Marjayoun, ciudad de mayoría cristiana del sur de Líbano, abrió sus escuelas y una iglesia el mes pasado para acoger a decenas de personas que huían de los bombardeos israelíes sobre pueblos musulmanes, tendiendo así una mano a través de la división entre distintas religiones del país.
Algunos residentes estaban inquietos, preocupados por la posibilidad de que entre los solicitantes de refugio hubiera personas vinculadas a Hezbolá, la milicia musulmana chií y partido político en guerra con Israel, según declararon siete de ellos a Reuters. Pero querían mantener las costumbres locales de buena vecindad y sabían que quienes huían de la creciente ofensiva israelí no tenían adónde ir.
Marjayoun se había librado de la peor parte de los ataques de Israel contra Hezbolá durante el año pasado. Pero los residentes pronto sintieron que la guerra había llegado.
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El 6 de octubre, dos lugareños —un profesor y un agente de policía— murieron en las afueras de Marjayoun por disparos de drones israelíes dirigidos contra un chií que iba en moto, según dos fuentes de seguridad y residentes locales. El ejército israelí no respondió a una solicitud de comentarios.
Más tarde ese mismo día, un desplazado que intentó refugiarse en el obispado de Marjayoun disparó un arma al aire y amenazó al personal después de que se le pidiera que se trasladara a otro lugar, según tres residentes y Philip Okla, sacerdote de la iglesia ortodoxa de Marjayoun.
El espíritu acogedor de Marjayoun se evaporó rápidamente.
"No puedes invitar al fuego a tu casa", dijo Okla a Reuters, hablando por teléfono desde la ciudad, expresando los temores de algunos residentes de que los desplazados atrajeran la violencia.
Tras los llamamientos de los lugareños para que se marcharan, decenas de desplazados abandonaron el lugar, junto con muchos de los aterrorizados habitantes del pueblo, según Okla y seis residentes, que pidieron no ser identificados.
La población libanesa es un mosaico de más de una docena de comunidades religiosas, con una representación política dividida en distintas creencias. Las divisiones religiosas alimentaron la ferocidad de una brutal guerra civil entre 1975 y 1990, que dejó unos 150.000 muertos y arrastró a los Estados vecinos.
Reuters habló con más de una docena de parlamentarios, políticos, residentes y analistas que afirmaron que la ofensiva militar israelí en las zonas de mayoría chií de Líbano, que ha desplazado a más de un millón de personas a zonas suníes y cristianas, ha hecho aflorar la tensión entre comunidades religiosas, lo que supone una amenaza para la estabilidad de Líbano.
La antipatía se ve avivada por los repetidos ataques israelíes contra edificios que albergan a familias desplazadas, lo que hace temer que acogerlas pueda convertirte en un objetivo, señalaron las fuentes.
"Ahora se levantan barreras y aumentan los temores porque nadie sabe adónde vamos", dijo Okla, que lamentó la creciente hostilidad.
UN TEJIDO FRÁGIL
Las milicias libanesas vinculadas a grupos religiosos libraron una guerra civil de 15 años. El conflicto terminó con el desarme de todas, excepto Hezbolá, que conservó sus armas para resistir la continua ocupación israelí del sur.
Israel se retiró en 2000, pero Hezbolá conservó sus armas. En 2006 libró una guerra fronteriza contra Israel y en 2008 dirigió sus armas contra opositores políticos dentro de Líbano en batallas callejeras que consolidaron su ascendencia.
Un tribunal respaldado por la ONU condenó a miembros de Hezbolá por el asesinato en 2005 del primer ministro suní Rafik Hariri y sus opositores le culpan de otros asesinatos de políticos, en su mayoría cristianos y suníes. Hezbolá siempre ha negado ser responsable de cualquiera de ellos.
Con el apoyo de Irán, Hezbolá se ha convertido en una fuerza regional que combate en Siria para ayudar a sofocar un levantamiento contra el presidente Bashar al-Asad, al tiempo que mantiene un poder de veto efectivo sobre la toma de decisiones dentro de Líbano, incluida la presidencia, reservada por convención a un cristiano maronita.
El cargo está vacante desde 2022.
Con la base de apoyo chií de Hezbolá tambaleándose por los ataques de Israel, los líderes libaneses —incluido el primer ministro provisional Najib Mikati, un empresario musulmán suní— han subrayado la importancia de mantener la "paz civil".
Incluso los rivales de Hezbolá, entre ellos el partido cristiano Fuerzas Libanesas, han cumplido en gran medida moderando su retórica política e instando a sus seguidores a no avivar la tensión.
Pero sobre el terreno, esa tensión es real, incluso en torno a las escuelas que han acogido a desplazados en Beirut. Miembros de partidos aliados de Hezbolá se han hecho con el control de quién entra y sale y de lo que entra en algunas de esas instituciones, según varios residentes.
Las principales vías públicas, que solo se atascaban en hora punta, se llenan ahora día y noche de coches de personas que huyen de los bombardeos israelíes, lo que pone a prueba la infraestructura de la ciudad, ya de por sí en ruinas.
