Con Hugo Moyano a la derecha de los "gordos", la CGT se endurece con dos elecciones en vista

Las listas del peronismo para este año y la renovación del triunvirato de la central obrera avivaron el ánimo confrontativo de los sindicalistas. Enroque entre un camionero ahora "dialoguista" y Héctor Daer, radicalizado para el paladar libertario. 

27 de marzo, 2025 | 13.00
Con Hugo Moyano a la derecha de los "gordos", la CGT se endurece con dos elecciones en vista Con Hugo Moyano a la derecha de los "gordos", la CGT se endurece con dos elecciones en vista

Alineada como pocas veces en su historia reciente, la CGT se encamina a cumplir el 10 de abril su tercer paro general contra Javier Milei en un año doblemente electoral: a nivel nacional y de su propia interna para renovar una conducción que cumple nueve años bajo el formato de triunvirato. También, a contramano de las últimas décadas, la "mesa chica" de la central obrera tiene a Hugo Moyano como referente de los sectores más colaboracionistas con el Gobierno y a Héctor Daer, clásico exponente de los "gordos" de los grandes gremios de servicios, como rival encarnizado de los libertarios. 

Se trata de un enroque sin precedentes en la historia del sindicalismo moderno. El camionero, impulsor de las facciones más combativas de la CGT desde los años '90s con el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA) y luego contra Mauricio Macri de la mano de su hijo mayor, Pablo Moyano, es junto a Gerardo Martínez la esperanza del equipo de Milei para construir un puente con el gremialismo tradicional. Daer y otros dialoguistas históricos, como Andrés Rodríguez, en cambio, figuran en la actualidad como sostenes de la escalada de tensión contra el Ejecutivo tras haber sido sus representados parte de los sectores de trabajo más afectados por las políticas oficiales. 

Moyano le ofrendó al Gobierno dos gestos clave: como reveló en exclusiva El Destape, su retirada de la movilización por los jubilados del 12 de marzo pasado a pesar de que su participación estaba obligada por partida doble, tanto como referente de la CGT como de la Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT), dos de los sellos que habían adherido a la protesta, y los términos del acuerdo paritario que selló la semana pasada con las cámaras patronales del transporte automotor de cargas. En esa oportunidad el patriarca validó una suba trimestral apenas por encima del 1% mensual y que representó en total menos de la mitad de lo reclamado. 

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Esta nueva encarnación de Moyano domesticado remite a un 2024 que marcó su tregua con los "gordos", sus archirivales en la interna de la CGT, y su reincorporación a la "mesa chica" de la central en paralelo con las sucesivas desautorizaciones que marcaron la salida de su hijo mayor del triunvirato de conducción. El hilo que une ambos procesos es la crisis que atraviesa la obra social camionera, Oschoca, que maneja Liliana Zulet, actual esposa de Hugo y madre de su hijo más chico, Jerónimo. Y esa misma crisis es la que mantiene vigentes los canales de comunicación con varias áreas del Gobierno, en particular con el asesor plenipotenciario Santiago Caputo

Como si se tratara de un juego sincronizado de contrastes, a la momentánea rendición del camionero le siguió un endurecimiento de dirigentes como Daer y Andrés Rodríguez. A ambos los une el castigo que sufrieron sus representados (personal hospitalario y estatales, respectivamente) en el primer año de Milei en pérdida de poder adquisitivo y de puestos laborales. Pero en el Gobierno decodifican que también los mueve la necesidad de posicionarse con firmeza en una interna por ahora atomizada del peronismo en la previa del armado de listas para las elecciones de este año. 

A los funcionarios que alimentan esta sospecha les asiste la razón: ambos buscan lugares influyentes para el sindicalismo que históricamente desdeña Cristina Fernández de Kirchner. De ahí su alineamiento con Axel Kicillof, que optó por endulzar a los sectores más tradicionales del gremialismo peronista, incluso a quienes ideológicamente desconfían del gobernador bonaerense. Pero no es la única elección que desvela a la CGT; en noviembre la central deberá elegir la sucesión para el triunvirato que integran Daer, el barrionuevista Carlos Acuña y el benjamín del grupo, el camionero Octavio Argüello. La naturaleza de los dirigentes les impone apretar los dientes en años electorales. 

Ese endurecimiento entusiasmó a otros gremialistas también castigados por los libertarios y habitualmente relegados de los espacios de decisión en la central obrera. En los últimos quince días confluyeron en dos encuentros los referentes de las confederaciones de sindicatos del transporte (CATT), la industria (Csira) y la energía (Catheda). Las mesas tuvieron como animadores a los dirigentes fabriles Ricardo Pignanelli (mecánicos, Smata) y Abel Furlán; al referente de Luz y Fuerza, Guillermo Moser, y al portuario Juan Carlos Schmid. La avanzada de la CGT hacia el paro del 10 de abril les evitó explorar una medida de fuerza propia cuya elaboración seguía en pañales tras meses de contabilizar malas noticias sectoriales. 

El consenso interno para una nueva medida de fuerza terminó por galvanizarse gracias a dos políticas oficiales: una, la persistencia en no homologar aumentos salariales que siquiera pudieran acercarse a la equiparación de los ingresos con el ritmo inflacionario del arranque de 2025. La otra, la sangría de afiliados que Federico Sturzenegger y el ministro de Salud, Mario Lugones, les propinó a decenas de sindicatos incluso a los más tradicionales por haber acordado con prepagas cubrir una parte de las prestaciones de su nómina. Si bien en esta última resolución se dio marcha atrás parcialmente, en los sindicatos quedó la convicción de que los libertarios harán lo posible, tarde o temprano, por barrerlos del escenario político.