio del barrio porteño de Barracas. Subió diciendo que era empleado de una empresa de cablevisión. Horas más tarde del hallazgo del cuerpo se confirmaba que era un sobreviviente de la tragedia. El último caso ocurrió en 2015, el joven de treinta años tenía dos hijos y les pidió a un amigo que los cuide. Vivía en Paso del Rey, por lo que cada vez que tenía algún ataque de pánico debía viajar dos horas hasta acercarse al hospital Alvear, el único que atendía en ese momento a las víctimas de Cromañón. Cada joven que pudo sobrevivir a Cromañón sufrió y sufre estrés postraumático y la culpa del superviviente, esa pregunta que nadie puede responder: “por qué yo y no ellos”. Estos casos revelaron la importancia de contención y asistencia adecuada como un factor determinante ante procesos traumáticos.
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Romina Andreini es psicóloga y sobreviviente de Cromañón, para ella serlo es su identidad y la masacre la atravesó íntegramente. “Cuando salimos de Cromañón en lo personal a mí me costó mucho volver a hablar con las personas que estuvieron ahí. El proceso de uno mismo, de entender lo que pasó y lo que significa un trauma, es complicado. Te saca un poco de tiempo y espacio, estás muy triste y hay algo de esto de que uno no entiende o se pregunta por qué yo salí y por qué otros no salieron. Es como que fue un convivir con cómo uno se sentía o qué le pasaba o con qué podía hacer con eso“, relató conmovida en diálogo con El Destape.
Actualmente, Romina forma parte del programa de asistencia en salud mental a otros sobrevivientes y familiares de la organización No Nos cuenten Cromañón, un espacio que se creó “porque desde el momento cero de la masacre desde el Estado no brindaron la asistencia psicológica correspondiente a los sobrevivientes“, según aseguró la joven. “Me acuerdo que estaba muy triste y le pedí a mis padres que me llevaran al psicólogo. Yo no entendía por qué me sentía así, obviamente, me había pasado algo muy traumático, pero en la cabeza de una chica de 19 años todavía no cabía en la dimensión de lo que había sido“, expresó.
Después de 9 años de la tragedia, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó en 2013 la Ley 4.786 de Reparación Integral a los sobrevivientes y familiares de víctimas fatales de Cromañón, con el fin de garantizar asistencia económica junto con acompañamiento psicológico. Sin embargo, siempre fue provisoria, por lo tanto cada tres años familiares y amigos debían velar para aprobar sucesivas prórrogas. Además, los centros de atención de salud mental se limitaban al territorio porteño y solo existían algunas dependencias extendidas por convenios con Nación en otros puntos de la provincia de Buenos Aires. Recién este año, a dos décadas, fue declarada vitalicia, un paso histórico para la lucha de los familiares y sobrevivientes por lo que ahora estipula la reapertura del padrón de la reparación, que además de la asistencia económica comprende programas de salud, salud mental y educación.
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En este sentido, Romina remarcó que todos los sobrevivientes tuvieron que convivir con la masacre ya que la atención psicológica fue deficiente o nula durante estos veinte años. “Si hubo asistencia fue simbólica porque realmente en la práctica no se lleva a cabo. Hubo más de 15 suicidios después de la masacre y quizás algunos más que no sabemos porque las familias no quieren que se enteren o no pueden hablar y son respetables“, expresó. Enfatizó sobre la asistente de salud mental que no fue empática y no hubo un seguimiento de un tratamiento en el que no haya trabas burocráticas ni económicas. Además apuntó que los tratamientos eran cortos y todos los sobrevivientes tenían que viajar hasta Capital Federal siendo muchos de otras partes de la provincia de Buenos Aires.
La importancia del acompañamiento psicológico después de una masacre
En esta línea, Elizabeth Silva, psicóloga que asiste a sobrevivientes de Cromañón, sostuvo en diálogo con este medio que luego de sucesos traumáticos como esta masacre es importante el acompañamiento psicológico “principalmente porque recibir una asistencia adecuada y eficiente en materia de salud mental es su derecho“ y porque “son personas que estuvieron expuestas a una situación traumática y atravesar estas experiencias pueden dejar huellas y producir cambios fisiológicos de forma inmediata y pueden perdurar a lo largo del tiempo“.
La profesional remarcó que era fundamental que recibieran atención en salud mental en ese momento y de forma continua en estos 20 años de acuerdo a sus necesidades, con un acompañamiento adecuado y de escucha activa, psicoeducación y herramientas útiles para la prevención, desarrollo de estrategias de afrontamiento adecuadas, facilitación de recursos para la regulación emocional y fortalecimiento de las áreas a nivel social, laboral y físicas. Sumado a ello, enfatizó que “es importante tener en cuenta que no sólo las personas que están expuestas a un evento traumático son quienes deben recibir este tipo de asistencia sino que también su entorno“.
