Nicolás Poggi es platense, estudió Periodismo en la Universidad de La Plata y aunque el cine es una de las pasiones de su vida, su carrera en medios siempre se orientó al periodismo político. Poggi acaba de lanzar El día de los drones, su primera novela editada por Diotima, que plantea una visión catastrófica del fin del mundo con un grupo de periodistas en el centro de la acción, tratando de descifrar un acertijo que sería clave para evitar el colapso de la humanidad por una amenaza androide.
En diálogo con El Destape, el autor reflexiona sobre aspectos y temas claves en su novela ágil, ambientada en una ciudad sin nombre -pero con claros guiños a Buenos Aires- que se va desintegrando conforme avanza la historia.
El día de los drones se lee como una novela heredada de la pandemia: aparecen las cuestiones del miedo a la reclusión social, la enfermedad desconocida, las muertes sin explicación razonable. ¿Cuánto de lo que vivimos con el Covid-19 te ayudó a crear la historia?
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- Es una buena pregunta porque la verdad es que empecé a escribir la novela en el 2014, mucho antes de la pandemia de coronavirus. En ese momento trabajaba en una redacción, en el turno noche, y aburrido empecé a tomar notas con la idea de escribir una historia donde la salud y los cuerpos humanos lesionados fueran los elementos centrales en lo que después fue esta novela de ciencia ficción. Seguí escribiendo hasta el 2017 y luego, por motivos de la vida y la falta de tiempo, pausé mi hábito hasta que cayó la pandemia. De pronto, el mundo estaba pasando un momento histórico algo similar a mi novela y eso… eso me generó mucha decepción.
Al principio me bajonee, pensé que el libro no tendría sentido porque había escrito algo que había superado la ficción, sentí que había perdido el tiempo. Estuve cerca de querer abandonar todo, pero después primaron las ganas de terminar la novela. Eso sí, traté de que no hubiera tantas referencias a lo que fue el Covid. Igual, los elementos que plantea el libro están en las novelas postapocalípticas clásicas.
Dedicás muchas escenas a hablar de la fluctuación de gente en el transporte en una ciudad y como eso condiciona los hechos que suceden a lo largo de la historia.
- Yo tenía una pretensión de que en la descripción del escenario se notara bien que estaba hablando de una gran metrópoli que puede ser o no Buenos Aires, según la mirada de cada lector. Y lo del tránsito es una observación curiosa, nadie la había hecho hasta ahora. La verdad es que tenía ganas de hablar de la vida en movimiento que tenemos diariamente las personas, los viajes en medios de transporte, lo que pasa en esos viajes, como puede cambiarlo a uno un viaje. Quería reflejar eso. No pensé que el escenario podía ser determinante en la historia, lo hice sin darme cuenta.
Mencionaste los disparadores que te llevaron a crear la historia, la salud y los cuerpos humanos lesionados. ¿Qué te interesó de esos temas?
- Siempre estuve muy obsesionado con las enfermedades autoinmunes y cuando el cuerpo parece que determina a un ser, pero a la vez tiene autonomía. Aunque ya sabemos hoy, por los avances científicos que hay, que las condiciones externas determinan muchas de las enfermedades conocidas como autoinmunes, ese tema se convirtió en una de mis grandes obsesiones. Quise unir eso con el avance de la tecnología en nuestras vidas.
También está la cuestión del miedo irracional a la enfermedad…
- Hay un tema que divide nuestra vida que es estar sano o estar enfermo. Cuando estás enfermo, te cambia todo. En la novela busqué reflejar eso, el drama de cargar con una enfermedad y a la vez ponerlo en crisis con una situación de nuestra vida como lo es saber que “la tecnología está en nosotros”. Esa idea tiene algo de las películas de Cronenberg (David), en el sentido de que las máquinas están implicadas con nuestra nuestra carne y tenemos que vivir con eso, que sería como vivir con una enfermedad.
¿Te gusta la nueva ola de autores argentinos que escriben fantasía, ciencia ficción y terror a partir de miedos cotidianos?
- Si, me encantan. Mariana Enríquez dijo una vez que “es más temerario un familiar violento que un fantasma que está en tu casa”. Estos géneros siempre nos están hablando de eso. En Longlegs, una película que se estrenó el año pasado, la interpretación que yo hice fue que la historia está hablando de un trauma infantil corporizado en la figura de un psycho killer deforme que persigue a la protagonista en la vida adulta. Muchas veces el terror es eso y en Argentina tenemos terror de sobra en el pasado, en el pasado reciente y en el presente. Por eso también hay tanta producción de ciencia ficción y de terror. Vivimos una etapa terrorífica desde muchos puntos de vista.
