Un año de cambios y desafíos en Brasil: Lula y su tercer mandato en cuatro claves

03 de noviembre, 2023 | 00.05

Un año atrás, el 30 de octubre de 2022, Brasil fue testigo de un hito político al elegir a Luiz Inácio Lula da Silva como presidente por tercera vez, luego de permanecer encarcelado por un emblemático caso de lawfare y de derrotar apenas por un punto porcentual al neofascista Jair Bolsonaro. Su regreso al poder marcó un giro trascendental en la política brasileña y latinoamericana desencadenando una serie de acontecimientos que han marcado el rumbo político de la nación sudamericana, en un contexto global signado por el enfrentamiento entre los proyectos estratégicos comandados por China y Estados Unidos, con sus redes financieras y tecnológicas. 

El retorno de Lula y los desafíos iniciales

El líder del Partido de los Trabajadores (PT) ganó las elecciones presidenciales en segunda vuelta con un pequeño margen porcentual marcado por el voto del noreste y la alianza con su opositor histórico Geraldo Alkhim, vicepresidente actual, que le habilitó el respaldo de la burguesía paulista y sus redes de influencia sobre todo en términos mediáticos y judiciales. El retorno se dio luego de pasar 580 días en la cárcel y la pésima política bolsonarista en materia económica y de salud durante la pandemia, que se cobró más de 700 mil vidas por la negligencia estatal.

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Lula se embanderó nuevamente en la carrera presidencial prometiendo un enfoque desarrollista para abordar los problemas económicos y sociales que Brasil venía enfrentando bajo la administración de su antecesor, el neoliberal y negacionista Jair Bolsonaro. 

Su asunción a principios de enero no estuvo exenta de controversias, ya que seguidores bolsonaristas intentaron realizar un golpe de estado en complicidad con las fuerzas de seguridad brasileñas, lo que puso a prueba la estabilidad democrática del país con la toma del palacio de planalto.

Sin embargo, centrado en la política doméstica y en su rol regional, el mandatario parece haber salido por arriba, logrando la estabilidad necesaria para gobernar. Entre abril y agosto el índice de aprobación de Lula subió 9 puntos porcentuales hasta el 60% según la encuestadora Quaest. Un dato interesante de este informe es el aumento de la popularidad del líder del PT al 50% entre los sectores demográficos conservadores que se le opusieron durante las elecciones del año pasado, incluidos los sectores evangélicos y los residentes del rico sur de Brasil. Centrado en el debate de la economía y otros asuntos de importancia para el desarrollo del país, tensiona a las fuerzas opositoras que tiñen el parlamento con sus colores. No resulta desdeñable el papel que juega el Centrao, aliado clave en la actual gestión. 

Políticas económicas y sociales

Uno de los principales desafíos que enfrentó el ex metalúrgico fue revertir la situación económica heredada de la administración anterior. Para combatir rápidamente la creciente pobreza, la paralización de las negociaciones paritarias y el aumento del desempleo durante el mandato de Bolsonaro, Lula implementó políticas para estimular el crecimiento económico. Duplicó el salario mínimo (una medida que alcanza a unos 13 millones de trabajadores formales) y fortaleció el programa Bolsa Familia. Según datos oficiales en Brasil hay 8,5 millones de personas sin trabajo (12,1%). El desempleo durante el trimestre de mayo a julio que era de 8,7% en 2022, cayó al 7,9%, es decir 1,1 millones de personas menos que hace un año, el mejor dato para ese periodo desde el año 2015. 

En materia de salud hace apenas un mes, hacia finales de septiembre, anunció la puesta en marcha de la Estrategia Nacional para el Desarrollo del Complejo Económico Industrial de la Salud, en un acto junto a la ministra de esa cartera Nisia Trindade. El plan apunta a sustituir importaciones y ampliar el complejo industrial de medicamentos e insumos de salud y prevé incentivos estatales por unos 9.000 millones de dólares hasta 2026 para el Sistema Único de Salud (SUS). 

Además, introdujo un impuesto a las grandes fortunas, destinado a reducir la desigualdad económica en el país. A lo largo de su primer año, Brasil ha experimentado indicadores positivos de recuperación económica. El Producto Interno Bruto (PIB) creció un 0,9% en el segundo trimestre del año en comparación con el trimestre anterior, según informa el instituto brasileño de estadística IBGE. Este comportamiento positivo se observó en las actividades extractivas, las construcciones y las actividades de electricidad, agua y gestión de residuos. En segundo lugar aparece el sector servicios, frente a un retroceso relativo del agronegocio. El sector agrícola y ganadero, cayó un 0,9%, luego de un primer trimestre con crecimiento récord del 21%.

Política ambiental en el Amazonas

El compromiso de Lula con el medio ambiente ha hecho de esta agenda una de sus prioridades. Ha impulsado medidas para abordar la deforestación, el desplazamiento forzado de poblaciones indígenas, el tráfico de especies y la minería ilegal en la Amazonia. Se trata de un territorio de seis millones de kilómetros cuadrados que abarcan varios países, alberga el 20% de las reservas de agua dulce del mundo y una masiva biodiversidad única. 

En agosto de este año Brasil organizó la cumbre amazónica como preludio de la COP 30 de la ONU, que se espera que se celebre en la ciudad amazónica de Belém en 2025. Lula da Silva, quien impulsa el debate internacional en torno a la crisis medioambiental, reunió a los ocho países que comparten la mayor selva tropical del mundo en una cumbre en dicha ciudad, en el norte brasileño. Allí se dieron cita Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyana, Surinam y Francia, pues la Guayana Francesa, departamento de ultramar francés y región periférica de la UE, comparte una fracción de la selva amazónica y el conocido como Macizo guayanés con los antiguos territorios neerlandeses, británicos y los estados sureños venezolanos.

