El dato de inflación de marzo no sorprendió y confirmó el escenario preocupante que el propio ministro de Economía había anticipado poco antes de que se conociera el índice oficial. En el marco de un incremento del 6,7% mensual y de una suba interanual que llega al 55,1%, cabe analizar tres cuestiones de fondo sobre este gran problema argentino.
En cuanto a la variación en alimentos y bebidas, hay dos ejes principales que explican la suba del 7,2% en marzo y del 19,6% en el primer trimestre del año, con marcada incidencia de panificados (16,6%), lácteos (11,2%) y carnes y derivados (6,9%). El primero tiene que ver con cómo abordar el problema generado por el aumento de los precios internacionales, ya que si se miran los datos publicados por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación) en marzo la suba fue del 12,6% en promedio en dólares y de un 19,1% en dólares en el trimestre, lo que aplicado al tipo de cambio significa una variación del 28,7% (la evolución de precios promedio local alcanzó 20,9%). Frente a ello, y desestimada una modificación en retenciones, urge entonces definir qué herramientas se implementarán para desacoplar precios ante la fuerte presión al alza en el mercado interno.
Otro eje tiene que ver con el proceso interno vinculado a la remarcación de precios. En marzo las grandes cadenas de supermercados y empresas de alimentos incumplieron en un 39% los acuerdos de precios pactados con el Gobierno y, además, en solo tres días -del 16 al 19- remarcaron en promedio 14,5%. Se trata de incrementos que no encuentran explicación en una suba de costos y que se vinculan directamente con la especulación.
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En esa línea, es posible afirmar que la dinámica oligopólica ha tenido una responsabilidad no menor en la evolución de los precios, no sólo por la remarcación sino también porque durante dicho mes se generó un escenario de estabilidad macroeconómica (baja de la brecha cambiaria y acuerdo con el FMI con reducción fiscal, monetaria y acumulación de reservas) pero los precios subieron igual. Vale preguntarse en qué medida logran su cometido los incentivos al mercado frente a un sector concentrado con capacidad para fijar arbitrariamente precios o si, quizás, son necesarios otros elementos de política económica ante las resistencias constantes que muestran algunos sectores.
La tercera cuestión tiene que ver con la política de ingresos. Si bien desde el 2021 se registra una recuperación económica (10,3%), al contrastar producción/precios con empleo/salarios se observa que los segundos van por una senda mucho más lenta o, en otras palabras, esa recuperación no se distribuye de manera equitativa. Un dato trascendente tiene que ver con que debería haber un incremento salarial del 7% en promedio para que los trabajadores/as recuperen el aporte que realizaron en productividad.
De los datos publicados recientemente por el INDEC en cuanto a la distribución de los ingresos nacionales, se desprende que la totalidad de los trabajadores (registrados y no-registrados) no sólo no lograron aumentos por encima de la inflación, sino que no obtuvieron ninguna retribución por los aumentos de productividad. La participación de la remuneración al trabajo asalariado sobre el total del Valor Agregado Bruto se redujo el año pasado y se mantiene en los menores niveles históricos. Está claro que el gobierno actual apunta a que las paritarias le ganen a la inflación, pero lo que no está tan claro es cuánto tiempo se necesita para que el mundo del trabajo recupere lo perdido con la gestión macrista y con la crisis por la pandemia.
Finalmente, es oportuno seguir de cerca qué sucede con el paquete de medidas implementadas para referenciar precios (fideicomiso del trigo, renovación Precios Cuidados, canasta para comercios de proximidad; oferta de vegetales frescos y Cortes Cuidados) y cómo de desarrolla la puja distributiva, ya que ante el bono de jubilados y pensionados, el incremento de la Tarjeta Alimentar y las actualizaciones paritarias, puede que algunos sectores concentrados traten de mantener márgenes de rentabilidad. Los esfuerzos anti-inflacionarios deben apuntalarse con los ingresos y en ese camino los tiempos no son menores.