Tras la recesión de este año se esperaba una recuperación contundente de la economía en 2025, pero aparecen estimaciones que no coinciden con ese pronóstico. Uno de ellos es el que difundió este miércoles la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). El organismo ajustó a la baja su pronóstico de crecimiento para Argentina, pasando de una crecimiento que en principio iba a ser de 5 por ciento a uno actualizado de 4,3 por ciento; es decir, 0,7 puntos menos.
Si bien la CEPAL anticipa una recuperación económica, esta no alcanzará el nivel del 5 por ciento proyectado en su última estimación de agosto. En su nueva previsión, estima un crecimiento del 4,3 por ciento, mientras que para este año prevé una caída del Producto Bruto Interno (PBI) del 3,2 por ciento. La entidad afirmó que para superar la trampa de baja capacidad de crecimiento es necesario movilizar recursos financieros de manera significativa y aplicar políticas productivas que estimulen la inversión y la productividad.
Se trata de otro dato económico negativo en la jornada. Como contó El Destape, la baja registrada en los precios de los insumos para la construcción no alcanza siquiera a un atisbo de recuperación. La actividad acumula en los primeros once meses del año un desplome de 28,5 por ciento. Además, la suba del 13 por ciento en dos semanas del dólar blue enciende algunas alarmas en los últimos días del año. Esta jornada el dólar blue tocó los 1.190 pesos y así mostró una suba de 140 pesos desde el 6 de diciembre.
Las proyecciones de CEPAL para la región en 2025
La CEPAL aumentó sus proyecciones de crecimiento para la región en 2024, ajustándolas del 1,8 al 2,2 por ciento, mientras que para 2025, la previsión subió levemente del 2,3 al 2,4 por ciento. Para el próximo año, se espera que las economías sudamericanas crezcan un 2,1 por ciento, las de Centroamérica un 2,8 por ciento y las del Caribe un 11 por ciento,.
Sin incluir a Guyana, el crecimiento del PIB se limitaría al 2,5 por ciento. La Cepal anticipó que en 2025 habrá un repunte del 2,6 por ciento en Sudamérica y del 2,9 por ciento en Centroamérica. En el Caribe, el crecimiento económico para 2025 alcanzaría el 5,7 por ciento, pero sin Guyana, se reduciría al 2,6 por ciento. Durante el período 2015-2024, se estima que la región tendrá un crecimiento promedio anual del 1 por ciento, lo que significa que el PBI per cápita se mantendría estancado.
"Las economías de la región seguirán este año y el próximo sumidas en una trampa de baja capacidad para crecer, con tasas de crecimiento que se mantendrán bajas y con una dinámica de crecimiento que depende del consumo privado, y menos de la inversión", según señala el Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2024 de la CEPAL.
En cuanto a la ocupación informal, se espera que la tasa de empleo informal promedio de la región se sitúe en un 46,7 por ciento, lo que significaría una disminución de 0,4 puntos porcentuales en comparación con la tasa registrada en 2023. Pese a esta leve reducción de la informalidad, en la región persisten desafíos significativos en el sentido de formalizar el empleo, lo que subraya la necesidad de implementar políticas efectivas que fomenten condiciones laborales más seguras y estables.
Por otro lado, tras alcanzar un máximo en 2022, la inflación en las economías de América Latina y el Caribe ha mostrado una tendencia a la baja. Desde el 8,2 por ciento registrado ese año, la mediana de la inflación regional disminuyó a un 3,7 por ciento en diciembre de 2023. Se estima que en 2024 la inflación continuará reduciéndose hasta alcanzar un 3,4 por ciento. Aunque la mediana de la inflación regional se ha acercado al valor central del rango de la meta de muchos bancos centrales (3 por ciento), el nivel proyectado para 2024 sigue siendo superior a los valores registrados antes de la pandemia.
En el ámbito fiscal, los ingresos fiscales enfrentarían dificultades para incrementarse en el corto plazo, mientras que los gastos públicos se mantendrían estables ante una carga creciente del servicio de la deuda. De esta manera, surgen riesgos para la sostenibilidad fiscal, vinculados al débil crecimiento del PIB, los altos costos de financiamiento y las fluctuaciones cambiarias.