En el suburbio cristiano de Boutchay, en Beirut, unos residentes enfurecidos impidieron el viernes que un camión descargara un contenedor en un depósito alquilado a una persona de fuera de la zona, sospechando que podría contener armas de Hezbolá, dijo el alcalde Michel Khoury.
"Hay tensión. Hoy todo el mundo tiene miedo", dijo Khoury, quien añadió que el vehículo fue rechazado sin ser registrado.
El legislador druso Wael Abu Faour afirmó que los políticos de todos los bandos debían trabajar para preservar la unidad nacional.
"Beirut podría estallar a causa de los desplazados, las fricciones y las disputas por las propiedades, porque el sur, (el valle de) la Becá y los suburbios están todos en Beirut", afirmó.
Líbano ya se tambaleaba por la explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020 y por una crisis económica de media década —que ha empobrecido a cientos de miles de personas— cuando Hezbolá abrió un segundo frente contra Israel al día siguiente del ataque de Hamás del 7 de octubre.
Preguntado por los riesgos de tensiones entre comunidades religiosas, el alto comisionado de la agencia para los refugiados de Naciones Unidas, Filippo Grandi, dijo a Reuters que Líbano es un "país frágil".
"Cualquier perturbación, y ésta es una perturbación importante, puede hacer retroceder al país y causar grandes problemas", dijo Grandi.
RIESGOS PARA HEZBOLÁ
La crisis de los desplazados también supone un reto para Hezbolá, que durante mucho tiempo se ha enorgullecido de atender a su comunidad, pero que ahora se enfrenta a un aumento de las necesidades y a una respuesta débil por parte de un Estado casi en bancarrota.
Un alto cargo libanés, que habló bajo condición de anonimato para tratar un asunto delicado, dijo a Reuters que la suavización de la postura de Hezbolá sobre un alto el fuego en Líbano se debía en parte a la presión creada por el desplazamiento masivo.
Hezbolá no respondió a una solicitud de comentarios.
Durante una visita a una escuela que acoge a desplazados la semana pasada, el legislador de Hezbolá Ali Moqdad insistió en que los partidarios del grupo "están preparados para las condiciones más duras y las circunstancias más difíciles".
"Esta calamidad nos ha unido más", dijo, y añadió que Líbano había resistido una "prueba".
Pero Neamat Harb, una mujer chií que huyó de la ciudad sureña de Harouf con su familia, dijo que vivir en una escuela era agotador y que la gente de allí necesitaba más apoyo de Hezbolá y del Gobierno.
"Deberían tener muy en cuenta su base de apoyo", afirmó. "Deberían negociar en la medida de lo posible (un alto el fuego) para que la gente pueda volver antes a casa", añadió.
La mayoría de los desplazados que pueden permitirse un alquiler han encontrado apartamentos donde alojarse, aunque los propietarios suelen exigir un pago mínimo de tres meses en el acto, según los caseros y los posibles inquilinos.
Pero algunas residencias se niegan a alojar a los desplazados, según cuatro caseros o posibles inquilinos.
Otros enviaron a sus inquilinos avisos instándoles a "conocer a sus vecinos" y limitar las visitas "para preservar la seguridad de todos", según un aviso al que tuvo acceso Reuters.
RECUERDOS DE LA GUERRA CIVIL
A algunos, los desplazamientos masivos y la tensión demográfica les han traído recuerdos desagradables de la desintegración del Estado y las ocupaciones ilegales masivas que tuvieron lugar durante la guerra civil libanesa.
Al menos media docena de bloques de apartamentos y hoteles del distrito de Hamra, en Beirut, fueron asaltados y convertidos en refugios por el Partido Nacionalista Socialista Sirio (SSNP, por sus siglas en inglés), aliado de Hezbolá, según manifestaron miembros del grupo y residentes locales. El SSNP movilizó a docenas de sus miembros en la operación, según los responsables del partido.
Un reportero de Reuters vio a miembros del SSNP, identificados por brazaletes del partido, montando guardia en dos edificios.
Uno de ellos, un hotel de 14 plantas que quedó fuera de servicio por la crisis económica libanesa de media década, alberga ahora a 800 personas, según el miembro del SSNP responsable del lugar, Wassim Chantaf.
"No hay Estado. Cero. Estamos ocupando el lugar del Estado", dijo, mientras algunos miembros del partido dirigían el tráfico y descargaban un camión de agua embotellada donada.
Otro edificio cercano de propiedad saudí había logrado reubicar hace solo unos años a ocupantes en situación irregular que se remontaban a la guerra civil libanesa.
El mes pasado, más de 200 personas que huían de la escalada de ataques israelíes irrumpieron en el edificio, según Rebecca Habib, una abogada que presentó una demanda para sacarlos de allí. Lo consiguió después de que las autoridades les consiguieran otro lugar donde alojarse.
"Tenemos miedo de que la historia se repita", afirmó.
Con información de Reuters