La tradición de regalar bombachas rosas en Navidad no tiene un origen oficial ni religioso establecido, sino que surgió y se fue consolidando desde mediados del siglo XX. Según varias crónicas periodísticas, esta costumbre se remonta a la década de 1970 en Argentina, cuando se creía que usar ropa interior del color rosa en la noche de Año Nuevo atraería amor, buena suerte y pasión para el año que estaba por comenzar.
Con el paso del tiempo, este hábito pasó de ser una simple superstición vinculada al fin de año a un ritual divertido y afectivo dentro de las celebraciones navideñas. Regalar bombachas rosas en Nochebuena para luego estrenarlas el 31 de diciembre o en Año Nuevo.
¿Qué representa el color rosa?
El rosa no fue elegido al azar. En la simbología popular, este color está asociado con el amor, la amistad, la armonía y la alegría, atributos que muchas personas desean potenciar para el año entrante. Por eso, regalar una prenda íntima de este tono se interpreta como un deseo de afecto, unión y prosperidad para quien la recibe.
Desde una mirada antropológica, este tipo de rituales se inscribe dentro de las llamadas supersticiones de pasaje, prácticas simbólicas asociadas a momentos de cambio como el fin y comienzo de un año. Especialistas en cultura popular explican que estos gestos funcionan como una forma de canalizar deseos, reducir la incertidumbre y generar expectativas positivas frente al futuro, aún cuando no exista una creencia racional detrás.
En Argentina, la tradición de la bombacha rosa convive con otros rituales de fin de año muy arraigados, como comer doce uvas, dar la vuelta a la manzana con una valija o usar prendas nuevas. En todos los casos, el denominador común es la búsqueda de renovación, abundancia y buenos augurios, valores que se refuerzan especialmente durante las celebraciones colectivas.
Además, con el tiempo la práctica se adaptó a los gustos contemporáneos. Las bombachas rosas ahora vienen en estilos variados, desde diseños sencillos hasta modelos festivos o humorísticos, lo que generó un verdadero impacto en el comercio con marcas de lencería y locales especializados que anticipan cada diciembre un aumento en la demanda de ropa interior rosa. De este modo, una superstición popular terminó consolidándose como un ritual cultural que combina creencias, afectos y consumo, y que se renueva año tras año sin perder vigencia.
