Las armas de la guerra cambiaria

24 de octubre, 2020 | 18.53

  Los “bandos” están claros: los mercados versus el gobierno. La terminología bélica no es casual. La semana que pasó fue de vértigo: los dólares paralelos parecieron no tener techo y alcanzaron valores que carecen de racionalidad, aunque no de causas. Como toda reacción el gobierno, a través del ministro Martín Guzmán, expresó su férrea voluntad de no devaluar. 

  Fue después de que, promediando las distintas cotizaciones, la brecha entre el oficial y los paralelos llegara a tocar un pico del 130 por ciento. Cuando hay mercados cambiarios desdoblados, de facto o de iure, pueden existir brechas técnicas, como la que surgió a comienzos de la actual administración y que sumaba a la cotización oficial el impuesto PAIS del 30 por ciento. Una vez que superar la barrera técnica las brechas crecen junto con las expectativas de devaluación.

  Luego está la historia, no sólo de Argentina, sino de todas las economías que mantuvieron desdoblamientos cambiarios: cuando las brechas superan cierto punto las devaluaciones llegan. Por devaluación se entiende un salto en el precio del dólar, no los pequeños ajustes que acompañan a la inflación. Salvo momentos acotados, quien apostó al dólar nunca perdió. Es un dato lamentable, pero histórico. En los mercados paralelos legales, el CCL y el MEP, que dada la suma de regulaciones no son estrictamente “mercados”, prácticamente no hay vendedores, sólo compradores. Lo que hoy existe es una huida del peso que puede tener efectos sociales devastadores. Para el gobierno la licuación del valor de la moneda puede licuar su poder y la oposición --política, agraria y mediática-- lo sabe. Esta semana la sucesión de titulares en la prensa conducida por el grupo Clarín incitando a la devaluación alcanzó niveles de clamor.

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  Los argumentos del ministro de Economía para sostener que no devaluará son correctos, el dólar oficial no está sobrevaluado y refleja la situación de una economía de ingresos medios. Guzmán también afirmó que tiene las herramientas para sostener la cotización. Pero las guerras no se definen solo con su declaración, sino con el uso de las armas, sea disparándolas o mostrándolas. Lo que el gobierno no está pudiendo mostrar son reservas líquidas y alternativas de inversión en pesos. Los mercados lo saben y se resguardan comprando dólares a precios “irracionales”.

Ante el vendaval cambiario, desde el ministerio de Economía muestran sangre de pato. Esta semana se colocará finalmente un bono de 750 millones de dólares para quitarle al paralelo algo de la presión de los fondos de inversión que pujan por salir de la plaza local. Si se piensa que el bono será efectivo no se entiende la demora entre el anuncio y la colocación, salvo que se haya querido dejar correr el paralelo hasta los valores actuales, que demandan menos divisas para intervenir en un potencial desdoblamiento. También se presentarán esta semana metas presupuestarias para tres años, según se dijo, para brindar “certidumbre”. A ello se agregaron en los últimos días sucesivos comunicados del BCRA anunciando una menor asistencia al Tesoro. Si se combinan estos dos elementos Economía parece creer en la hipótesis de que el problema es fiscal y fundamentalmente de “confianza”. Se ve que hay poca memoria de que el arco de la confianza de los mercados es corredor. 

Otra vez, en una guerra las disputas entre bandos se definen sobre la base de las armas de cada uno. Los mercados, el conjunto de los actores del poder económico, manejan la oferta de dólares. ¿Y el gobierno? Si realmente Economía cree en la hipótesis de la falta de confianza debida al déficit o la falta certidumbre a tres años podría haber un problema.

Quienes adelantaron importaciones todo lo que pudieron o retacearon exportaciones tuvieron el comportamiento esperable de actores económicos racionales frente a las expectativas de devaluación implícitas, no en la brecha cambiaria misma, sino en su crecimiento “irracional”. Sin embargo el precio irracional del dólar en los mercados paralelos tuvo efectos concretos: la reducción del saldo comercial a un tercio en septiembre, o sea el deterioro de uno de los fundamentos para mantener el nivel del tipo de cambio oficial.

Si no quiere devaluar el gobierno necesita estimular la oferta de dólares y reducir su demanda. No hay magia. La demanda se reduce creando instrumentos en pesos con una alta tasa de interés. La oferta, a esta altura –con una situación distinta a la de hace un mes– puede conseguirse a través de un desdoblamiento cambiario, creando un mercado para el dólar financiero y haciendo pasar por allí actividades cuyas exportaciones tienen alguna sensibilidad (elasticidad) al tipo de cambio, como por ejemplo los servicios. Por supuesto, también será necesario conseguir dólares líquidos para intervenir en ese mercado. Las posibilidades existen. A modo de ejemplo solamente activando 11 mil millones de dólares del Swap con China se tendrían, con un paralelo a 190, las divisas equivalentes a todos los depósitos a plazo del sector privado (que el viernes sumaban 2,13 billones de pesos), es una capacidad de fuego más que suficiente para estabilizar la brecha y contrarrestar las expectativas de devaluación, lo que a su vez es el punto de partida para que reaparezcan los vendedores de dólares. Conseguida la estabilización lo que deberá combatirse es la dolarización de todo el excedente que se produzca, pero esa es una tarea de mediano plazo. En el corto, lo peor que puede hacerse es “esperar y ver”. La deseable unificación cambiaria sólo será posible con una economía estabilizada y elevadas reservas. La lucha de clases existe, pero las buenas decisiones de política económica también aportan lo suyo.