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Me das el pie justo para preguntarte sobre tu despido de la agencia Télam, en lo que fue una purga violenta de periodistas. Me imagino que atravesar esa experiencia de vida también debe haber despertado terrores internos…
- Sí. Fue un hecho traumático, no solo en mi caso particular… cortó carreras periodísticas, mucha gente valiosa se quedó sin la posibilidad de hacer periodismo, y hoy quedó demostrado que falta una agencia como Télam que provea información que de otra forma no llega. Pasar por una situación así de traumática despierta muchos terrores, para empezar por el hecho de quedarse sin laburo. En mi caso, mi sustento económico principal.
¿En qué año entraste a trabajar a Télam?
- Entré en el 2019 y nos desafectan a todos -o nos licencian, en ese momento- en marzo del 2024. La verdad es que si ponías un poco de atención al contexto ya se sabía que si ganaba este gobierno Télam iba a ser una de las primeras empresas del Estado que iban a verse afectadas y corríamos ese riesgo. Pero una vez que asumió el gobierno actual, se pasó un verano en Télam medio de acefalía porque no había autoridades y así todo y esto - y esto demuestra el profesionalismo que tenía la agencia- el medio seguía funcionando, todos cumplíamos horarios, todos hacíamos nuestra parte, el servicio seguía activo.
Lo que más me dolió fue ver a muchos políticos argentinos aplaudiendo el momento en el que Milei dice: "Vamos a cerrar la agencia Télam porque es un antro propaganda". Vi muchos políticos aplaudiendo, cuando ellos se sirvieron de Télam toda la vida porque necesitaron del medio. Eso me dolió porque nunca pensé que políticos profesionales, que en algunos casos eran piolas en el trato, se iban a estar mofando de que un montón de gente iba a quedar sin trabajo. Lo más triste fue estar afuera, empecé a sentirme que no era útil y eso te va comiendo, te va destruyendo de a poco. Tenés que empezar otra vez tu vida y no es fácil. Hoy por suerte sigo trabajando de periodista, pero la verdad no le deseo a nadie, a ningún colega, tener que comerse un cierre así, con burlas, porque además te genera una toxicidad emocional de la que después cuesta mucho salir.
La novela El día de los drones es hija de este proceso…
- Sí. Es una novela con una visión muy crítica del presente, tanto para lo que es la cuestión humana con las tecnologías como lo que es la cuestión laboral. También describe un periodismo que está dejando de existir, ese viejo modelo de las redacciones que hoy ya no va más porque los periodistas estamos cada vez más sueltos gracias al remoto, trabajando en distintos lugares haciendo varias cosas a la vez. En ese sentido, la novela es un homenaje a esas viejas redacciones como Télam.
¿Te dan miedo los avances en pos de conectar humanos con creaciones tecnológicas?
- No me da miedo, me llama la atención y me atrae. El otro día vi, por ejemplo, que al cantante Drake le metieron un dron por la terraza y vieron que estaba sentado con su compu apostando hasta que se dio cuenta y bajó el dron de un chancletazo. Me parece re zarpado que una persona cualquiera con un dron teledirigido pueda meterse en la intimidad de alguien. Creo que estas cosas nos demuestran que a veces los seres humanos somos insignificantes frente a las máquinas. Ya lo dijo Mario Pergolini, muy equivocadamente: “Una maestra por IA no se cansa, no tiene que cumplir un turno, no te va a pedir un día de receso, de licencia”. Entonces, comparado con eso, sí somos finitos. Nosotros nos cansamos, nos enfermamos, necesitamos descansar, tenemos nuestros problemas. Las IA que nos están reemplazando no tienen que lidiar con nada de eso.
Pergolini hace no mucho presentó a una panelista de televisión hecha con Inteligencia Artificial…
- Es terrible, un antecedente funesto… La IA hay que usarla inteligentemente y me imagino que tiene sus virtudes, pero cuando googleas algo y lo primero que te sale es lo que dice la IA ahí ya me repele todo el avance. No me siento cómodo, trato de no mirar esa respuesta, voy a Wikipedia, a cualquier lado antes que ahí.
De pronto la IA ya está reemplazando la tarea de comunicar. ¿Qué nos queda a los profesionales del periodismo?
- Ya está sucediendo que hay medios grandes de Argentina que redactan sus notas a partir de la Inteligencia Artificial del Chat GPT. Tendremos que ver los periodistas que hacemos con eso antes de que nos reemplacen por máquinas. Con El día de los drones me adelanté a la pandemia pero espero no adelantarme a esto porque si no ya sería un panorama mucho más crítico (risas).
El final de la novela es impactante, queda en la mente por horas. ¿Qué pasa después de esa imagen?
- Los robots simpáticos nos reemplazan y nace un orden nuevo. Es como Terminator pero más cercano a nuestra vida diaria.
El día de los drones puede conseguirse en librerías.