Zelenski, Milei y la pérdida del aura

El derrumbe del viejo orden global y su impacto en Milei. Zelenski pierde el respaldo de EE.UU. y la OTAN se reconfigura, mientras el presidente argentino enfrenta su propio desgaste político y económico.

01 de marzo, 2025 | 22.57
Zelenski, Milei y la pérdida del aura Zelenski, Milei y la pérdida del aura

Para el homo sapiens es muy tranquilizador saber que pase lo que pase el sol sale todos los días. Que el planeta mantenga el giro sobre su eje es una certeza sobre la que se ordena su existencia. Parece mucho, pero sucede lo mismo con el resto de las dimensiones de su entendimiento del mundo, con el orden global, con el orden local. Por eso, cuando las líneas principales de ese orden se trastocan el desconcierto es mayúsculo. Es lo que sucede en las últimas semanas. Se encuentra en marcha la consolidación de un cambio significativo en el orden mundial y apareció un cambio de tendencia en el local, pero antes que resistirlo, el ancien régime simplemente parece no entenderlo. 

Una de las promesas de campaña de Donald Trump fue que terminaría con la guerra en Ucrania. Más allá de las formas y de la maravilla de poder ver las disputas en directo por YouTube, el desenlace no debería sorprender. Trump no está en busca de la zoncera de las “tierras raras de Ucrania para la IA”, un mercado más chico que el del litio y una fracción de el del cobre, sino que intenta evitar tres cosas, que EEUU siga gastando cientos de miles de millones de dólares en una conflagración innecesaria, que no se consolide una alianza de Rusia con China y, un dato nada menor, evitar una escalada catastrófica.

En la disputa televisada con Zelenski, Trump fue diáfano: “Estás jugando a la tercera guerra mundial”, le disparó al hasta ayer títere de la OTAN. El obamismo planetario, el viejo orden, saltó de sus poltronas y ensayó una nueva pataleta de indignación moral, pero no logró evitar que en pocos días Zelenski pase de héroe en la lucha contra el mal absoluto, el nuevo “Hitler” ruso prolijamente construido por la prensa occidental, a culpable del despilfarro de fondos multimillonarios y de miles de muertos en el campo de batalla. Hasta comenzó a recordársele que se saltó el turno electoral.

Dejarle en claro al autócrata ucraniano que no habría más dólares para seguir jugando a la guerra fue increíblemente leído por algunos analistas locales como una “humillación” y una “emboscada” a un hombre digno. Sin embargo, lo más notable de la transición de Biden a Trump fue algo mucho más concreto: la evidencia de que la paz se negociaba directamente entre las verdaderas partes del conflicto, Estados Unidos y Rusia. Es decir, no solo sin Ucrania, sino también sin Europa. La pregunta es qué hará ahora el resto de la OTAN ¿Pelearse con el país que aporta el 65 por ciento de sus fondos de funcionamiento? La respuesta es que o bien la OTAN tal como se conocía no existe más o bien Europa deberá asumir su carácter absolutamente subsidiario. Quizá Alemania, Francia y el Reino Unido, que aportan alrededor del 7 por ciento de los fondos cada uno, ensayen transitoriamente algún mohín de independencia, pero la realidad caerá por su propio peso. Y si hubo una puesta en escena el pasado viernes fue la de la soledad de Zelenski, que sin el apoyo militar y de la inteligencia estadounidense no tiene chance alguna de continuar la guerra. Y muy probablemente, tampoco de seguir gobernando. A partir de ahora cada muerto ucraniano será una muerte todavía más inútil e injusta que las ya provocadas. 

Las conclusiones preliminares son tres. La primera es que la realpolitik hizo volar por los aires el discurso de legitimación prolijamente construido desde al menos 2014, el de una Rusia agresiva que terminó con la invasión a un Estado soberano para apropiarse de su territorio. La verdadera disputa siempre fue entre una OTAN que avanzó hacia el este desde los tiempos de las revoluciones de colores y una Rusia que trazó una línea roja y dijo “hasta acá”. La segunda es que se evitó el grave riego de la escalada del conflicto. El desempate de la guerra de trincheras habría demandado avanzar a la vía misilística de largo alcance o el menos probable, pero no descartable, uso de armas nucleares. Y la tercera es que el nuevo orden emergente es el de la concentración de Estados Unidos en su disputa con China, una Rusia en ascenso que quizá demore su alineamiento completo con Beijing y una Europa cada vez más irrelevante y subsidiaria que tendrá que abandonar el grave error estratégico de haber visto a Rusia como enemiga. Al menos en los próximos años tanto los países de la UE como el guerrerismo demócrata ganador de premios Nobel de la paz, deberán asumir el cambio de discurso, de escenario y de relaciones de poder.

Pero no solo los analistas obamistas quedaron colgados del pincel, en el plano doméstico también Javier Milei debió dejar atrás sus videos de amor con Zelenski. Todavía puede atesorar sus reverencias hacía Trump, pero sin desdeñar el espejo ucraniano para entrever el destino de los que ya no sirven. Quizá el Presidente esté contento de no ser un fenómeno barrial y de compartir con sus pares estadounidense y ucraniano la tapa de este sábado 1° de marzo del “The New York Times”. Sin embargo, no debe olvidar que su lugar en la primera plana fue por su rol central en la promoción de una criptoestafa, no por participar en la construcción del nuevo orden mundial.

Al igual que Zelenski, y aunque los Jonny Viale dispersos por radios y canales todavía no lo adviertan, Milei también perdió el aura. Su fuga hacia adelante luego del viernes fatídico de Libra se parece mucho a una carrera hacia ninguna parte en la que, con cada nueva medida, derrocha jirones de legitimidad. La macroeconomía que sostiene todo el andamiaje está atada con alambre. Ni siquiera el pulmotor del FMI será infinito. Más temprano que tarde el tipo de cambio ya no podrá sostenerse, no hay fundamentos materiales para esperarlo. Entonces la inflación retomará su curso y el descontento de los asalariados y las clases medias transformarán a todas y cada una de las tropelías y excentricidades presidenciales en recuerdos insoportables