El cierre de la cumbre fue escenario de una dura acusación del presidente brasileño hacia la Unión Europea, asegurando que la UE procura instaurar una situación de "neocolonialismo verde", utilizando medidas proteccionistas bajo la apariencia de preocupación ambiental, en el frenado acuerdo con el Mercosur, que Brasil preside. "No son Brasil, Colombia o Venezuela los que necesitan dinero, sino la naturaleza. Es ella la que necesita que los países desarrollados paguen para remediar lo que se ha destruido a lo largo de 200 años de desarrollo industrial", aseguró el mandatario. 

Sin embargo, puertas adentro, si bien es cierto que el gobierno ha desacelerado la deforestación en la amazonía luego de que Jair Bolsonaro llevó a su nivel más alto en 15 años la tala de bosques, la agricultura y la ganadería ocupan en la actualidad un tercio del territorio del país. Entre 1985 y 2022, el área ocupada por estas actividades agropecuarias creció un 50% con un avance ininterrumpido en los últimos 38 años. Casi dos tercios del avance de la frontera agrícola se debe a la deforestación para pasturas. 

Entre los impactos socioambientales del agronegocio se cuentan el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero en el país, la pérdida de ecosistemas naturales y su biodiversidad, la desregulación del clima y del ciclo hidrológico. Problemas que es hora de enfrentar seriamente, impulsando el desarrollo de una matriz de explotación sustentable de los recursos y tecnologización de las distintas cadenas para el agregado de valor en origen, sin pérdida de productividad. 

Política exterior y papel en la arena internacional

La política exterior de Brasil es sin dudas uno de los fuertes del gobierno de Lula, quien ya en campaña prometió que el gigante del sur recuperaría su rol en la región, manteniendo relaciones cercanas con países clave y una agenda marcada por visitas al exterior. El presidente ha realizado en 10 meses más viajes que en toda la gestión de su antecesor. 

En el marco de la principal contradicción que dibuja el tablero geopolítico actual, mantuvo viajes estratégicos a China y Estados Unidos, buscando fortalecer los lazos comerciales y diplomáticos en el marco de lo que hemos denominado como el G2. Además, ha visitado la Unión Europea casi en su totalidad, el continente africano en el marco de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP) y viene desempeñando un interesante papel en conflictos globales, buscando mediar en la guerra en Ucrania y el genocidio israelí al pueblo palestino, en curso. 

El protagonismo en la estrategia de los BRICS, que incluye desde la asunción de Dilma Rousseff de la presidencia del Nuevo Banco de Desarrollo o New Development Bank (NDB) hasta el lobby internacional para los nuevos ingresos en 2024 al organismo, entre ellos el de su principal socio comercial en la región, la Argentina, es clave para fortalecer el liderazgo continental. A lo que se suma su participación en el G7 y el G20 denunciando las deudas y mecanismos extorsivos del FMI y la necesidad de una urgente reestructuración de la arquitectura financiera internacional. 

Entre el 15 y 16 de septiembre Lula participó de la cumbre del Grupo G77+China en La Habana, Cuba, donde se reunió con Nicolás Maduro de Venezuela y Gustavo Petro de Colombia, entre otros líderes de América Latina y el mundo.
China es el principal socio comercial del gigante del sur desde el año 2009. La sólida y estratégica relación bilateral tuvo un punto de inflexión, en el marco de la estrategia de desafiar la hegemonía del dólar estadounidense. Según informó el Banco da China Brasil SA, ese mismo mes se concretó la primera operación comercial bilateral con monedas locales entre China y Brasil por una exportación de celulosa de Eldorado Brasil, empresa con representación en Shanghai, luego de que Lula y Xi Jinping acordaran en abril de este año impulsar las operaciones bilaterales en monedas locales.

Además, la posición de Lula respecto a la situación que sufre Palestina por el desmedido y constante ataque perpetrado por Israel ha sido contundente. El lider brasileño no sólo se ha manifestado públicamente repudiando lo que caracterizó como “genocidio”, sino que además impulsó un proyecto para conseguir el cese al fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU, que finalmente fue vetado por los Estados Unidos.

Desde su asunción, el mandatario se ha presentado como un actor de peso político internacional, incluso ofreciéndose a mediar entre Rusia y Ucrania. Lo cierto es que Lula, quien llegó al gobierno con una ajustada victoria que anticipaba las tensiones que debería enfrentar, ha mostrado señales de que vuelve a buscar su rol, de alguna manera, de representante regional ante el mundo.

El desarrollo de su primer año de gestión deja en evidencia que su retorno genera condiciones de posibilidad para continuar con los cambios profundos que permitan mejorar la vida de la población brasileña, pero también de reconstruir un proceso de integración regional que potencie el desarrollo de nuestra Patria Grande. Esto, sin embargo, no es condición suficiente para alcanzar conquistas que disminuyan la desigualdad, mejoren la calidad de vida y amplíen los derechos de las grandes mayorías, sino que será también un desafío para las organizaciones del pueblo impulsar y sostener una agenda que construya este sendero.

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Matías Caciabue

Politólogo y Docente Universitario. Analista del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Secretario General de la Universidad de la Defensa Nacional.

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