El atleta Pau Gisbert decidió no correr en el maratón de Valencia este fin de semana porque no podía centrarse en el entrenamiento en medio de la devastación que asoló la tercera ciudad más grande de España en las recientes inundaciones repentinas.
La decisión de seguir adelante con la carrera el 1 de diciembre, justo un mes después de que las riadas acabaran con la vida de 222 personas, ha desatado la polémica.
Los críticos dicen que es demasiado pronto, mientras que las empresas acogen con satisfacción un impulso turístico que podría ayudar a la recuperación.
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"Como se puede ver aquí atrás, el pueblo donde has crecido ya prácticamente no existe", dice Gisbert, de Paiporta, un barrio de Valencia. "Aunque tu impulso te pide hacer maratón durante cuatro horas, ser una persona normal, tu cabeza está en otro sitio".
Gisbert, de 30 años, dijo que esperaba que quienes decidieran participar se tomaran un tiempo para visitar las localidades afectadas y empatizar con las víctimas que habían perdido tanto.
Sin embargo, Ignacio Cardona, verdulero de una de las zonas inundadas al sur de la ciudad, dijo que entrenarse para el maratón representaba una "descarga psicológica".
"Esta semana seguimos adaptándonos a esta situación y a la vez preparándonos para correr la maratón", afirmó.
Hace dos semanas, los organizadores comunicaron a los 35.000 participantes inscritos en la carrera de 42,2 kilómetros alrededor del centro de la ciudad costera que seguiría celebrándose mientras se recaudaban fondos para ayudar a reconstruir las instalaciones deportivas dañadas.
"Valencia corre por Valencia", rezaba la página web oficial del maratón, donde los organizadores se comprometían a donar 3 euros (3,17 dólares) por cada corredor que llegara a la meta.
También se invita a los participantes —el 62% de los cuales proceden del extranjero y el 18% de otras regiones españolas, según los organizadores— a hacer donaciones a un fondo conjunto de recuperación tras las inundaciones, al que también contribuirán los patrocinadores de la carrera.
El maratón es también una oportunidad para que los hosteleros atraigan de nuevo a los turistas a uno de los destinos más populares de España tras la tragedia del 29 de octubre.
Hasta un 60% de los visitantes anularon sus reservas de hotel tras las inundaciones —el doble de lo habitual— y los restaurantes sufrieron un descenso del 80% en sus ventas, según los grupos empresariales locales.
Para el fin de semana del maratón, los índices de ocupación hotelera se acercan al 80%, según Mayte García, responsable de la asociación hotelera regional HOSBEC.
(1 dólar = 0,9478 euros)
Con información de Reuters