El tiburón angelote (Squatina squatina) es uno de los depredadores más singulares del océano. A diferencia de la imagen clásica del tiburón en constante movimiento, este habitante del Atlántico nororiental y del mar Mediterráneo prefiere pasar desapercibido: su cuerpo plano y sus anchas aletas lo hacen parecer una raya, y su habilidad para enterrarse en el fondo marino le permite confundirse con la arena casi por completo.
Gracias a este camuflaje, el angelote puede acechar a sus presas, peces, crustáceos y moluscos, sin ser detectado. Con una longitud que puede alcanzar los 2,4 metros y un peso de más de 80 kilos, este “tiburón invisible” es un maestro de la paciencia: permanece inmóvil durante el día y se activa de noche, cazando con precisión cuando una presa se acerca demasiado.
La persecución al tiburón angelote que casi termina con su existencia
Sin embargo, su talento para el mimetismo no lo protegió de la amenaza humana. Durante el siglo XX, fue víctima de la pesca de arrastre y de la degradación de los fondos marinos, lo que provocó una drástica reducción de su población. Hoy, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo clasifica en “peligro crítico de extinción”, la última categoría antes de la desaparición total en estado salvaje.
En los últimos años, distintos programas de conservación en Europa, especialmente en España, Portugal y las Islas Canarias, buscan revertir esta situación mediante el monitoreo y la protección de su hábitat. Estos esfuerzos son vitales: el tiburón angelote no solo es una pieza clave en el equilibrio de los ecosistemas marinos, sino también una joya evolutiva cuya forma inspiró antiguas leyendas sobre “peces-ángeles”.
A pesar de su tamaño y aspecto imponente, no representa un peligro para los humanos. Solo se defiende si se siente amenazado, y su reproducción de 8 a 13 crías por camada es un recordatorio de la vida que todavía puede florecer bajo el mar si se protege a tiempo.
El tiburón angelote es, en definitiva, un símbolo de la belleza y fragilidad del océano: un depredador invisible que hoy necesita ser visto para no desaparecer.
