En un mundo donde el maquillaje suele asociarse con la perfección y la apariencia, Mily Ajo propone algo distinto: una revolución silenciosa que devuelve al rostro su poder natural. Desde Cuba, esta artista de la micropigmentación impulsa una tendencia que une técnica, propósito y sensibilidad: el maquillaje consciente, una forma de belleza que no busca esconder, sino revelar.
“Cada pixel cuenta una historia”, dice Mily mientras sostiene su dermógrafo. Lo que comenzó como una especialización técnica se transformó en una filosofía de vida: ayudar a las personas a reconectarse con su propia imagen. En su estudio, la precisión convive con la escucha y la empatía. “Cuando alguien se mira al espejo y se reconoce sin miedo, ahí empieza el verdadero cambio”, explica.
Una creadora de tendencia
Su nombre empieza a resonar en estudios de Latinoamérica y Europa. Lo que la distingue no es solo su dominio técnico, sino su capacidad para humanizar una industria muchas veces guiada por la imagen perfecta. En su visión, el futuro del maquillaje pasa por la autenticidad: menos filtros, más esencia.
Su enfoque conquistó escenarios internacionales. En 2025 estuvo en el WULOP (World Universal League of Permanent Makeup) Argentina, WULOP USA, WULOP Colombia, WULOP Dubai y en la final de WULOP Turquía, uno de los encuentros más importantes de la disciplina, donde su propuesta de micropigmentación consciente llamó la atención por su estética natural y su trasfondo emocional. “No se trata de transformar un rostro, sino de acompañar una historia”, resume.
Para Mily, el maquillaje no es una máscara, sino una herramienta de expresión. Su estilo busca iluminar, no cubrir, algo disruptivo en tiempos de filtros y estándares imposibles: “La belleza no se crea, se reconoce”. Sus redes sociales reflejan ese espíritu: tutoriales sin artificio, reflexiones personales y ejemplos reales de personas que eligen mostrarse tal como son.
Lo que empezó como un emprendimiento individual se transformó en una comunidad de profesionales y estudiantes que comparten una misma visión: hacer del maquillaje una práctica de bienestar. En sus talleres, Mily enseña que cada técnica debe ir acompañada de conciencia emocional. “Antes de trabajar sobre una piel, hay que entender la historia que habita en ella”, afirma.
