Alrededor de una decena de monjas dieron puñetazos y patadas altas, algunas de ellas blandiendo espadas, mientras mostraban sus habilidades en artes marciales a cientos de aficionados en la esperada reapertura de su convento en Nepal.
Las monjas del monasterio Druk Amitabha, en lo alto de una colina, hicieron una demostración de fuerza con motivo de la reapertura de la institución cinco años después de que la pandemia del COVID-19 obligó a cerrar sus puertas al público.
El grupo de monjas expertas en kung fu, de entre 17 y los 30 años, pertenece al linaje Drukpa, de 1.000 años de antigüedad, que otorga a las monjas el mismo estatus que a los monjes y es la única orden femenina en el patriarcal sistema monástico budista.
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Normalmente, las monjas deben cocinar y limpiar y no pueden practicar ningún tipo de arte marcial, pero su santidad Gyalwang Drukpa, un monje que ocupa un puesto ligeramente inferior al del Dalai Lama en la jerarquía budista tibetana, decidió entrenar a las mujeres en kung fu para mejorar su salud y su bienestar espiritual.
Abrió el convento en 2009 y ahora cuenta con 300 miembros de entre seis y 54 años.
"Hacemos kung fu para mantenernos en forma mental y físicamente, y nuestro objetivo es promover la autonomía de la mujer y la igualdad de género", explica Jigme Jangchub Chosdon, monja de 23 años originaria de Ladaj, en la India.
Las monjas proceden de Bután, India y Nepal, y todas están entrenadas en kung fu, un arte marcial chino para la defensa personal y la fuerza.
"Con la confianza que me da el kung fu, quiero ayudar a la comunidad, a las chicas jóvenes, a construir su propia fuerza", afirma Jigme Yangchen Gamo, monja de 24 años de Ramechhap, en Nepal.
El sitio web del convento afirma que la combinación de igualdad de género, fuerza física y respeto por todos los seres vivos representa el regreso de la orden a sus "verdaderas raíces espirituales".
En el pasado, las monjas han realizado largas expediciones a pie y en bicicleta por el Himalaya con el fin de recaudar fondos para paliar catástrofes y promover una vida respetuosa con el medio ambiente.
Jigme Konchok Lhamo, india de 30 años, dijo que su principal objetivo era alcanzar la iluminación como el Señor Buda, fundador del budismo hace 2.600 años.
"Pero por ahora, como soy una persona normal (...) Creo que me centraré más en ayudar a los demás", dijo. "Ayudar a los demás es nuestra religión".
Con información de Reuters