8M: cómo resistir al vacío de las políticas públicas y al aliento de la violencia social contra mujeres y disidencias

En una entrevista con El Destape, María Esperanza Casullo, politóloga, subraya las ambiciones del gobierno de Javier Milei, qué se pone en disputa con la batalla cultural y cómo resistir en tiempos de violencia por parte de los movimientos feministas.

08 de marzo, 2025 | 00.05
8M: cómo resistir al vacío de las políticas públicas y al aliento de la violencia social contra mujeres y disidencias 8M: cómo resistir al vacío de las políticas públicas y al aliento de la violencia social contra mujeres y disidencias

“El intento de este gobierno es el de construir una hegemonía autoritaria en un país muy fragmentado, con bajísima participación política, en donde todos nosotros participemos en el mercado en condiciones de desprotección absoluta y después nos metamos en nuestros hogares a habitar espacios re jerarquizados en un modelo patriarcal”. Así describe la politóloga María Esperanza Casullo las ambiciones del gobierno libertario: familia patriarcal por un lado, mercado salvaje por el otro, y en el medio la hiperconexión y fragmentación de los algoritmos apareciendo en las pantallas individuales de los teléfonos. Una auténtica pesadilla para mujeres y disidencias sexuales a las que la familia patriarcal y cerrada les ha implicado históricamente violencias y sobrecarga de trabajo no pago. Un futuro próximo, el que ve Casullo, si no existiera una resistencia feminista y de las disidencias sexuales “muy presente en los barrios, en los territorios, aunque un poco abandonado por las dirigencias políticas”.

María Esperanza Casullo María Esperanza Casullo
María Esperanza Casullo

A ese deseo de ruptura de todo lazo social, al encierro en los hogares nucleares y sin acceso a ningún sostén colectivo para las personas mayores, quienes atraviesan una enfermedad, tampoco para niños y niñas; ese ideal de libertad de mercado y de nada más que entona como única canción el mileísmo es lo que va a enfrentar la movilización del 8M, histórico día internacional de la mujer trabajadora, ahora nombrado como Paro Internacional Antifascista, Antirracista Transfeminista. Para ponerle límites a un gobierno caracterizado como fascista y para exigir el sostenimiento y ampliación de políticas públicas ya consagradas como ley pero a las que se vacía y desfinancia: acceso al aborto seguro, salud sexual y reproductiva, educación sexual integral, acceso a la jubilación para personas que realizaron trabajos precarios o no pagos (necesarios para la reproducción de la vida), prevención de la violencia por razones de género o causada por el odio a la orientación sexual o identidad de género, y un largo etcétera que aparecerá en carteles y banderas en el trayecto entre Congreso y Plaza de Mayo, el 8M a partir de las 16. María Esperanza Casullo marchará en Neuquén, donde vive, y aunque no puede evaluar una movilización antes de que suceda, siente que va a ser grande.

--En nuestro país hay mucha gimnasia y mucha tradición de ocupar el espacio público de una manera muy abierta y muy política. Pensemos que la primera marcha donde aparece el reclamo sobre el aborto legal fue en 1984. Lo interesante es que en estos últimos años las organizaciones de mujeres y de personas LGBTIQ+ se conformaron en puntos de articulación. Hoy nadie duda, en ningún lugar del mundo, que una marcha de mujeres y transfeminista pueda ser una marcha antirracista. De hecho en el año 2017 cuando asumió el presidente Donald Trump su primer gobierno, la primera marcha opositora que fue gigantesca fue una marcha de mujeres. Me parece algo muy interesante para pensar la potencialidad de este momento la articulación de estas marchas como de oposición al autoritarismo, o antifascistas.

A pesar de esa potencia que tiene el 8M y la que desplegó la Marcha del Orgullo Antifascista Antirracista Lgbtiq+, sigue habiendo por parte de las dirigencias políticas o sindicales -no sólo del gobierno- una mirada minorizante, como si fueran eventos de poca monta o subrayando aquello de que los feminismos se pasaron de rosca.

--La potencialidad que tuvieron los mensajes y maneras de protesta de los feminismos, de viajar entre grupos sociales, entre fronteras, yo la sigo viendo muy grande y mucho más grande que otros discursos. Y por eso no es casualidad que los gobiernos de derecha radical hayan elegido a los movimientos LGBTIQ+ y a los feminismos como enemigos. Mucho más que al discurso sindical o el discurso clasista, ¿no? Es un poco auto mutilante no ver eso, ignorar esas experiencias.

Además hay un corte de género en los votantes de la ultraderecha y está claramente masculinizado.

--Justamente, desde hace un tiempo algunas personas con capacidad de llegar a los públicos masivos dicen: "Bueno, hay que buscar ese voto antifeminista, ese voto masculinista, nacional y popular”, por decirlo de alguna manera. Y ese voto no existe. Ese votante no existe. Si querés un estado de bienestar, querés equidad de género, eso dice la sociedad ahora.

De hecho, en la apertura de sesiones legislativas, el presidente no se animó a decir ni la palabra “mujer” ni “trans”. Habló de eliminar cupos en algún momento indeterminado -podemos suponer que habla de la paridad en el Congreso o el cupo laboral trans-, pero sin mención a su tan mentada “batalla cultural”.

-- Yo creo que ahí pasan dos cosas: por un lado entró el golpe de la marcha del 1F, vi algunas encuestas -de Zuban Córdoba, Hugo Haime, Latinbarometro- que marcan que la sociedad argentina, cuando vos le preguntás por temas o por actitudes, sigue siendo “progresista”. O sea, sigue bancando los derechos reproductivos, sigue registrando que hay desigualdad entre mujeres y varones. El 70% dice que hacen falta más políticas de género.

