Macroeconomía y modelo de desarrollo: la insoportable ausencia de un consenso productivo

21 de marzo, 2021 | 00.05

  El debate económico local vive condicionado por la inmediatez financiera. Por ejemplo, en el presente se experimenta una suerte de “pax cambiaria” fortuita por dos razones: subieron los precios internacionales de las commodities y el FMI repartirá entre sus socios un fondo especial para mitigar los efectos de la pandemia, fondos que Argentina utilizará para el pago de vencimientos de deuda.

  El simple hecho de no tener el cuchillo en el pecho de la escasez de divisas “tranquiliza” la economía (el objetivo inmediato de la actual administración tras la debacle macrista), incluso a pesar de los devastadores efectos de la pandemia que redundó en una caída del PIB de 10 puntos en 2020 con sus consecuentes efectos sobre los indicadores sociales. Como sucedió en los ’90, si hay pax cambiaria, el deterioro de los indicadores queda en segundo plano. 

  La que se destaca es que la centralidad de la restricción de dólares es total. La historia muestra que el único “hecho terrible” de la economía son las devaluaciones cíclicas y los subsiguientes shocks inflacionarios provocados por la eclosión de la restricción. Nótese que incluso la puja por actualizar tarifas y salarios también es una consecuencia. Al mismo tiempo, estos shocks devaluatorios son los que están por detrás de los cambios de los ciclos políticos. Incluso la tranquila transición de 2015, probablemente la más tranquila de la historia económica reciente, fue posible en buena medida porque desde 2012 había comenzado a operar la escasez de divisas provocando estancamiento económico.
 

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 Los dos hechos fortuitos, precios internacionales y reparto del FMI, son los que le quitaron presión y urgencia a la renegociación con el Fondo, lo que seguramente será un respiro para pasar las elecciones. Sin embargo, tras el reendeudamiento macrista y el estancamiento económico, las causas estructurales de la escasez de divisas siguen intactas. En 2022 y 2023 hay vencimientos con el FMI por 20 mil millones anuales, es decir deberá hacerse un acuerdo. Si ese acuerdo se logra a 20 años y se suman las obligaciones ya asumidas con los acreedores privados, las necesidades de divisas entre 2025 y 2030, siguiendo cálculos de la consultora PxQ, rondarían los 12.500 millones de dólares anuales. Nótese que este es el escenario si todo sale bien (acuerdo a 20 años). El supuesto que sigue es que a partir de 2025 habrá que volver a refinanciar parte de los vencimientos, es decir habrá que estar a tono con las demandas de política de los poderes financieros. Dicho de otra manera: la escasez de divisas y la amenaza devaluatoria seguirán siendo las principales restricciones al crecimiento como mínimo durante toda la próxima década. Aquí también golpeo lo fortuito. La pandemia voló por los aires el plan inicial, que consistía en utilizar los plazos de gracia de las renegociaciones para crecer y llegar a 2025 en condiciones de comenzar a refinanciar vencimientos. 

  ¿Qué proponen frente a este panorama las élites locales, la económica y la política?

Puede decirse que a ambos lados de la grieta se encuentran “coaliciones redistributivas”, es decir existen dos coaliciones enfrentadas que creen que el problema se soluciona redistribuyendo ingresos en uno u otro sentido. La propuesta de buena parte de la elite económica es seguir manteniendo planchados o bajar salarios, reducir impuestos (destruir el Estado al que se asocia a regulaciones) y devaluar todo lo que se pueda, medidas que mágicamente provocarían un salto exportador. No importa que este esquema haya fracasado una y otra vez, esta fracción de la elite sólo se mira el ombligo y repite los viejos silogismos.

Sin embargo el problema no es solamente “la derecha”. Desde la vereda de enfrente, dentro de la actual coalición de gobierno, también se supone que la traba es la distribución, aunque en sentido inverso y con algunas confusiones. Se cree, por ejemplo, que la inflación es producto de unos formadores de precios concentrados y se imagina que una buena vigilancia de los oligopolios alcanzará para mejorar salarios y estimular la demanda, la que tendría efectos mágicos con prescindencia de la escasez de dólares. En paralelo también se tiene excesiva confianza en las estrategias de supervivencia para el autoconsumo de la llamada economía social, las que de ninguna manera pueden suplantar una estrategia de desarrollo en un contexto capitalista.

Otro ejemplo de confusión es el rechazo hacia una fuente extra de divisas como la inversión extranjera, condición necesaria para desarrollar sectores e incorporar nuevas tecnologías (algo que entendieron muy bien países como China), a la que se ve con gran recelo y asocia a conceptos como “saqueo” o al presunto deterioro ambiental.
 

La cuestión minera, que provocó las piedras contra el presidente en Chubut, puede servir para reflexionar sobre este “saqueo”. Desde la reforma del código minero en los años ‘90 se sostiene que existe una legislación extremadamente favorable para las empresas que le deja poco y nada al Estado. Cabe preguntarse entonces por qué no está lleno de empresas mineras llevándose todo lo que aquí se regala. Quizá haya llegado el momento descartar las visiones de cierta izquierda urbana, que integra la coalición de gobierno, a la que le cuesta establecer la relación entre la producción y sus propios consumo. También de repensar algunas certezas, no vaya a ser cosa que se esté cayendo en renovadas zonceras económicas.
 

Finalmente, lo que no aparece en ninguno de los dos sectores de las elites es un proyecto productivo real, que elija y enfatice sectores y que genere las divisas necesarias para pagar deuda y crecer, es decir que permita salir definitivamente del estancamiento y romper las crisis externas cíclicas. La economía local necesita desesperadamente pasar de la épica de la refinanciación permanente a la épica de la producción. En este camino debe asumirse que dado el deterioro que sufrió la industria local en el último medio siglo, los sectores que hoy se tienen a mano para general dólares y poner en marcha el aparato productivo son los ligados a la explotación de recursos naturales y su red de proveedores: agricultura moderna, carnes –incluidas las de cerdo a China– hidrocarburos no convencionales y minería, incluido el litio. Asumir esta selección no significa no enfatizar proyectos como los vinculados a la electro movilidad, las energías alternativas o la exportación de servicios como el software. No son caminos excluyentes, pero un proyecto capitalista serio debe comenzar por los recursos disponibles.

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Claudio Scaletta

Lic. en Economía (UBA). Autor de “La recaída neoliberal” (Capital Intelectual, 2017).