Valentina Petrillo, italiana de 51 años, atleta desde los 41, madre de dos hijos, visualmente disminuída, escribió hoy en en París un nuevo capítulo sobre la participación de atletas trans en el deporte olímpico. Petrillo competía hoy lunes en los 400 metro T12 de los Juegos Paralímpicos, que se celebran en una París que, apenas terminaron los Juegos convencionales, puso fin a su tregua política y que, ya sin tanta atención de la prensa mundial, hoy vuelve a maldecir al presidente Emannuel Macron. La tregua cesó porque los Juegos Paralímpicos, una política muy bien intencionada del Comité Olímpico Internacional (COI), carecen del mismo poder de convocatoria y visibilidad global. Sus categorías, un combinado de letras y números que varían según el tipo de discapacidad, hacen también más complejo el análisis. Basta un ejemplo: los reyes de la velocidad, los campeones dorados de los 100 metros, son un hombre y una mujer en los Juegos Olímpicos. Indiscutidos. En cambio, en los Paralímpicos, esa misma distancia tiene 16 categorías para hombres y 13 para mujeres, según el nivel de discapacidad.
Italia, el país de Petrillo, fue justamente el mismo que había iniciado las mentiras que, durante los Juegos, descalificaron a la boxeadora argelina Imane Khelif. A diferencia de Petrillo, Khelif no es una atleta trans. Nació mujer y es mujer. Petrillo, que a los 14 años fue diagnosticada de la enfermedad de Stargardt (una afección ocular degenerativa que limitó notablemente su visión), nació como hombre en una Nápoles que en los ’70, según dice, consideraba “escoria de la sociedad” a quienes, como ella, decidían transicionar. Comenzó a vivir como mujer en 2018, recibió terapia hormonal (supresión de testosterona incluída), para poder debutar como atleta entre las mujeres. Ganó medallas y campeonatos mundiales en distintas distancias. Se convirtió hoy en la segunda atleta transgénero en Juegos Paralímpicos (la primera fue la neerlandesa Ingrid van Kranen, novena en la lanzamiento de disco de los Juegos de Río 2016).
El COI y el Comité Paralímpico comparten la política de que cada Federación fije sus propios criterios sobre la participación de deportistas trans. Pero si en Juegos Olímpicos la Federación de Atletismo prohibía atletas trans, la Federación paralímpica del atletismo (WPA), en cambio, los permite, siempre y cuando comiencen a bajar sus niveles de testosterona un año antes de competir. Algunas de las rivales de Petrillo protestaron, inclusive en la misma Italia. Los estudios de especialistas establecen que las atletas trans tienen ventaja especialmente en deportes de fuerza y resistencia, aunque ello no implique automáticamente que deban ganar todas sus pruebas. “No sucede que dominen todo y no podemos empezar entonces por la exclusión. Es cruel y francamente repugnante”, dijo tiempo atrás Megan Rapinoe, futbolista mítica en Estados Unidos, ya retirada.
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Ese término, “inclusión”, suscita acaso el debate central de los Juegos Paralímpicos de París. “Revolución de la inclusión”, celebró Andrew Parsons, presidente del Comité Paralímpico Internacional (CPI) en la ceremonia de apertura de los Juegos, en un discurso que recordó que, al margen de las medallas, hay 1.300 millones de personas con discapacidad en el mundo que reclaman igualdad. La “Revolución de la Inclusión”, replicó sin embargo el atleta paralímpico brasileño Fernando Fernandes, sólo llegará “cuando el deporte sea para todos” y cuando las personas con discapacidad “formen parte de sus comunidades en igualdad de condiciones”. ¿Acaso las instalaciones formidablemente adaptadas para los atletas de los Juegos Paralímpicos se reflejan en otros escenarios de la vida cotidiana? No sucede ni siquiera en el subte de París, donde solo una de cada diez estaciones tiene facilidades. Apenas horas antes de los Juegos, una multipremiada atleta británica, Tanni Grey Thompson, contó que debió arrastrarse por el piso para salir de una de las principales estaciones del subte de Londres. Sí. Pleno Primer Mundo.
El debate tiene un punto aún más profundo. La propia Grey Thompson lo definió como “pornografía de inspiración”. Se refiere a la tentación, a veces inevitable, de los discursos periodísticos que siempre describen a los atletas paralímpicos como modelos de superación. Son deportistas que, en muchísimos casos, sobrevieron a amputaciones, mutilaciones, pérdidas diversas, desde niños, en guerras, en accidentes. “Me desagrada cualquier obsesión con un mensaje de superación de la adversidad. Es un poco como el mensaje de pobres que se lo merecen y pobres que no lo merecen del siglo XIX. No se espera que una persona promedio sea capaz de hacer lo que puede hacer un atleta olímpico ni paralímpico”, dice Grey Thompson. Paradójicamente, esos mismos “pobres atletas” suelen ser calificados también de “superhumanos”. Así, por ejemplo, se hizo años atrás con el velocista sudafricano Oscar Pistorius, campeón paralímpico, luego en primera plana pero porque mató a su novia. Los especialistas coincidían en afirmar que las prótesis de Pistorius terminaban dándole ventajas ante atletas convencionales. Pero la presión por “un deporte que debe incluir” provocó que Pistorius pudiera correr también en Juegos Olímpicos, como querían sus patrocinadores. “Superhumano”, en su caso, quedó chico. En París compiten atletas. Y, en su mundo, los atletas paralímpicos, como sucede con los olímpicos, también son una élite.