Cristina Kirchner hizo un acto en favor de la unidad: ¿Podría un machirulo?

Una de las limitaciones en la lógica machista de construcción de poder es la búsqueda desesperada por conservarlo, de acumularlo, aunque hasta a veces pueda significar impedir alianzas o resignar victorias.

31 de mayo, 2019 | 22.07

Cristina Kirchner fue, desde que Mauricio Macri asumió la presidencia de la Nación, la dirigente de la oposición que se opuso con mayor firmeza a las políticas de hambre y exclusión de este gobierno. Fue quien delineó y condensó un frente de acción que aglutinó a diversos sectores afectados por las medidas anti populares de la alianza Cambiemos. Fortaleció de esta forma un espacio político que no sólo tenía claridad respecto al desastre que estábamos viviendo como país, sino que, además, con mayores o menores diferencias, sabía que era su figura la que garantizaba ponerle un freno a las políticas de ajuste y endeudamiento. Cristina nos encomendó “ampliar por abajo”, incorporar a la política a los sectores perjudicados, generar nuevas estructuras que permitan canalizar la rabia que genera la desocupación, los aumentos de tarifas, los recortes en salud, educación y ciencia, la pérdida de poder adquisitivo del salario.

Dos años después, y en un contexto de crisis política de la alianza gobernante, Cristina toma la decisión de integrar la fórmula que pone a Alberto Fernández a competir por la presidencia de la Nación. Este movimiento estratégico pretende quitar posibles impedimentos -judiciales y políticos- para que el frente nacional retome la conducción del estado. Cristina es la líder política más importante de la Argentina, la que conmueve multitudes y congrega al conjunto mayoritario de organizaciones sociales y políticas y es capaz de articular un frente electoral ejerciendo la candidatura a vicepresidencia de la nación. Realiza un acto grandioso en favor de la unidad, gesto que le era reclamado por sectores que no tienen ni una pizca de su volumen político, pero sí -cuando no- capacidad de veto. 

La decisión estratégica que tomó Cristina es digna de analizar a la luz de lo que venimos conversando, leyendo y construyendo entre compañeras: una forma feminista de pensar y ejercer el poder. En su libro, Cristina introduce la perspectiva feminista para analizar sus gobiernos y los conflictos y tensiones que atravesó. Allí plantea que muchos de los ataques que recibió y recibe, no se deben sólo a que es una líder popular que defiende la soberanía nacional y la justicia social, sino también a su condición de mujer.  Nos invade, entonces, con fuerza una pregunta ¿Podría un machirulo que concentra el caudal de votos que tiene Cristina haber tomado esta decisión? Es claro que no. Una de las limitaciones en la lógica machista de construcción de poder es la búsqueda desesperada por conservarlo, de acumularlo, aunque hasta a veces pueda significar impedir alianzas o resignar victorias.

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La reacción machista comunicó “CFK mostró sumisión".  Mediante estos titulares y otros zócalos, los medios de comunicación se encargaron de reducir la decisión y subestimar la trascendencia política de Cristina. La volvieron a llevar al plano de las emociones y los tonos, como si el sentir y el poder pudieran analizarse como esferas separadas. La idea que predominó en varias discusiones fue “por fin cedió”. Lo que muchos no pueden entender es que Cristina no cede poder, sino que lo construye de otra forma, priorizando un mejor vivir, plural y generoso. “La experiencia es un peine que te dan cuando te quedas pelado” dice Cristina en Merlo y sonríe. Sabe que condensó en su persona todas las herramientas necesarias para, después de dos presidencias, la despedida de un pueblo en la calle aquel 9 de diciembre y cuatro años de persecución, afrontar una nueva etapa que quedará en la historia de nuestro país. Quizás empezaremos a comprender la profundidad del gesto de Cristina en tanto entendamos que no es ceder sino es una nueva forma de vivir/habitar y conducir propia de un liderazgo feminista: tejiendo alianzas y agrupando voluntades en pos del objetivo claro de recuperar la herramienta del Estado para ampliar derechos.