Cuando usted observa, lector, que sus connacionales gastan dólares en el exterior a lo pavote, como si fuesen los felices habitantes de un país rico y con alta productividad al que le sobran las divisas, debe saber que, antes o después, esos recursos salen o saldrán de algún lado. Como les encanta repetir a los estadounidenses en su idioma, “no hay almuerzo gratis” (“There’s no such thing as a free lunch”). Salvando las diferencias, lo mismo sucede con la entrada de capitales financieros. Antes o después la economía debe cubrir la rentabilidad de esos capitales.
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Pero por suerte el capitalismo es un sistema dinámico y está basado en el crédito. Luego, lo que entra y lo que sale no es suma cero, en el medio hay procesos de valorización. Por eso, la deuda no es mala en sí, como tampoco lo es la entrada de capitales especulativos, que suelen ser de gran utilidad para cubrir déficits de balanza de pagos. Sin embargo, como lo sabe hasta el último tomador racional de créditos, la clave de endeudarse siempre reside en destinar la obtenido a una actividad sustentable. En términos de la economía política clásica, de lo que se trata es de que el crédito se destine a la reproducción ampliada del capital.
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Y aunque la economía de un país es distinta a la de una empresa, la lógica actual del gobierno se parece mucho a la de la anterior gestión de Luis Caputo. En 2016 y 2017, mientras se mantenía un potente déficit externo, se tomaba deuda a lo loco para cubrir el gap a la espera de una futura la “lluvia de inversiones”. Caputo II dice bien que “hoy es distinto”, pero a diferencia de lo que explica el Ministro, no es diferente por el superávit fiscal obtenido a sangre y fuego, sino porque, efectivamente el esquema es más virtuoso en un punto clave: lo que se gastó en mantener anclado el precio del dólar no fue pagado con deuda, sino con superávit comercial. No obstante, desde hace 10 meses apareció un déficit en la cuenta corriente cambiaria, lo que quiere decir que si se desea mantener el actual nivel del tipo de cambio se debe encontrar alguna forma de sostener la entrada de capitales, es decir de conseguir más dólares a toda costa.
Al igual que en la gestión de Caputo I, Caputo II también esperaba una lluvia de inversiones, esta vez en recursos naturales. Lamentablemente, el capital tiene la costumbre de correr el arco. Luego del “ajuste más grande de la historia”, los representantes del gran capital “ahora dicen” que, antes de hundir miles de millones de dólares, necesitarán tener la certeza de que el modelo libertario es algo más que un suspiro y que llegó para quedarse. Traducido, esto significa que hay que superar las elecciones de medio término, ganarlas y seguir esperando que todos crean en que el cambio cultural de los asalariados aceptando gozosos ser ajustados es permanente, dato que hoy parece contraponerse con el aumento de la represión de la conflictividad social. El problema es que con los dólares hoy disponibles, reservas netas negativas y demanda infinita, no se llegará a octubre. Y si no se llega, el modelo no se consolida. Y si no se consolida no habrá suficientes inversiones. Es aquí donde, para romper el cuento de la buena pipa, aparece el FMI.
Para empezar, el Fondo está tan interesado como el oficialismo en que el actual esquema se sostenga. La razón es evidente, Argentina representa, con variaciones según las fuentes, alrededor de un tercio del total de las acreencias globales del organismo. Su exposición al riesgo argentino es altísima y por ello los negociadores locales descuentan que no habrá mayores dificultades para la refinanciación de vencimientos, mucho más cuando no existen resistencias fiscales. Sin embargo, el debate no está en este punto. Contra toda la disputa aparentemente técnica, la realidad es que el FMI no es un organismo técnico, sino esencialmente político. Los 57.000 millones de dólares del acuerdo Stand-By de 2018, de los que finalmente se tomaron sólo 44.000 por decisión de Alberto Fernández en 2019, representaban casi 13 veces (1277%) el tope que le habría correspondido al país en función de su cuota de participación. Semejante distorsión es lo suficientemente clara para graficar que el préstamo fue una decisión política, no técnica.
La pregunta entonces es por cuál es el objetivo político del organismo. Una respuesta posible es que el FMI cumplirá con su rol histórico, que es precisamente el taxativamente prohibido por el Artículo VI, sección primera, de su estatuto y que reza: “Ningún miembro podrá utilizar los recursos generales del Fondo para hacer frente a una salida considerable o continua de capital.” Sin embargo, esto fue lo que hizo Caputo I en 2018 y lo único que verdaderamente discute Caputo II en 2025. Más allá de los términos y montos que se incluyan en el Acuerdo de Facilidades Extendidas a 10 años adelantado por el DNU enviado al Congreso, el debate es por el monto de efectivo que quedará disponible para intervenir en el mercado cambiario, un detalle sistemáticamente negado, pero que no es otra cosa que el instrumento indispensable para mantener la estabilidad cambiaria hasta las elecciones. Siempre según las fuentes consultadas por El Destape en Estados Unidos, este monto para intervenir rondaría los 8000 millones de dólares. El monto total del acuerdo será un número mucho más impresionante porque sumará la refinanciación de los vencimientos de los próximos años.
Hasta aquí lo “técnico”, que será una decisión geopolítica estadounidense para sostener a un aliado regional y al statu quo de las finanzas del FMI. En términos concretos, los gastos desenfrenados de los argentinos en el exterior y las importaciones de todo tipo no serán financiadas, como insisten algunos economistas del sector financiero, por el superávit fiscal, es decir por el recorte de entre un cuarto y la mitad de las jubilaciones, dependiendo del nivel de ingresos, ni por haber reducido a cero la inversión en infraestructura, ni por el despido a decenas de miles de trabajadores públicos, sino que será financiado por más y más deuda que pesará sobre las generaciones futuras. Y al igual que con Caputo I, con Caputo II los recursos también se volatilizarán. El destino de los fondos frescos se destinará a la realización de las impresionantes ganancias financieras devengadas desde que asumió la administración libertaria. Como en las experiencias anteriores, el acuerdo que sumará más deuda para todas y todos, será presentado como una gran noticia por la prensa afín.-