Una opción ideal para disfrutar al aire libre durante los feriados de junio es visitar el parque natural y arqueológico El Saladillo, ubicado a 20 kilómetros de la ciudad de La Rioja. El predio abre todos los días de 8.00hs a 20.00hs y ofrece visitas guiadas a las 10.00hs y a las 16.00hs.
La Quebrada del Saladillo, ubicada sobre la ladera oriental del cordón oriental del Velasco, es un sitio de alto valor patrimonial, tanto natural como cultural. Su historia se remonta a más de 2.000 años, cuando familias indígenas se asentaron allí de forma permanente. Las viviendas, conocidas como “casas pozo”, se construían sobre pequeñas lomadas, mientras que la vida cotidiana se desarrollaba mayormente en el exterior.


Las comunidades eran autosuficientes, sin jerarquización social ni jefes permanentes, y aprovechaban los recursos naturales mediante una avanzada tecnología hidráulica que incluía canales y represas. El entorno, con tierras fértiles y acceso al agua, permitía una combinación de agricultura, recolección y caza. Se cultivaban maíz, tomate, maní, porotos y zapallo, y se recolectaban frutos de algarrobos y chañares. Las zonas altas proveían caza silvestre, lo que consolida un modo de vida diverso y equilibrado.
Legado y revisionismo
Además de su relevancia arqueológica, el Saladillo es un sitio clave para reivindicar la memoria de las personas afrodescendientes que habitaron la región. En ese lugar vivieron casi un centenar de personas esclavizadas por el color de su piel. En tiempos de la Independencia, alrededor del 50% de la población riojana tenía origen africano, en tanto que los pueblos originarios no llegaban al 20%. El mayor mestizaje, de hecho, se produjo entre africanos y europeos.
A pesar de su contribución a la música, la agricultura, el comercio y la integración de las montoneras federales, la historia de la comunidad afro fue sistemáticamente invisibilizada. El Saladillo se propone rescatar esas memorias ocultas y poner en valor la riqueza cultural que representan en la identidad riojana.
El sitio también alberga vestigios de las construcciones de los Jesuitas, quienes edificaron una estancia dedicada a la fabricación de cal, tinajas y tejas. Sobre esas ruinas, la familia Luna Olmos levantó una casona singular, la primera en la provincia con sótano, estufa a leña y techo plano, diseñada según un sistema constructivo traído desde Londres.
Esa casa fue habitada por un ingeniero francés y su hija, quien falleció allí de tuberculosis. Desde entonces, persiste una leyenda entre los pobladores locales, quienes aseguran que aún se escuchan dulces canciones en idioma extranjero que entonaba la joven. A lo largo de su historia, el Saladillo fue visitado por figuras ilustres como Joaquín V. González, quien frecuentaba el sitio por tratarse de una propiedad vinculada a la familia de su esposa.