Todavía estoy aquí, la película ganadora anoche del Oscar sobre la dictadura en Brasil no habla de fútbol, pero buena parte del filme de Walter Salles, gran hincha de Botafogo, trascurre en 1970. Es el año del Mundial de México, cuando la Selección liderada por Pelé ganó el tricampeonato en México con un fútbol bello en medio del horror y la pelota como pantalla para tapar todo.
Brasil produjo en 2006 “El año que mis padres se fueron de vacaciones”, una película hermosa, que habla de Mauro, 12 años, y de cómo el Mundial de México fue su salvavidas. Todo era soledad para él porque sus padres, asesinados por la dictadura, “se fueron de vacaciones”.
Más conocida, “Pra Frente Brasil” (Roberto Farías, 1982) también trascurre en pleno Mundial de México 70, la historia ficticia de Jofre Godoi da Fonseca, a quien los paramilitares confunden con Sarmento, activista político, y lo torturan brutalmente, hasta que muere en un intento de fuga. Todo trascurre mientras la Selección de Pelé deleita con su “jogo bonito” para golear 4-1 a Italia en la final de México 70.
Fue paradójico que la selección más idealizada en la historia de los Mundiales, aquel bello Brasil que jugó con cinco números 10 en ataque (Jairzinho-Gerson-Tostao-Pelé- Rivelino) conviviera con tiempos oscuros en en el país. Y que, despedido el DT Joao Saldanha, tuviera un cuerpo técnico completamente militarizado, liderado por el mítico Mario Lobo Zagallo.
ESPN Brasil emitió años atrás una serie notable, “Futebol nos Tempos do Condor”, años de Plan Cóndor y de dictaduras en Sudamérica. El capítulo de Brasil cuenta sobre un Pelé preocupado porque “los comunistas lo buscaban para que denunciara” al dictador Garrastazu Medici. Habla de otro gran crack, Falcao, amigo íntimo de uno de los peores torturadores. De clubes infiltrados por militares. De jugadores, periodistas y técnicos vigilados. Y de cómplices como José María Marín, el fallecido presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) que cayó implicado por el escándalo de corrupción de 2015 llamado FIFAGate.
Marín era diputado del partido Arena, de los militares. “Si Arena va mal, un equipo más al Nacional”, ironizaban en aquellos años ’70 en Brasil. La dictadura llegó a celebrar un campeonato de Primera división con más de ochenta equipos, la pelota usada como herramienta para promover a la dictadura.
Eran años en los que Marín denunciaba en el Congreso que había infiltración comunista en el estatal Canal 2, de TV Cultura. Dieciséis días después de su discurso, Vladimir “Vlado” Herzog, editor de TV Cultura, fue asesinado. Tenía 38 años y dos hijos. Una hora y media de tortura y la dictadura montó escena de suicidio, que nadie creyó. Marín fue firme defensor del jefe policial y torturador célebre Sergio Fleury. Dijo que no entendía cómo un policía “que dedicó toda su vida a luchar contra el crimen” no recibía “la admiración” que se merecía. Ivo Herzog, hijo de “Vlado”, luchó durante años para que la FIFA echara a Marín. Jamás fue escuchado.