“El trabajo debe ser integral y realizado en conjunto con su contexto familiar y social donde es esencial brindarles herramientas para que puedan comprender la situación que están atravesando y cómo pueden ofrecer un apoyo adecuado, posibles lineamientos de acción y que puedan tener un espacio de contención y acompañamiento“, agregó.
Los otros muertos de Cromañón: diecisiete suicidios durante los veinte años de la tragedia
En este contexto, las organizaciones de sobrevivientes coincidieron en que no hubo una asistencia para los sobrevivientes y lamentaron los diecisiete suicidios durante estos veinte años tras la tragedia de cromañón. Sobre esto, Silva remarcó que “desde esa noche y durante estos 20 años la asistencia sigue siendo insuficiente en donde se vulneraron los derechos de sobrevivientes y familiares al no recibir una atención adecuada“. Apuntó que “se priorizaron los datos sobre las personas y la burocracia sobre la calidad de vida y salud mental de sobrevivientes y familiares. Las fallas en el sistema de atención fueron continuas, se produjeron abandonos de los tratamientos y restricciones en la accesibilidad de los mismos“.
“Al menos diecisiete personas murieron por suicidio. El Estado no brindó la asistencia apropiada y recomendada, ya que tenemos que tener en cuenta que hay evidencia científica y estudios que permiten establecer líneas de acción de acuerdo a síntomas o necesidades que pueden presentar las personas“, destacó. Entre ellas remarcó que la principal es que “los sobrevivientes atraviesan la culpa por haber sobrevivido sumado a ello la duda de por qué ellos y no otras personas y en algunos casos la incertidumbre de quién los sacó del inmueble ya que se despertaron fuera del lugar o en los hospitales“.
En relación a síntomas, sostuvo que “no podemos pensar el trauma únicamente en relación a la situación en la que se vio expuesta la persona sino que también es fundamental tener en cuenta el impacto desde lo individual que le generó el haber tenido que vivir esa experiencia“. Según la profesional, “la manifestación sintomática va a depender de los recursos internos y externos con los que cuente". Además, de los criterios propios del trastorno de estrés postraumático también podemos mencionar algunas emociones como la vergüenza, culpa y miedo que pueden interferir en las actividades de la vida diaria; recuerdos asociados a estímulos sensoriales: sonidos intensos y abruptos vinculados a lo que se vieron expuestos esa noche (sólo por mencionar un ejemplo de todos los que hubo: sirenas de ambulancia, olores, imágenes, sensaciones fisicas; aislamiento; evitación)“.
Otro punto fundamental, en el que coincidieron las profesionales, fue el contexto social de ese momento en el que el tratamiento mediático y social realizó un señalamiento constante e intrusivo hacia las y los sobrevivientes, culpándolos por lo sucedido y cuestionando sus acciones y lo que estaban atravesando.
En este marco, a dos décadas de la masacre de Cromañón, ocurrida el 30 de diciembre de 2004, los suicidios ascienden a al menos 17 casos. Estos casos revelaron la importancia de contención y asistencia adecuada como un factor determinante ante procesos traumáticos. Según el Ministerio de Salud todo suicidio es un evento de la vida humana complejo y colectivo. Se trata de una problemática de la salud mental pública que requiere un abordaje completo ya que tiene múltiples factores. Asimismo, que la persona que intenta o se suicida no desea morir. Esto significa que la persona que tiene ideas suicidas está transitando una situación de ambivalencia en su vida, que quiere decir que “desearía morir si su vida continúa de la misma manera, pero desearía vivir si se produjeran cambios significativos en ella”.
La salud mental de sobrevivir a Cromañón
En este marco, asociaciones como No nos cuenten Cromañón y Coordinadora Cromañón nos pasó a todos continúan exigiendo por la implementación de esta ley y que se extienda a nivel nacional. En la actualidad tanto No nos cuenten como la Coordinadora cuentan con programas de Atención Integral y Permanente para Damnificados de la Tragedia de Cromañón más allá del establecido por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que ofrece asistencia sanitaria y psicológica a los afectados, pero según los sobrevivientes con pocas sedes y espacios. Aquellos que sobreviven a una masacre deben contar con la provisión de medicación y el acceso a redes de salud mental de por vida. Ante este contexto, una red interdisciplinaria de profesionales voluntarios, incluyendo licenciados en psicología y psiquiatras, ofrece un tratamiento personalizado a cada persona que consulta a través de las diferentes asociaciones.
A veinte años de la tragedia de Cromañón, las cenizas siguen ardiendo. Las secuelas psicológicas, la falta de acompañamiento adecuado y los suicidios reflejan una necesidad urgente de políticas de reparación y acompañamiento efectivas que siguen reclamando los sobrevivientes y sus familias. La masacre de Cromañón nos pasó a todos y un pedido de justicia sigue sonando.