Tinkunaco: cómo es la popular fiesta riojana que se celebra desde hace más de 400 años

Durante el Tinkunaco se recuerda un pacto de paz realizado en las Pascuas de 1593 entre los conquistadores españoles y los diaguitas.

31 de diciembre, 2024 | 09.00

Cada 31 de diciembre, el pueblo riojano se congrega para celebrar el Tinkunaco, una de las festividades más emblemáticas de la provincia. La procesión inicia en la Iglesia San Francisco de Asís con la figura del Niño Jesús Alcalde, acompañado por los párrocos franciscanos, el gobernador, el intendente, sus secretarios y los promesantes. Además, doce aspirantes de la cofradía de los Alféreces se suman a este evento tradicional.

Desde la Iglesia Catedral, los promesantes llevan la imagen de San Nicolás de Bari, escoltados por el alférez mayor, el obispo y otros miembros jerárquicos de la Iglesia. Ambas imágenes convergen en la plaza 25 de Mayo, donde las autoridades políticas, vecinos y fieles las reciben con fervor.

Al concluir la ceremonia, las imágenes son trasladadas a la Iglesia Catedral, donde permanecen hasta el 3 de enero. El día siguiente se celebra la procesión de San Nicolás de Bari, con cantos en quechua y el retumbar de cajas chayeras, en honor al Niño Jesús Alcalde.

El Tinkunaco, palabra que en quechua significa "encuentro", es una festividad popular y religiosa que se celebra desde hace más de 400 años, entre el 22 de diciembre y el 3 de enero. En ella confluyen raíces andinas e hispánicas, resignificadas a lo largo de los siglos.

El origen de la celebración se remonta a las Pascuas de 1593, cuando los conquistadores españoles y los diaguitas que habitaban La Rioja pactaron la paz tras tensiones derivadas de las Guerras Calchaquíes. Francisco Solano, sacerdote español, intercedió para evitar una confrontación armada, promoviendo un acuerdo que derivó en la designación del Niño Jesús como Alcalde de la Ciudad durante los días de fiesta.

Medio siglo después, los jesuitas retomaron esta historia como parte de su misión evangelizadora, transformándola en una celebración popular. A principios del siglo XX, Monseñor Enrique Angelelli fortaleció esta tradición, dándole el nombre de Tinkunaco y resaltando su sentido comunitario y popular.

La ceremonia comienza con los Allis, guardianes del Divino Niño Jesús que representan a los diaguitas, y los Alférez, custodios de San Nicolás que simbolizan a los españoles. Ambos grupos caminan en procesión hasta encontrarse frente a la plaza principal, acompañados por San Francisco. En un gesto de reconciliación, se saludan, se abrazan y se comprometen a mantener la paz, mientras alaban al Niño Jesús con cantos en quechua al ritmo de la caja.

El momento culminante ocurre cuando todos, incluido San Nicolás, se arrodillan ante el Niño Jesús Alcalde, reconociendo su autoridad divina. El intendente de la ciudad entrega al Niño la llave de la ciudad, en señal de su soberanía espiritual. Esta acción se completa el 3 de enero, cuando el Niño devuelve la llave al intendente junto con una Biblia, reafirmando el pacto: “Según esta ley queremos ser gobernados”.

El Tinkunaco es más que una celebración religiosa; es una manifestación cultural que une a La Rioja en sus raíces históricas. Durante el sermón de uno de los Tinkunacos, Monseñor Angelelli expresó: "El canto lleno de esperanza y dolor de la caja del Inca es un grito que nos recuerda cuánto nos falta para alcanzar el verdadero encuentro entre todos".

Cada año, el Tinkunaco convoca a miles de riojanos y visitantes, reafirmando la identidad y la memoria colectiva del pueblo. Esta festividad, cargada de simbolismo, destaca la importancia de la paz, la reconciliación y el respeto por las tradiciones.