La artista plástica Josefina Robirosa, fallecida el año pasado, será recordada a partir del 10 de marzo próximo en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba) a través de Línea y vibración, una exposición que pone en diálogo su obra con la de otras artista mujeres de la colección permanente de la institución, con curaduría de Rodrigo Alonso.
El Macba, perteneciente a la Fundación Aldo Rubino y dedicado al arte abstracto y geométrico, abre su año expositivo con la muestra Josefina Robirosa. Línea y Vibración, que reúne obras de una etapa de la producción de Robirosa (1932-2022, Buenos Aires), pintora, dibujante y muralista considerada una de las mujeres más destacadas de la pintura argentina.
La obra de Robirosa posee un hilo medular que es la naturaleza y que a la vez es el velo de otro más profundo: un interés por los lazos espirituales del mundo, por la realidad no visible, escribe la curadora Mercedes Casanegra.
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Sin embargo, este hilo conductor no fue el único de la trayectoria de la artista, dado que entre las décadas de 1960 y 1970 la figura humana cobró un lugar central en su obra, en sintonía con la explosión poblacional que sigue a las dos guerras mundiales, el protagonismo de la juventud, el crecimiento de la cultura de masas, y la importancia social cada vez mayor de las comunicaciones y las nuevas tecnologías, explica.
En este contexto, Robirosa desarrolló una serie de obras singulares, a medio camino entre la geometría y la figuración, conformada por líneas y franjas multicolores, que no sólo empatiza con la revolución cromática del pop-art y los dinamismos del arte óptico y cinético, sino que, además, ofrece una mirada especial sobre el mundo contemporáneo, destaca Casanegra.
Robirosa se inició en la práctica artística en los años cincuenta, en Buenos Aires con una escena animada por diferentes versiones de la abstracción.
Estudió con Héctor Basaldúa y Elisabeth von Rendell, entre otros, y tuvo su primera muestra en la Galería Bonino (Buenos Aires, 1957) junto a Domingo Bucci y Jorge de la Vega; y ese mismo año fue invitada a participar del grupo Siete pintores abstractos junto a Martha Peluffo, Kazuya Sakai, Rómulo Macció y Clorindo Testa, entre otros.
En 1958 fue parte de la delegación argentina en la IV Bienal Internacional de Arte de San Pablo, e integró el grupo de artistas del Instituto Di Tella.
Hacia 1967, experimentó en pintura con líneas, franjas de colores y juegos geométricos que se alternaban creando volúmenes, una versión de arte óptico, y de 1969 a 1975 replanteó su obra que gestó un cambio radical de su imagen, el cual surgió a través del dibujo, y a mediados de 1970 su obra transitó hacia una abstracción figurativa.
En 1997 el Museo Nacional de Bellas Artes le dedicó una retrospectiva de su pintura y en 2001 lo hizo la Sala Cronopio del Centro Cultural Recoleta, mientras que en 2018 tuvo su Antológica 1956-1997 en el Fondo Nacional de las Artes con curaduría de Casanegra, institución de fomento de la que fue directora, además de miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes.
Su obra forma parte de colecciones públicas y privadas como el Museo Nacional de Bellas Artes, Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el Juan B. Castagnino de Rosario; y de la Colección ITT (Nueva York), Albright-Knox Art Gallery (Búfalo), Blanton Museum of Art (Universidad de Texas en Austin) de Estados Unidos, entre otras.
Realizó murales en edificios públicos, en estaciones de subterráneos de Buenos Aires y en la Estación Argentina del Metro en París.
La exposición podrá visitarse desde el 10 de marzo hasta el 26 de junio de 12 a 19, menos los martes, en Avenida San Juan 328, Ciudad de Buenos Aires.
Con información de Télam