Esa resistencia actitudinal está justamente alimentada por la labor diaria de feministas, de organizaciones y también de políticas de Estado que se dieron que, con todas las críticas necesarias, calaron: la ESI, el acompañamiento a víctimas de violencia de género, matrimonio igualitario, ley de identidad de género, todo eso.

Por otro lado, creo que hay que entender que el gobierno tiene tres planos comunicativos. Hace poco sacamos un informe en donde analizábamos con un colega, Matías Bianchi, las políticas de gobierno -o sea legislación y temas duros-, los discursos de Milei y lo que Milei dice en sus redes sociales. Y una de las cosas que surge es que el gobierno y Milei específicamente maneja los tres planos y comunica a distintos públicos con los con los tres planos.

¿Querés decir que hay cosas que funcionan como amenaza –“tiemblen zurdos”- pero que no tienen correlación con leyes o políticas específicas, por ejemplo?

-Quiero decir que si vos ves las políticas y los discursos más institucionales de Milei no son excesivamente, por decirlo así, ni misóginos ni homofóbicos. Ahora, si vos ves lo que él comunica vía sus redes sociales es mucho más extremo.

O a veces, por ejemplo, el gobierno pide disculpas o retrocede a nivel del discurso y a la noche Milei está reposteando memes de Instagram absolutamente violentos y misóginos. Esto genera una estructura comunicacional en la que al mismo tiempo se niegan y se afirman ciertas cosas.

Es una gran confusión que habilita que en la discusión en redes se desafíe todo el tiempo con “no se sacaron derechos, se sacan privilegios”, sólo porque no se derogó ni la ley de ESI, ni de interrupción voluntaria del embarazo, etc.

--Primero hay que decir que sí se quitaron derechos. Uno es terminar con la moratoria previsional, por ejemplo, que afecta sobre todo a mujeres que tuvieron trabajos precarios o no pagos. Pero hay otra cosa que está haciendo este gobierno: no cierra las políticas en lo formal, lo que hace es imposibilitar el acceso. Por ejemplo, no cierra la política de anticoncepción para adolescentes, lo que hace es no comprar los métodos anticonceptivos. Lo mismo pasa con el aborto y en general con el acceso a la salud integral o con las universidades públicas, por ejemplo.

¿O sea que no estaría decretando la República de Gilead -como en El cuento de la Criada- pero la deja avanzar detrás de un estado vacío?

--Es importante entender que este gobierno apuesta mucho menos a tener un estado abiertamente Gilead, que reprime los derechos de las mujeres, de las disidencias sexuales, de los pueblos originarios -aunque también lo hace, sobre todo en el último caso- que a generar un sistema en el que la violencia esté introyectada en la propia sociedad.

En donde el ojo vigilante sobre las mujeres y otras disidencias ya no sea necesariamente o primariamente el estatal, sino que sea el temor a que tu vecino te pegue o te queme la casa. El concepto es violencia estocástica. La tradición argentina de violencia represiva siempre fue la del terrorismo de estado, ¿no?

Entonces, en el discurso de “mano dura” la promesa era: “Votame a mí que yo me hago cargo del Estado y uso los recursos represivos del Estado para reprimir a los sectores que no te gustan. Voy a usar la policía para liberar los cortes de ruta”, por ejemplo. Ahora es distinto. Ahora es “votame a mí y yo voy a generar las condiciones para que vos disfrutes infringiendo tu propia violencia contra los que no te gustan”.

¿No te gusta el corte de ruta? Pasales encima con un auto. ¿No te gusta tu vecino, tus vecinas que son lesbianas? Tírale una bomba incendiaria. No te gusta el que haya un médico o médica en huelga, andá y acosalos. ¿No te gusta una artista? Acosala en redes sociales…

Así los discursos de odio, sexistas, deshumanizantes de pueblos originarios, también de personas pobres son directamente instrumentos de una violencia social programada.

--Los discursos de odio desde voces que están autorizadas funcionan como legitimantes de este tipo de violencia. Y hay otros datos: el propio Presidente creó una medalla para darle a civiles que actúan por su cuenta contra alguien que podría haber cometido un delito -o no.

Entonces es un desafío para nosotres, quienes estamos acostumbrados y tenemos herramientas políticas, jurídicas, legales, de prácticas, movilizaciones con respecto a la primera violencia. Pero no sabemos qué hacer con respecto a la segunda violencia, y creo que la tenemos que tomar muy en serio porque éste es el riesgo. Además de tener muy en cuenta lo que implica el discurso que alienta la venta libre de armas, que sería un cambio muy estructural y muy negativo en mi punto de vista que tendríamos que resistir.

¿Cómo lees la apelación a la familia como contraparte de la “batalla cultural” de la que el mileísmo se considera como su ejército?

--Es el signo de época de estas ultraderechas, lo hace Estados Unidos, también en India con Narendra Modi. La familia tiene que cargar con todo, la idea de felicidad, de cuidados para la vejez, la discapacidad; el mundo de los cuidados queda exclusivamente dentro de la familia. Y lo que proponen es una familia patriarcal sin ningún tipo de recurso social, sin salud pública sin escuela pública, sin transporte público, sin organizaciones comunitarias. Y esto es doblemente malo para las mujeres, porque además no nos dicen que las mujeres no tenemos que trabajar. Leyeron lo de la doble y triple jornada y dijeron, "Ah, buenísimo, me parece una gran idea." Dos pulgares arriba. Casi podríamos decir que nos proponen el peor de los mundos posibles.