Michel Barnier quedará en los libros de historia como el primer ministro que tuvo el paso más corto de la Quinta República, el arreglo constitucional inaugurado en 1958 por Charles de Gaulle, tras haber ocupado el cargo apenas ocho meses antes de enfrentarse a un voto de censura fulminante. La primera vez desde 1962.
El ex negociador de la Unión Europea durante el Brexit fue nombrado luego de las elecciones legislativas anticipadas de julio, en medio de la incertidumbre política y de negociaciones a puertas cerradas.
Su designación se presentó como un intento de Emmanuel Macron de apaciguar las tensiones y restablecer la confianza en un gobierno que había perdido el respaldo popular y la mayoría relativa en la Asamblea Nacional.
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Sin embargo, la elección de Barnier, conocido por su estilo conciliador y su experiencia en negociaciones complejas, resultó insuficiente y la Asamblea Nacional votó la censura pasadas las 20:00 del miércoles (hora francesa) con 331 diputados a favor, es decir, 43 más que la mayoría absoluta de 288.
El final esperado
A partir de las últimas elecciones, la Asamblea Nacional quedó dividida en tres grandes coaliciones: el Nuevo Frente Popular, coalición de izquierda que va desde la LFI de Jean-Luc Mélenchon hasta el Partido Socialista del expresidente François Hollande; la Agrupación Nacional (RN) de extrema derecha de Marine Le Pen; y la alianza gubernamental conformada por el partido presidencial y los conservadores gaullistas referenciados en Les Républicains.
Si bien la tradición constitucional hubiera querido que se nombre a un gobierno que responda a la coalición que obtuvo la mayoría relativa, en este caso el NFP, Emmanuel Macron apostó por designar a Michel Barnier, miembro del partido que salió cuarto en las elecciones.
Sin embargo, como adelantamos en El Destape el pasado 7 de julio, luego de la segunda vuelta de las elecciones, con las elecciones presidenciales de 2027 en la mira, ninguno de los bloques opositores parecía tener incentivos centrípetos para colaborar con un presidente sin posibilidad de reelección y en plena crisis de impopularidad.
Tras el desaire de Emmanuel Macron, los partidos del NFP acordaron una oposición rígida a la administración de Michel Barnier, que reposó hasta ahora en la tolerancia tácita de la extrema derecha para evitar la censura.
Es por eso que la supervivencia del gobierno estuvo desde el comienzo en las manos de Marine Le Pen.
El detonante de la caída de Barnier fue la ley de presupuesto 2025. Con un déficit de 6,1%, el leitmotiv del gobierno era presentar una ley de presupuesto con un recorte de 60 mil millones de euros para tranquilizar a los mercados.
Con una propuesta de ajuste y sin mayoría suficiente para aprobarlo, el primer ministro intentó alcanzar un acuerdo con el partido de extrema derecha. Sin embargo, el resultado fue infructífero: Marine Le Pen y Michel Barnier se involucraron en un juego de gallinas, donde cada concesión del primer ministro provocaba nuevas demandas por parte de la líder de la extrema derecha. La línea roja que puso fin a esta negociación fue la negativa del gobierno a mantener la indexación de las pensiones a la inflación.
Ante la situación, la coalición gubernamental invocó la utilización del artículo 49.3 de la Constitución francesa, que permite al gobierno adoptar un proyecto de ley sin someterlo a votación en la Asamblea Nacional. La contracara del artículo es que abre la puerta a que los diputados puedan presentar una moción de censura.
Terra ignota
Con una Asamblea Nacional con tres coaliciones con capacidad de bloqueo mutuo, y sin posibilidad de llamar a elecciones hasta julio próximo, Francia entra en terreno desconocido.
Con una situación financiera fragilizada, y un esquema político fragmentado, Emmanuel Macron debe nombrar un nuevo gobierno relativamente rápido.
“Emmanuel Macron debe nombrar un primer ministro de izquierdas” declaro ayer el primer secretario del Partido Socialiste, Olivier Faure. Los líderes del NFP siguen exigiendo al presidente la nominación de un primer ministro de izquierda, que debería de mínima gozar con la tolerancia de los diputados del bloque presidencial.
Por su parte, los sectores del centro y centro-derecha intentan seducir a los componentes más moderados del NFP (principalmente el Partido Socialista) para la conformación de un bloque republicano que excluya tanto a Marine Le Pen como a Jean-Luc Mélenchon de la toma de decisiones.
En cambio, Marine Le Pen quiere seguir siendo el árbitro del juego, y ya anunció que no censurará sistemáticamente si Emmanuel Macron nombra otro primer ministro de centroderecha.
Al cierre de este artículo el Presidente Macron no se había expresado, y dos nombres sonaban como posibles sucesores de Barnier: François Bayrou, presidente del partido centrista MoDem y consejero cercano del presidente, y Sébastien Lecornu, actual ministro de defensa.
La Quinta República, otrora reconocida por su estabilidad, esta hoy en una crisis política sin precedentes. Y Emmanuel Macron, el presidente que prometió inaugurar una "nueva era" para Francia superando el clivaje izquierda-derecha, se encuentra al borde del aislamiento político.
Bajo una creciente presión por demandas de renuncia y reproches internos, su legado corre el riesgo de quedar marcado por la parálisis institucional.