El macramé, una antigua técnica de anudado manual, ha perdurado a lo largo de los siglos como una forma expresiva y decorativa. Este arte de entrelazar hilos o cuerdas con las manos tiene sus raíces en Mesopotamia, específicamente entre los pueblos asirios y persas, alrededor del año 2300 A.C. Fueron estos antiguos artesanos quienes inicialmente emplearon nudos para embellecer los bordes de los tapetes, sentando así las bases del macramé.
De Medio Oriente a Europa: el orígen del macramé
En el siglo VIII, los pueblos árabes otorgaron gran importancia a esta técnica, destacándola en la confección de toallas y manteles. Estos textiles, tejidos en telares, dejaban hilos o flecos que se anudaban de manera decorativa con macramé. Hacia el siglo XIII, el arte del anudado llegó a Europa mediterránea desde el Medio Oriente, pero no fue hasta el siglo XV que alcanzó su apogeo, siendo reconocido como un valioso arte decorativo durante el Renacimiento.
¿Qué se puede hacer con la técnica de macramé?
La versatilidad del macramé es sorprendente. Desde pequeños accesorios personales como pulseras, aros y collares, hasta majestuosas piezas de arte para embellecer tu hogar, como tapices, cortinas, lámparas o fundas para almohadones. Con el macramé, la creatividad no tiene límites; solo se requieren unos metros de cuerda y habilidosas manos para crear piezas que capturan la admiración de muchos.
¿Cómo hacer macramé? Los nudos básicos
La magia del macramé radica en sus nudos intrincados y elegantes. Tres nudos básicos sirven como cimientos para una amplia variedad de diseños: el medio nudo, el nudo plano (o cuadrado) y el nudo cote (festón o cavandoli). Estos nudos, combinados de manera ingeniosa, dan vida a más de 50 variaciones distintas, permitiendo la creación de obras únicas y personalizadas.