En el oeste de Formosa, donde las comunidades originarias recolectan algarroba desde hace años, la producción de harina, hoy procesada en la planta industrial de Nutrifor, se consolidó como una política de desarrollo que sostiene a miles de familias, preserva el bosque y dinamiza la economía local.
La harina de algarroba se distribuye a través de programas provinciales como el Plan Nutrir y el Programa de Fortalecimiento Nutricional de Escuelas, y se comercializa en Soberanía Alimentaria Formoseña, entre otros espacios. Además, captó la atención del sector gourmet: emprendedores formoseños lo utilizan para elaborar alfajores y otras preparaciones, contribuyendo al mundo de la alimentación saludable.
Nutrifor, la empresa estatal, compra la cosecha, certifica su calidad en laboratorio y convierte la materia prima en alimentos fortificados que llegan a las familias formoseñas. Así se completa un círculo virtuoso: lo que surge del territorio vuelve a él como alimento y bienestar.
En diálogo con medios locales, el presidente del Directorio de Nutrifor, Guillermo Escobar, destacó la evolución del proyecto y recordó: “Comenzamos con aproximadamente 300 kilos y hoy estamos estimando alrededor de 10.000 kilos. Esto abarca a unas 4.500 familias que se benefician con una inversión muy importante de Nutrifor”.
El sentido de la algarroba
La producción de algarroba es arraigo, soberanía alimentaria y una reivindicación del saber indígena. El respeto por la naturaleza y el monte se combina con un proceso de industrialización riguroso. Las vainas recogidas se secan al sol, se clasifican y luego son convertidas en harina mediante molinos instalados con apoyo estatal.
El crecimiento, sin embargo, no es solo productivo sino también social. La algarroba, que durante décadas se destinó casi exclusivamente al uso doméstico, hoy genera ingresos genuinos para miles de familias, convirtiéndose en una fuente estable que complementa la pesca, la miel y otras prácticas tradicionales de la zona.
La profesionalización del producto
La empresa cumple un rol clave en la profesionalización del proceso. Técnicos y especialistas trabajan en territorio capacitando a las asociaciones en manipulación de alimentos, clasificación de la materia prima y mejora continua de la calidad.
La recolección de la chaucha de algarrobo mantiene su carácter ancestral, pero ahora forma parte de una cadena que combina tradición y tecnología. Centenares de familias de El Potrillo, Lote 8 y El Quebracho recolectan de manera manual los frutos que caen al monte, respetando los ciclos naturales del árbol.
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Escobar explicó: “Uno de los factores que queremos lograr con el producto de la algarroba es evitar que se talen los árboles, evitar la desertificación y tener la posibilidad de que un árbol esté en pie. La idea es valernos de los frutos, no destruir el monte”.
La harina de algarroba: un producto codiciado
La harina de algarroba posee diversas propiedades: libre de gluten, rica en fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes, y con un bajo índice glucémico, es cada vez más buscada por el sector dietético y por la industria alimentaria que apuesta por ingredientes naturales. Escobar lo define como : “Un producto muy bien visto y demandado por grandes compañías, sobre todo del área dietética. Tiene un enorme potencial como alimento saludable”.
El futuro de la harina de algarroba en Formosa se perfila con expansión y diversificación. Nutrifor proyecta el desarrollo de premezclas para pastelería, nuevas bebidas y productos gourmet que podrían llegar a Córdoba, Buenos Aires y otros mercados interesados. Son alimentos que nacen en el monte formoseño y recorren el país como símbolo de una provincia que logró transformar un fruto ancestral en una verdadera herramienta de desarrollo.
La experiencia de Formosa muestra que cuando el Estado, las comunidades y el conocimiento ancestral trabajan de manera conjunta, los resultados trascienden lo productivo. La harina de algarroba no solo alimenta: preserva, dignifica y proyecta futuro.
